'Ἑλένη. Ruler of Everland

II

El murmullo de la multitud era semejante al de un panal de abejas mientras la caravana intentaba bordear otra empinada calle de la ciudadela. Ferris cuidaba el asiento del pescante cubierta por su túnica azul en la personificación de un grupo de gitanos destinados al entretenimiento en las fiestas de la coronación. Cass iba dentro luchando contra la inestabilidad que le producía el traqueteo del carruaje y rehusándose a mostrar debilidad ante la mirada ausente de Elen. 


La chica del cabello color platino había arrugado el entrecejo cuando Alissa la obligara a teñirlo de negro y utilizar “arbus” para cambiar su fisonomía. Un hechizo que odiaba con todas sus fuerzas y que siempre le producía náuseas como efectos secundarios. Aun así no tenía tiempo de quejarse o cuestionar el repentino interés de su superior por borrar todo rasgo que la identificara como hija de Leda. 


—Deténganse.


Una voz desde el exterior se hizo perceptible por encima del ruido que reinaba en torno al carruaje. Ferris observó al cochero y luego al capitán de la guardia que se tomaba la atribución de abrir las puertas traseras del coche e inspeccionar a los tripulantes con la típica expresión de desdén que se les dedicada a los gitanos en Everland.


—Todo en orden. Deben estar fuera de la fortaleza antes de que se ponga el sol. La fiesta real se realizará en privado.


Ferris asintió conteniendo el deseo de colocar un rubus* en aquel hombre de tez dorada y largos cabellos color bronce. Solo que la voz de Alissa en su cabeza se encargó de frenarla y sustituir su aversión por los habitantes de la ciudadela con otra sonrisa forzada.


—Por supuesto, mi lord.


Acto seguido el carruaje retomó la ruta detrás de una verdadera procesión que se perdía en la escalinata de granito que daba acceso a la muralla acorzada del Palacio Real. Todo corría acorde al plan hasta que el grito ensordecedor de la multitud hizo a la caravana detenerse.


—No puede ser cierto, tú crees…


Lo que Cassandra intentaba construir en palabras quedó ahogado en una sombra* con el aspecto de un dragón de fuego convirtiendo en pedazos lo que alguna vez fue el tercer aprendiz del Pacto. Elen no tuvo tiempo de gritar o asustarse. Los ataques iban en todas direcciones y el humo del incendio que dejaba a su alrededor solo confirmaba lo que ya había visto en sueños.


—¿Estás bien?


Milagrosamente Ferris había conseguido abandonar el carruaje antes de que la flama arrasara con Cassandra y el conductor, dividiendo el vehículo en dos mitades como si de una calabaza se tratara. Elen se despojó de la túnica dejando al descubierto el atuendo que normalmente usaban para entrenar en el bosque de los fleuries. Muy similar a la ropa que cualquier chico utilizaría en el pueblo, pero indescriptiblemente femenina bajo las formas de las pupilas de Alissa.


—Tu sueño se está haciendo realidad demasiado rápido. ¿Crees…?


—No tengo tiempo en crecer nada. Sígueme.


Sin saber cómo, Elen guiaba a su única amiga en dirección contraria al desastre. La confusión aumentaba por minutos llenando las calles de manchas de humo y sangre. Puestos ambulantes desperdigados en ambas direcciones. Mujeres intentando infructuosamente proteger a sus hijos de una sombra sin nombre que solo mordía y quemaba todo a su paso, convirtiendo a los hombres en frágiles figurillas de papel para los que no existía la piedad.


—Allí está…


Consiguió articular Elen mientras ella y su amiga veía al grupo de tres personas que desde uno de los tejados de la ciudadela dirigían a sus sombras. El Clan de los Oscuros no se había perdido la oportunidad de participar en la coronación y vaya manera de hacerlo. Sumiendo en la desesperación y el caos a la población de la ciudadela mientras un velo de invisibilidad rodeaba el desastre.


—Ni de broma podremos con ellos. Son tres de alto rango.


—Están usando magia de fluctuación, solo necesitamos encontrar su núcleo de oscuridad y destruirle. De esa forma salvaremos lo que queda de la ciudadela.


—Decididamente estas más loca de lo que pensaba. Qué haces. Alissa te matará si usas a Icarus.


Se quejó Ferris, pero Elen no escuchaba nada más, mientras el arco a su espalda era desplegado y la primera flecha dorada buscaba un objetivo donde impactar.


***


En medio de la turba Rhydian había quedado recluido en la choza de un campesino cuyos cuatro hijos pequeños lloraban desesperados al contemplar lo que había quedado de sus padres después que la sombra con forma de cabeza de dragón arrasara el callejón donde vivían.


—Tranquilos, todo va estar bien. Volveré con ayuda.


No había podido pensar en lo improbable de aquella afirmación. No cuando su plan de abandonar la ciudadela y dirigirse hacia Asperia se había retrasado por causa de aquel hombre que le ofreciera un sitio donde pasar la noche mientras se comprometía a dejarlo en la frontera de Everland. Era tarde para echarse atrás y ver el terror en los ojos inocentes le había recordado la razón por la cual a pesar de no contar con un don seguía siendo el heredero de aquellas tierras.




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