'Ἑλένη. Ruler of Everland

IV

El aliento de Ferris se convertía en nubes oscuras mientras intentaba escapar de las sombras con forma de dragón. Una explosión sobre la bóveda de la ciudadela resquebrajó el velo que los Príncipes Oscuros habían utilizado para aislar al Palacio Real y ahora la chica observaba con un brillo de fascinación y horror como la criatura que solo había visto en libros secretos desplegaba su furia sobre los esqueletos de lo que habían sido las construcciones más firmes de la ciudad.


Argos, el Durmiente, finalmente había despertado y eso solo significaba una cosa. Tenía que encontrar a Elen cuanto antes. El razonamiento de la pelirroja se vio frustrado por otra lengüeta de fuego que casi le araña el rostro.


—Dejemos algo claro…Ya estoy harto de jugar…


Castor agitó el látigo con el que solía luchar en las huestes del abismo. Ferris entrecerró los ojos antes de iniciar un mantra que para los demás no tendría sentido, pero para los seres mágicos de aquella Tierra hablaba de invisibilidad y alquimia del tiempo.


Aprovechando la nube de ceniza y escombros a su alrededor la chica pudo crear un doble perfecto que entretuviera a Castor mientras su forma más completa intentaba localizar a Elen.


Quizás ambas estaban en el mismo camino cuando una potente llamarada proveniente del monstruo sobre la ciudadela iba dirigida a dos jóvenes igual de maltrechos. Ferris vio el fuego arder en sus propias pupilas y por un segundo llegó a pensar que se había quedado ciega.


Sin embargo cuando la nube oscura y el olor a carne quemada llenaron el ambiente se dio cuenta de que todo era real y que sobre el cuerpo de su mejor amiga estaba otra persona que imprudentemente se había ofrecido como escudo.


—¡Elen!


Ferris se apresuró en dirección a los chicos y aun desatendiendo sus propias heridas ambas chicas lucharon por levantar al muchacho que se retorcía de dolor.


—No podremos continuar así. Si Argos ha sido invocado eso solo significa que el Señor del Abismo está aquí. Alguien ha terminado el hechizo de oscuridad del que hablaban en las Gemas Prohibidas del Pacto.


Ferris asintió, consciente de que Elen también había tenido acceso aquel libro que Alissa cuidaba celosamente. Ahora muchas conversaciones comenzaban a cobrar sentido.


—No tenemos tiempo pero debemos hallar algo que siga vivo. No me mires así.  Hay que salvarlo y de paso ponernos a cubierto. No quiero asustarte pero me persigue un loco pelirrojo cuyas sombras son unos amigables dragones.

 

Elen no pudo evitar sonreír. A pesar de la situación caótica en la que se encontraban, Ferris se las arreglaba para sacar su extraño sentido del humor.


—Con algo de naturaleza será suficiente. Podemos combinar nuestro Rhul* para crear un portal.


—¿Un santuario espiritual?


Elen asintió. Aun cuando la energía vital de ambas estuviera algo lastimada con solo un brote de hierba o una flor seca podrían salir adelante. Ninguna de las dos chicas esperó que el muchacho que a duras penas sostenían intentara siquiera articular palabra.


—Un diente de león…


Musitó Rhydian peleando contra el deseo de su cuerpo de darse por vencido. Elen compartió un ceño fruncido con Ferris pero ambas asistieron cuando el chico señaló el bolsillo de su ajada camisa. Allí perduraba un ramillo de aquellas flores con la peculiaridad de esparcir sus cipselas a largas distancias. Rhydian sonrió antes que otra nube rojiza llenara sus pupilas. No escuchó más voces que el flujo turbulento dentro de su propio corazón.


***


Erika dormitaba con Zion en brazos cuando aquella luz apareció en medio de su escondite. Cerca de la fuente custodiaba por el ave fénix que identificaba a su familia, sus hermanos también fueron testigos de cómo de la nada surgía una especie de gota dorada de la que eran expelidos tres jóvenes manchados de mugre y ceniza. Aun en su aturdimiento y ante los gritos de sus hermanos pudo reconocer al chico cuya espalda estaba en carne viva. Su hermano estaba de vuelta.


—¡Rhy!


Gritaron los más pequeños y Erika comenzó a preocuparse por las dos muchachas que con aspecto agotado intentaban ponerse en pie. Casi les prohíbe acercarse cuando los ojos color ámbar de una de ellas impactaron con los suyos. No tenía idea de por qué o dónde le había visto antes. Pero estaba segura de que aquella chica sería importante para ellos en el futuro. Ya lo había meditado suficiente así que se encaminó al grupo que sus hermanos formaban alrededor de los recién llegados.


—Identifíquense, soy Erika de Riegar, princesa de Everland y una de las pocas sobrevivientes de la familia real.


Ferris y Elen intercambiaron miradas antes de incorporarse del todo. La mujer joven que las enfrentaba no era más alta que ellas y llevaba un elaborado vestido color ópalo. El cabello platinado y los ojos ámbar eran idénticos a los del muchacho que Elen había encontrado en la ciudadela e inconscientemente se había interpuesto entre ella y la furia de Argos.


Le debía la vida y ahora sabía por qué todos sus sentidos y premoniciones viajaban al sitio en el que se encontraban. Cuántas veces soñó estar perdida en aquel laberinto verde y encontrar la salida junto a un emplazamiento con agua. Nunca pudo ver claramente el final de sus sueños. Solo recordaba a su madre cantando una canción que le hacía llorar hasta regresar de aquella especie de estupor.




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