ᴍᴇ ᴅᴜᴇʟᴇs

ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 19 ᴀᴅɪᴏ́s sᴏʟ

Se levantó para juntar los platos de la cena y le pedí que no lo haga. Yo lo haría después. Me dirigí hacia el enorme sillón del living, con la hermosa vista de la ciudad frente nuestro y la vela de vainilla encendida. Le pedí que se siente a mi lado. Él se convirtió en mi todo. No imagino ni respirar sin él. Necesitaba hablar y que fuese sincero conmigo. Tenía que desnudar su interior y aceptar lo que encontrara.

—Amor ¿cómo te sientes?—la pregunta lo sorprendió demasiado. Se acomodó de vuelta en el sillón y su rostro mostró asombro.

—Acá no importa cómo estoy yo. Tú eres lo que más me importa.

—Estás muy equivocado. Piénsalo así, para mí, tú eres mi mundo. A mí me importa demasiado cómo estás.

—Oh, en ese caso, quiero que sepas que estoy bien.—dió esa respuesta rápidamente. No me convenció.

—¿Puedes ser sincero conmigo? Necesito saber cómo estás. Cómo vives todo ésto, qué pasa por tu mente, cómo estás cuando cierras los ojos por las noches.—se quedó pensativo.

Agachó su cabeza y apretaba sus manos. Presentí que iba a escuchar la verdad.

—Quiero ser fuerte. Pero tengo miedo. No podría soportar fallarte, mostrar debilidad frente a tí.—sus ojos se cristalizaron, mi corazón se encogió.—Hay noches en las que no duermo, necesito asegurarme de que respiras, de que despertarás por la mañana y tus brillantes ojos azules me darán los buenos días. Pero hay algo que me tortura...

—Mi amor...

—No quiero que sufras. Me desarma pensarlo, no quiero que te duela, que te hagan procedimientos invasivos. ¡Quiero ser yo! ¡Quiero ocupar tu lugar amor!

Y comenzó a llorar como un niño. Se agachó y apoyó su cabeza en mi regazo. Lo acaricié desconsolada. Mi niño ha estado siendo fuerte desde que todo comenzó, pero él también necesita apoyo y consuelo. Necesita dejar de decir que todo estará bien y que alguien le diga a él que así será.

—Tranquilo mi vida. Soy fuerte y puedo soportarlo. Ya verás que saldremos adelante. Quiero casarme contigo, quiero vestir mi soñado vestido blanco, llegar por el pasillo del altar hasta tu lado, besarte, unir nuestras vidas. Quedar embarazada de nuestro primer hijo, que toques y abraces mi vientre, le hables y le cantes y cuando nazca, quiero ver tu rostro en ese pequeño recién nacido. Que tenga tu sonrisa que tanto amo. Vamos a luchar por nuestro sueño, por poder concretarlos, seré fuerte, muy fuerte. —se incorporó y me besó, nuestro beso sabía salado, por las lágrimas que caían y se juntaban en nuestras bocas.

Pero quizás abrí una herida demasiado grande en él, porque su llanto no cesaba, su angustia aumentaba y él sólo me abrazaba, fuerte, muy fuerte. Yo acariciaba su cabello, no hablaba, respeté su dolor, dolor causado por mí.

De pronto se incorporó, me apoyó suavemente en el sillón, quitó toda mi ropa y me observó. Me besó tiernamente, yo seguía callada, lo dejé que hiciera lo que sentía, de igual manera yo era suya y confiaba plenamente en él. Pasó la yema de sus dedos por mis cicatrices, las palpaba como si quisiera guardar la textura en su mente, recorrió mis nuevos "tatuajes", bajó hacia mis pies, besó las marcas que dejó la linfografia, en ese lugar se quitó su ropa, sin hablar aún se recostó encima mío y susurró, muy bajito:

—Yo quiero darte felicidad, amor, pasión. Quiero ser quien te haga olvidar todo lo malo y te recuerde que lo bueno todavía existe, no importa lo que suceda, siempre seré el bueno, quien de ésta hermosa manera te haga sentir viva y que la vida merece ser vivida así, con pasión. Te amo bonita.—dicho eso me entregué a él no sólo con mi cuerpo, también con mis sentidos, dándome cuenta de que Valentino es mi mejor medicina, la única que me va a curar de verdad.

#

Cada vez que ingresaba al instituto radiológico, debía presionar un número en un panel digital, el cual daba aviso a los técnicos de que yo ya estaba ahí. Diecinueve, ese era mi número.

Cuando en el panel grande aparecía, era momento de ingresar.

Besaba a mi niño bello y me disponía a despojarme de la ropa para la sesión de rayos. Seguía siendo humillante para mí.

¿Tenía más opciones? No. Asique con muy pocas ganas, lo hacía.

Primero era de frente y luego me hacían girar para las de la espalda.

Mentiría si digo que sentía algo. Realmente cuando escuchaba que me decían que ya habíamos terminado, no me daba cuenta.

Maravilloso.

Porque la cosa, era lo que hacía por dentro. Y no era nada bueno.
Salí de la sala, Val estaba bebiendo agua.

—Amor ¿quieres ir a almorzar a un lugar muy bonito que encontré?

—Pues, vamos. Me encanta la idea.

De camino al restaurante, respondí un llamado de mis padres, quienes querían saber cómo iban las sesiones. Ya iba por la mitad del tratamiento. Les conté todo y ellos se alegraron de saber que todo marchaba como se esperaba.

No los había podido ver, porque al tener sesiones diarias, era difícil movilizarnos en ésta ciudad tan grande. Ellos viven a doscientos cincuenta kilómetros de dónde estábamos viviendo ahora.
Era lindo hablar con ellos. Me calmaba.

Llegamos al lugar, quedaba en el Delta, al lado del río, en un muelle. Era perfecto.

Ordenamos las bebidas y la comida, aproveché la espera para ir al tocador.
Ingresé y miré alrededor, mi amor se había esmerado, hasta el baño era precioso. Estaba por lavarme las manos, me miré al espejo, pensé en que tenía más ojeras que el día anterior, debía taparlas. Pasé mi mano por el cabello para acomodarlo y sucedió.

Observaba el primer mechón de mi hermoso cabello en la palma de mi mano. Automáticamente mis ojos se nublaron, sabía bien que no era una tragedia, que pasé cosas peores, pero sentirse bien con una misma ayuda. La autoestima es fundamental para cualquier persona, cuidar nuestra imagen, la alimentación, la salud, son cosas básicas.

Y ahí estaba yo, mirando como mi rostro se venía abajo con el cansancio del tratamiento y ahora iba a quedar calva. ¿Cómo se hace? Pasar de tener el cabello por la cintura, a no tenerlo.



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En el texto hay: basada en hechos reales

Editado: 16.04.2022

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