Un retrano maevano.
Darleen.
Al abrir los ojos lo primero que vi no fue a Mérida para ser franca, vi a Jaden con la cabeza apoyada entre sus manos, sé que no está dormido pero tampoco es que estemos en la misma habitación por lo visto su cabeza es una gran maraña de pensamientos y todos giran en torno a mi recuperación y otras cosas sobre el reino y los ataques que están recibiendo de los lycans, una rebelión más y los tendré que erradicar a todos y cada uno de todos los integrantes y amantes de mi madre de una vez por todas.
—¿Aun piensas que el fuego es malo? —le pregunte para sacarlo de sus pensamientos.
Tardo un par de segundo en regresar a la realidad, pero pude notar que el cómo muchos elfos y entre otras criaturas siguen creyendo que los dragones están extintos. Y si tal vez por las cosas que aún se cuentan es por esa razón que todo el mundo cree que ya no existen más, pero es mentira. Por cualquier cosa deben de ocultar la verdad con mentiras; hasta yo misma lo sé por qué he vivo para ocultar la mentira durante treinta siglos o cuarenta, y no puedo hablar en público sobre los descendientes de esta raza, las raíces no se deben marchitar, aunque tengan que enfrentarse a el lado más oscuro de la realidad. Vivir en el mundo asombroso que nos cubre es algo que ningún ser mortal podría llegar a entender y si llegara a entrar perdería la cabeza antes de poder asimilar tantas cosas en menos de un segundo.
—Hace mucho que me acostumbre a que tú eres fuego —hablo mientras levantaba su cabeza.
Hice una mueca de mal gusto.
—Tienes suerte de que me sienta más vida que muerta —me burle e intente no reírme mucho por mi comentario.
—Has muerto al menos trecientas veces y aun así sigues de pie, no logro entender cuál es tu verdadero poder, pero por lo visto es más que invencible eres inmortal como las leyendas dicen, cariño.
Mi poder. Claro mi poder es destruir todo lo que toco.
—Mi poder es ir en contra de la ética del reino al que pertenezco y despreciar la corona que me corresponde por no quiero ser una reina y ser solo una guerrera.
—Pero eres la mejor que jamás haya conocido en mi vida.
Tuve que mirar a través de él, aunque no quería hacerlo. Está cansado, no quiere que la guerra llegue a la puerta del castillo y mucho menos tener que arriesgarse a perder todo por una estúpida guerra que seguramente yo he provocado, y no es mala idea una guerra más una guerra menos no es nada para mí. Yo solo busco en estos momentos una cosa y es encontrar lo que me pertenece, aunque tenga que llover sangre del cielo. Jure destruir a todos aquellos que intenten detenerme y no cambiare de parecer, Jaden esconde muchas cosas detrás de esa mirada perdida que refleja amor.
—¿Hace cuanto no duermes? —le pregunte.
—No necesito dormir —se justificó.
—Al menos ven a hacer compañía dentro de tu gran cama —mi voz esta calmada, aunque apunto a quererse romper en cualquier momento y no necesariamente por tristeza.
—¿Eso no va contra las normas del sagrado matrimonio?
Le puse una cara de mala, terriblemente mala.
—Sabes que odio a la iglesia y si por mi fuera jamás entraría en una, pero por desgracia no puedo porque soy hija de satán y para que quiero que me quemen en una hoguera y después se den cuenta que las quemaduras se curan después de un rato —brame.
—No termino de entender cómo es que aun sigues sin perdonarle eso a los mortales.
Me encogí de hombros restándole importancia a su comentario.
Le hice una seña con la mano para que se viniera acomodar junto a mí y él no se pudo resistir a mi insistencia y simplemente se levantó de la silla, rodeo la cama y se acomodó junto a mí metiéndose bajo las sábanas.
Podría haber escogido un mejor momento para poder detenerme a pensar en él, existen millones de momentos para poder recordar el sonido de su voz, su personalidad perversa cuando algo le molesta y no se toman las medidas necesarias para la seguridad al momento de llevar a cabo alguna actividad. Nunca le gusto entrenar conmigo porqué siempre temía terminar al otro lado del reino hecho pedazos y él tenía razón, pero esa no fue la razón exacta por la que nunca peleamos juntos la razón era porqué él siempre se la pasaba entre los brazos de mi hermana mientras a mí me veía la cara de idiota o al menos eso creían ambos. Ser única en mi especie es mucho más de lo que todo el mundo, pero también tiene sus consecuencias, las sombras escuchan y ven todo; es imposible no enterarme de todas las cosas que pasan dentro del castillo.
Han pasado tres horas desde que Jaden dejo la habitación dejándome sola como me gusta, no Mérida, no Jaden, no damas de compañía, solo yo sola como siempre.
Me levanté como pude. Me doblegue por el dolor mientras me acercada al espejo más cercano. Como pude me levante el camisón, intente no mirar, pero tenía que ver que tan mal ha quedado la herida. Cuando mis ojos dibujaron la línea que se había formado y que se comenzaba a desparecer algo dentro de mí se rompió de todas las formas posibles y existentes en el cuerpo de todo ser existente con emociones. Las emociones te hacen débil. Te rompen cada vez que pueden y eso no te ayuda en muchas cosas. Solo te ayuda a perder el control de ti mismo.
Todo mi cuerpo comenzó a temblar, mi pecho se comenzó a comprimir de la forma más desgarradora posible, el color de sus ojos los pude ver reflejados desde el cristal. No pude contenerme más, no pude sostener más mi cuerpo y me dejé caer sobre mis rodillas ahogando un grito con las palmas de mis manos. Tanta carga me hará perder la cabeza.
Las lágrimas comenzaron a volver a correr por mis mejillas, aunque no sentía la necesitas de llorar, ni siquiera puedo controlar la ira que esta retención de emociones me provoca.
«Si el mundo se cayera yo estaría ahí para protegerte del mundo por qué yo nunca te dejare caer ante el mundo».
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Editado: 02.09.2022