La caída
Darleen
He tenido un par de horas de locos.
Todos dentro del reino están tan distraídos que dudo que noten que no estoy mientras bendicen a la engendra.
Dimitri debe de estar presente como guardia de seguridad de la engendra, los demás solo serán testigo de saber que don obtendrá mientras yo camino hacia la perdición; nada nuevo por aquí como tampoco por haya.
Mason intento convencerme de que era una maldita locura ir yo sola, pero sino soy yo quien los para entonces nadie más podrá hacerlo. Aún que no hubiera sido una pésima idea darle el boto de duda a Mason de intentar persuadirlos. Ahora que lo pienso mucho mejor posiblemente hubiera sido mejor que ir sola.
Es su nota especifico que querían que fuera en donde surgió la oscuridad exacta, al otro lado de la barrera de protección de los reinos externos exiliados por Adalyn —no tengo idea de qué clase de criaturas existen ahí, pero dudo que sean buenas—, decidí dejarme el peinado que Mason me hizo y también él fue quien me ayudo a ponerme mi armadura especial que fue forjado únicamente por las manos de las hadas. Hace bastante tiempo que no lo utilizaba, pero ahora que lo traigo puesta puedo notar que el olor a perro muerto jamás se le ira. Nunca vuelvo a ponérmela para intentar erradicar a los lycans es un error que no volveré a cometer dos veces.
La armadura en un toque que Mason no pudo dejar pasar según él —para más seguridad de no morir— como si morir fuera una de las primeras opciones que anote cuando leía la nota de Aubery y todavía tuvo el descaro de firmarlo con “amada mía, mi ser amado” hubiera preferido mil veces que lo hubiera firmando con mi nombre completo y no con una demostración de amor que no vale la pena recordar después de todo él fue quien termino de cortarme las alas y hacerme quien soy ahora y lo único que les podría decir sería un gracias por hacerlo por mí.
El viento no juega a mi favor y claramente eso no me agrada en lo absoluto.
Tome del mago mi espada sin desenfundarla hasta quedar a unos diez metros de donde están los cuatro. Aubery, Tom, Marcus y Thorin; en el aire se podía sentir la tensión abrazándonos. Los sentidos que nosotros tenemos son mucho más desarrollados que al de los demás, puedo sentir el aire impregnado con el olor metálico de la sangre. Estoy segura de que caeré, pero intentare hacerle daño al menos, aunque sea un poco.
Su mirada cayó sobre mí al instante y por un micro segundo me sentí indefensa. Ellos son cuatro príncipes mientras que yo soy cuatro en un simple cuerpo que puede o no resistir a una pelea contra los cuatro.
—Entonces si escogiste la guerra, Darleen —pronuncio Thorin. No había notado que está parado en medio de los demás imponiendo seguridad. Ja. Ya quisiera él ser mejor de lo que es Aubery en el campo de batalla. Podremos ser de distintos años y creados de diferente forma, pero somo iguales.
—Siempre será guerra, Thorin, pero eso tú ya lo sabias —le respondí aun sin sacar de espada, estaba esperando el momento en que alguno de tres se desapareciera como humo de su lado.
Fue en un abrir y cerrar de ojos cuando sentí un golpe en el estómago que me hizo retroceder al menos tres manos hacia atrás. Sus mentes están apagadas y así no puedo saber cuál será su siguiente movimiento; por primera vez esto no me funcionará. Entonces tendría que hacerlo a la forma que me enseño Adalyn y tendría que seguir mi maldito instinto de cazadora.
Tom es demasiado fuerte y sinceramente creí que le primer golpe me lo daría Aubery. Sonreí ante su gesto amistoso antes de regresarle el golpe. Me sincronice de la mejor forma mientras ambos nos convertíamos en una maldita bola de golpes repetiditos, rodillas, estómago, rostro y espalda. Sobre todo los golpes bajos y sucios que me hacían terminara comiendo polvo hasta que cerré mis ojos un segundo dejándome llevar por la melodía que sonaba de fondo, un par de violines y entonces al abrirlos tome su muñeca con mi mano derecha, proporcionándole una patada en las costillas y rompiéndole su brazo con un ligero giro de doscientos ochenta grado hasta que escuche que el hueso se safo le solté la mano y entre jadeos y gruñidos de los dos puede doblegarlo del dolor y así fue como le proporcione una patada a la gravedad que lo mando hasta donde están parados sus hermanos derribando únicamente a Marcus quien fue quien recibió el golpe.
Me lleve mi mano izquierda a mis costillas de mi costado derecho jadeando un poco por el dolor.
Levante mi mirada hacía ellos, pero aún tengo un poco de polvo estorbándome en los ojos.
Se de buena mano que no solo estamos los cinco solo, sé que Abaddon nos está observando desde algún punto de este lugar poco sano o mejor dicho demasiado horrible para la vista de un demonio que porta elegancia y sencillez en algunas ocasiones.
¿Qué haces aquí?
Tenía demasiado en cuenta que no era la única persona en el mundo que podía hablar a través de las mentes, sé que Rhysand también puede hacerlo, es un lord mientras que yo solo fue un regalo de un eclipse mal aceptado por su propia sociedad.
—¿Qué crees que tú estás haciendo? —tardo, pero me respondió de la misma forma que lo hice yo.
Sentí la mirada de Aubery mucho antes de responderle a Abaddon.
Me quede callada y con la mirada fija en cada uno de sus movimientos sintiendo miedo de nuevo, él me está provocando miedo de alguna forma errónea. Cerré mis ojos cuando lo tuve lo suficientemente cercas como para que con suavidad pasara sus yemas de sus dedos por mis heridas que comienzan a cerrarse lentamente. Aubery puede ser un hombre vil y cruel pero también puede llegar a ser atento y grosero al mismo tiempo.
—Me traicionaste —hable entre susurros dolorosos.
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Editado: 02.09.2022