Eran cerca de las seis de la mañana, las calles estaban llenas de charcos, el desagüe aun sonaba. La chica se encontraba sentada en un parque, empapada, sus manos temblaban y ella sabía que posiblemente iba a enfermar. Pero no le importaba, necesitaba exteriorizar todo aquello que sentía y gracias a la lluvia, al frío y a las temibles calles desoladas a esa hora en la ciudad tranquila en la que vivía sus lágrimas no se notaban y a fin de cuentas aunque la suave llovizna que caía a esas horas de la madrugada lograba ocultar las lágrimas silenciosas que de sus ojos caían ella debía volver a casa y poner todo en orden como siempre. Hacer de la chica de padres perfectos y ocultar todos sus problemas lejos de casa, en donde debían estar, lejos de la perfecta Sabine Kurtz que habían creado sus padres con miles de correcciones con los años. Debían estar inevitablemente lejos de la chica que agachaba la cabeza cuando la gente pensaba que había cometido un error, la que ponía la mejilla para que le pegaran por errores que no había cometido, la que aceptaba que la culparan y la juzgaran sin decir no, aquella muchacha que respondía solo cuando debía y que lo hacía con una educación impoluta, la chica de las "flores" le llamaban porque era susceptible al viento, porque sonreía con parsimonia, porque hablaba con elegancia, vestía con pulcritud, olía a rosas y girasoles. Y ella nunca, nunca cometía un error fuera del triángulo de imperfeccionismo de sus dos padres y ella. Oh! cuanto los odiaba, cuanto los aborrecía. Pero ella mentía, porque tampoco anhelaba la vida que se le había destinado antes de nacer.
Se limpió las lágrimas tomó una exhalación que le dio un gran dolor en el pecho, sonrió y se levantó. Debía llegar a casa antes de que Tyler despertara, Sabine no quería preguntas, porque seguramente esas preguntas tendrían respuestas que no debía decir. O mejor dicho, respuestas que no estaban preparados para contar.
La casa a su nombre, no era una mansión. Pero era grande, lo bastante como para no querer vivir sola y deprimida en ella. Philip tenía cerca de 55 años, él había sido el mayordomo de su padre por años, hasta que ella creció y se adueñó de sus favores y su cariño con el tiempo. Y cuando, dos años atrás ella había decidido salir de la madriguera de sus padres. Se lo llevó consigo. Philip era un hombre tranquilo, no hacía preguntas más de las necesarias, mantenía el orden cuando solo existía caos. Él y Tyler eran la eterna compañía con la que contaba, ellos sabían cada uno de sus secretos y ella sabía que ellos guardaban cada uno si así su vida dependiera de ello. Ella los amaba con el alma, a diferencia de sus espantosos padres, ellos se habían ganado el real cariño que ella fingía alrededor de sus progenitores. Porque nadie sabía que ella era adoptada, y ninguna persona tenía el valor suficiente para preguntar porque teniendo padres infinitamente distintos físicamente Sabine llevaba su apellido.
- ¿Pensabas llegar.... o la culpa te carcome el alma? - Tyler estaba acostado en la inmensa cama con colchas grises de Sabine, estaba medio dormido cubierto por solo el edredón, sus zapatos estaban tirados, y la luz de la lámpara de noche estaba encendida, seguramente para no conciliar el sueño. Tyler odiaba dormir con las luces encendidas. Sabine empezó a desnudarse, tenía la ropa tan pegada a la piel que era un trabajo sumamente difícil.
- ¿Cuánto tiempo llevas despierto? - Estaba disfonía, apenas salía sonido de su garganta. Como si hubiese gritado tanto hasta lastimar sus delicadas cuerdas vocales. Y así había sido.
- No lo sé.... ¿cuánto llevas fuera de casa? - Tyler estaba medio dormido, no le gustaba que Sab durmiera fuera de casa, o que no llegara sin avisar. Le asustaba, una vez había llegado llena de sangre, en shock, en la mitad de la noche después de tres días de angustia y desespero porque nadie sabía de ella. La chica entró ese día, se dio un baño de horas y se durmió por días, sin comer, ni hablar. Cuando se levantaba, bebía agua y miraba por horas o minutos eternos puntos exactos sin notar la presencia o el movimiento. Después de casi dos semanas de silencio e hibernación la chica se levantó y desayuno con alegría, devoró todo con ansiedad. Pero nunca habló del tema y nadie lo mencionó.
- Duerme, debemos ir por Leah antes del medio día - Después del arduo trabajo abrió el armario y sacó una pijama que no solía utilizar, de felpa y tomó una toalla. Tyler la admiro desde atrás. Sabine tenía marcas en la espalda como tatuajes, eran hermosas y naturales. Pero eran letras de nombres, de almas. Iniciaban desde lo alto de su nuca y él estaba seguro de que si se rapaba completamente la cabeza habrían letras allí; llegaban hasta cinco o seis dedos más abajo de sus hombros.
- Esperare - Su palabra fue suficiente para saber que no iba a irse, que no iba a dormir sin Sabine a su lado, sin sentir que él calentaba a la mujer que lo salvó y que la aislaba del mundo real. Su amor no tenía nada de eros, nunca había existido morbo entre ellos, no se admiraban como hombre y mujer, ni como amantes. Era un ágape imposible en un mundo tan corrompido como en el que vivían.