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Benjamín-
Justo como lo imaginé, llegamos a casa de Sabana una hora más tarde de lo esperado. En el instante que esas tres mujeres comenzaron a conversar, no hubo quien las detuviera.
De no ser porque Ally estaba cansada, aún seguiríamos en el café.
—Sabana —llama Clarissa a penas entramos al departamento —¡Sabana! —exclama un poco más fuerte. No recibe respuesta —Debe de estar dormida o escuchando música en su habitación —me informa —Puedes ir a despertarla, si quieres —se dirige a la cocina.
—¿Tengo que dejar la puerta abierta o no es necesario? —pregunto lo más sutil que puedo.
Clarisa me mira unos segundos con el ceño fruncido.
—Puedes cerrarla, confío en ti —dice al fin. Sonrió —No me hagas arrepentirme de haberte dado esa confianza —agrega.
—Le aseguro que no se va arrepentir —le guiño el ojo y camino hacia la habitación de Sabana.
Intento abrirla pero está cerrada con seguro. Supongo que eso es extraño.
—Sabana ¿Podrías abrir la puerta?.
—¿Ben? ¿En serio eres tú? —la escucho decir.
Hay algo extraño en su voz, aunque no se qué es.
—Sí, hermosa. ¿Acaso no piensas abrirme?.
Escucho sus pasos rápidos caminar hacia la puerta, está se abre de golpe.
En su habitación no hay ninguna luz encendida, el brillo de la luna se cuela por la ventana dándome una imagen clara de Sabana. Sus ojos están rojos, sus mejillas mojadas y su mirada no tiene ese brillo que desprende solo cuando está conmigo. En cambio su mirada está vacía haciendo que algo dentro de mí se desequilibre.
Se abalanza hacia mis brazos, abrazando mí cintura. En cambio yo, acarició su cabello y depósito algunos besos en él.
¿Qué le habrá pasado? Antes de ir con mi mamá al hospital estaba bien, tenía esa hermosa sonrisa mientras me decía que no me preocupara que podríamos salir en otra ocasión.
¿Quién fue el desgraciado que se atrevió hacerla llorar de este modo? Sea quien sea, recibirá una golpiza de mi parte.
Continúa llorando en mi pecho, haciéndome sentir más impotencia. Siempre he sido malo para estos momentos, soy de los que huyen cuando una persona comienza a llorar porque no sabe cómo actuar o que decir. Es la segunda vez que me pasa esto, y aún no tengo ni la menor idea de que debería hacer.
La primera vez, fue cuando mi padre le dijo a mi mamá que sentía que su relación no era la misma, así que le pidió el divorcio. Sin esperar una respuesta de ella se fue, dejándola destrozada. Tan destrozada que no le dio tiempo de huir a su habitación y así no mostrarme su dolor. Se desplomó en el suelo de la sala, no sabia que hacer, a penas tenía 8 años, lo único que hice fue acercarme a ella y abrazarla, para recordarle que a pesar de ese dolor aún me tenía a mí.
Sabana es una de las mujeres más importantes en mi vida, y justo como ese día, solo sirvo para ser su paño de lágrimas. Debería decir algo.
—Debes imaginarte que no soy muy bueno en estos momentos, no sé qué decir para hacerte sentir mejor. Pero solo quiero que sepas que estaré aquí hasta que dejes de llorar, estaré aquí hasta que tengas fuerzas para volver a luchar.
Suelta una risa. —Esas fueron las palabras correctas —levanta la cabeza de mi pecho —Me alegra que estés aquí, pensé que en el momento en que te viera querría llorar entre tus brazos pero no fue así, cuando te abrace mis ganas de llorar fueron disminuyendo. Así que gracias por estar aquí hoy.
Coloco ambas manos en sus mejillas y limpio el residuo de sus lágrimas.
—No tienes que agradecerme, te aseguro que en el momento en que lo necesites estaré aquí sosteniendo fuertemente tu cintura para evitar que el dolor te ahogue —acerco mi rostro al suyo —Te dije que lucharía a tu lado y pienso cumplirlo —beso su frente.
Me jala hacia la habitación y cierro la puerta.
—No podemos cerrar la puerta ¿Recuerdas?.
—Clarissa me dio permiso, dijo que confiaba en mí.
—¿De verdad?.
—Claro, pero antes le asegure que no le daríamos un nieto. Al menos no ahora —ella ríe —Escucharte reír me hace sentir mejor.
—¿Cómo no hacerlo? Ni siquiera en un momento así puedes dejar de recordarme que quieres tener sexo conmigo.
—No quiero que lo olvides —respondo coqueto.
Ella se gira a encender una de sus lámparas, dándome una magnífica vista de su trasero.
Esto amerita una foto mental. Coloco las manos frente a mis ojos como si fuera una cámara cuando ella voltea hacia mí.
—¿Qué estás haciendo? —observa mis manos y luego voltea los ojos —¿Otra foto mental?.
—No podía desperdiciar el momento —digo viendo sus piernas desnudas.
Ella mira en esa dirección percatándose de que viste solo una camisa ligera.
—Eres un pervertido.
—No lo soy. Solo soy un hombre —me defiendo —Uno que está loco por acortarse contigo pero por ahora solo podrá calmar sus ganas imaginandolo.
—¿Eso debería hacerme sentir culpable? Porque no siento nada —se sienta en su cama.
—Que irrespetuosa, ya que había dicho que no juegues así con mis sentimientos —sacude la mano restándole importancia —Estoy un paso más cerca de que mi Sabana mental se asemeje a la real.
—¿Tienes una Sabana mental? —abro la boca para responder pero levanta la mano —Mejor no me contestes —rió —¿Cómo está tu papá?.
Justo el tema que quería evitar, ¿Decir la verdad a medias también se considera mentir?.
—Está bien, estimaron que lo darán de alta para el cumpleaños de Ally.
—¿Quién es Ally?.
—Cierto, no te había contado de ellas —la expresión de Sabana es sería ¿En qué estará pensando? —Ally es mi hermana pequeña, su madre Candace es la segunda esposa de mi padre —su expresión se relaja.
—No sabía que tu padre se volvió a casar. No lo habías comentado antes, ¿Por qué no te agrada ella?.