La lluvia continuaba cayendo cuando Ava abrió los ojos, había poca luz natural afuera, un indicio de que era temprano en la mañana y apenas había dormido más de cuatro horas. En cambio, el hombre que la rodeaba posesivamente con un brazo, acercándola a él para que lo usara como almohada, se había quedado dormido minutos después de cubrirlo con las mantas luego de que la siguiera, a regañadientes, hasta su habitación.
Dios, no podía dejar de mirarlo, y eso le asustaba. Muchas cosas estaban cambiando dentro de ella a velocidades vertiginosas y ella no era capaz de frenarlas. Como piezas de dominó, caían una tras otra sin control y el final de este juego todavía no estaba a su alcance.
Ava levantó un poco la cabeza acomodando el brazo como soporte. Los ojos de Marshall se movían inquietos bajo los párpados, y sus pestañas gruesas y oscuras arrojaban débiles sombras sobre la piel. El desorden de su melena era algo que siempre requeriría un poco de atención, pero pensándolo bien ¿que león no tenía problemas para controlar su melena?
Hundió sus dientes en su labio inferior, viendo la posición en la que se encontraba, compartiendo su cama con el hombre que rompió algo dentro de ella, hace tiempo ella juró vengarse y aquí estaba, pensando sobre una relación a futuro en donde ella debía tomarse algunos minutos de su tiempo para evitar que su león terminase con algunos nudos en su cabello.
¿Dónde había quedado su necesidad de venganza?
Enterrada debajo de estas emociones, seguramente.
Y ella no estaba muy segura de querer desenterrarla, porque había descubierto la posesividad y el encanto de tener a un hombre solo para ella. La tigresa había escuchado su reclamo la noche anterior y Ava había puesto cada gramo de su fuerza para evitar morderlo en el cuello y dejar una marca reconocible para todos sus compañeros de coalición.
Marshall le había dicho que la amaba, no hubo una pizca de mentira o engaño, la desnuda vulnerabilidad en esas tres palabras, en su mirada, desarmaron cualquier réplica que Ava pudo haber puesto para detenerle.
Honestamente, ninguna de las dos quería detenerle aunque sabían, en el fondo de su consciencia, que era lo correcto. La posibilidad de que la cegadora violencia en su interior ahogase la poca humanidad de Ava todavía existía, y todavía representaba un peligro para Marshall.
—¿Qué voy a hacer contigo? —Susurró la pregunta entre sus labios.
«Eres mío, pero no sé si puedo entregarme a ese nivel, sería egoísta» Ava siempre pensaba a futuro, desde pequeña le habían enseñado que cada acción tenía una consecuencia, ella debía analizar sus pasos, dudar de cada avance.
El miedo comenzó a apretar su estómago, Marshall murmuró algo entre sueños y estiró el brazo buscándola, Ava volvió a su sitio solo para que él volviese a dormir. El hombre se puso de costado y ella quedó atrapada en el hueco entre sus brazos. Irradiaba un poderoso y masculino calor capaz de hacerla entrar en trance, pero Ava tenía mucho en que pensar, mucha información para procesar.
Se sorprendió al encontrarse con que quería saber más sobre él, más sobre Dee, sobre su familia biológica, aquella pareja que se enfrentó a la peor elección con la esperanza de que fuera la correcta.
Marshall odiaba a sus padres y los culpaba por lo que vivió en aquel sótano, pero Ava no estaba segura de que aquella madre leona hubiera encerrado a sus hijos por diversión. Ava quería saber qué fue lo que en realidad pasó ¿la manada fue atacada por cambiantes o cazadores? ¿Dónde se ubicaba su territorio? ¿Alguien pudo haber notado las desapariciones, las casas abandonadas? Ava podía buscar en los archivos de la asociación, si habían registros y alertas de una manada entera desaparecida ella podía encontrarlos, solo necesitaba el primer apellido de Marshall.
«No. Jamás aceptará» Ava frunció los labios, había sentido la rabia y el odio en el vínculo cuando Marshall habló sobre ellos, la pena y el dolor en su voz, en su mirada, cuando recordó la muerte de Dee. Era incapaz de juzgarlo cuando ella sintió lo mismo luego de perder a Nolan. Había odiado a Marshall, maldecido su nombre, la fiera emoción casi envenenó su sangre.
La culpa, el miedo y el odio contaminaron su relación durante demasiado tiempo, oscureciendo la forma en que lo veía, pero él le había abierto los ojos, ahora tenía claridad. Seguía sin entender las acciones de Nolan, queriendo encontrar una buena razón para lo que hizo —y eso sonaba horrible cuando se detenía a pensarlo—, pero comprendía por qué Marshall lo delató. Todo lo que hizo fue por la coalición.
Ava alzó la mirada hacia él otra vez, aferrándose al fragmento de conocimiento que fue un destello brillando en su mente. El sueño de Dee no murió con ella, pensó, Marshall lo cumplió. Se convirtió en un líder, tal y como ella estaba destinada a ser de haber seguido con vida. Él se había unido a Patrick para formar Gold Pride y dar refugio y protección a todo aquel que lo necesitase, muchos de sus miembros eran solitarios y de no haberse unido Ava estaba segura que habrían terminado como objetivos para los cazadores, habían encontrado un lugar seguro en la coalición y eso era gracias a Patrick y Marshall.
Él se convertiría en alfa en un futuro, cuando Patrick decida hacerse un paso al costado. El corazón de Ava se apretó dentro de su pecho cuando tuvo la certeza que cuando eso sucediera, ella estaría ahí con él, continuando con la tarea de su alfa, de hacer de la coalición un hogar seguro.
«Nolan también pensó que Gold Pride sería un lugar seguro para la familia» pensó con amargura.
Su hermano peleó por la coalición, ayudó a establecer los sistemas de seguridad y a coordinar las patrullas, fue uno de los miembros más valiosos y confiables de Gold Pride. «Y por eso su traición fue tan desconcertante» ¿qué fue lo que lo empujó por ese camino? Se preguntó, pero inmediatamente después sintió una profunda vibración masculina y las dudas sobre su hermano quedaron atrás, algo más urgente reclamó su atención y tenía que ver con el león que le había confiado un trozo de su pasado.
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Editado: 08.08.2022