La semilla de la verdad
Aubery
El miedo siempre ha sido su peor enemigo, aunque lo niegue y siempre busque una salida.
Había tardado en darme cuenta de todas y cada una de sus intenciones, pero ahora todas y cada una de ellas las veo tan claras como antes pero ahora con la diferencia de que yo tengo la ventaja sobre ella, y lo que busca es lo que encuentra pero que tanto busca que se tarda tanto en encontrarlo, ya que se rehúsa a darme las respuestas que busco.
Darleen es lista pero no tan lista como para ocultar bien sus malas intenciones.
Sabía cuál sería su siguiente movimiento, vi como Rhysand y ella compartieron una mirada antes de que él extendiera sus alas y se alzara hasta intentar llegar a mí, me gire al menos un poco para evitar su golpe, esté no es fácil de rendirse, pero tampoco es un buen rival para mí, desenfundo su espada y comenzó a atacarme de forma simultánea, sin dar un par atrás. Todos y cada uno de sus golpes los esquivé con facilidad. Pero cuando tuve la oportunidad de alejarlo lo hice en un golpe fuerte, sordo y bastante doloroso que lo hizo quedarse en el suelo hasta que me volví a acercar a Darleen. Con ella pelear es como bailar das dos pasos hacia enfrente y retrocedes tres.
La acerque a mí con un simple movimiento de mi mano, la acerque tanto a mi rostro que me permití retirarle un mechón de su cabello blanquizco de su frente pasándolo detrás de su oreja como solía hacerlo antes. Pero con la diferencia de que ahora mismo el rose de su piel contra la mía le provoca un dolor uno tan agudo y mortal que la observo con mucha fascinación como se retuerce del dolor, sus gritos son desgarradores, sordos y de lamentó puro, pero ella se resiste y entre más resistencia ponga más dolor le causara.
—Siempre te has ocultado detrás de tu dolor —comencé a hablarle— pero nunca te has dado cuenta de que existen métodos de agudizar más y más tu dolor cuando te resiste tanto que el miedo pasa a ser un segundo plano y el dolor sigue permaneciendo en el primer lugar.
Me basta con mirarla directamente a los ojos para darme cuenta de que su sufrimiento en puro.
—¡Basta! —grito Rhysand al escucharla gritar de forma agonizante. Las ganas de romperle el cuello me ganan, pero respire hondo antes de lanzar el cuerpo de Darleen hacia un costado mío estrellándola contra una viga que estaba a punto de romperse, se hizo pedazos y ella quedo medio inconsciente el veneno de dragón tarde o temprano la terminara dejando en el suelo no tardara demasiado en hacerle efecto.
Pase de largo hasta levantar la espada de Darleen que al principio me quemo la palma de mi mano rechazándome para que después de unos minutos me aceptara o al menos dejarme manejarla por mí mano. Rhysand volvió a levantar su espada contra mí, el filo de ambas espadas comienza a chocar y una secuencia de chiscas sobresalía de entre nosotros mientras con cada pasa que dábamos más ventaja me daba él de hacerle daño. Es fácil imaginar y recrear mentalmente cuáles serán sus movimientos, el baile nunca debe de ser una clase que se deberían de perder por qué la delicadeza y la precisión de los pasos son los que te ayudan cuando tienen que pelear.
Las espadas se nos escaparon de nuestras manos y entonces los golpes comenzaron a llegar. Esquivaba y recibía algunos de su parte, pero no es mi rival, no tiene los mismos años que yo tengo y tampoco tiene la capacidad física para ganarme, aunque quisiera jamás podría llegar a ganarme. Chocamos con algunas paredes, otras contra el suelo, pequeñas hebras y salpicaduras de sangre salían de nuestros rostros.
Hasta que lo tome por el cuello, lo alce al aíre y deje caer su espalda contra el suelo junto a un sonido bastante sordo y potente que hizo a Darleen levantarse e intentar moverse pero para cuando ella intento acercarse yo ya tenía de nuevo de píe a Rhysand, uno de mis brazos lo tiene sobre el cuello cortándole un poco la respiración mientras que mi otro mano sostiene una de sus alas que a simple vista parecen ser su mayor debilidad, como se vería un alto lord sin un ala, no lo sé tal vez debería de preguntárselo a Darleen. Me giré para verla y entonces le pregunté:
—¿Alguna vez has visto como un murciélago sobrevive sin sus alas? —le pregunte deslizando mis delgados y ensangrentados dedos por su ala.
Darleen se incorporó más sosteniéndose un costado suyo y jadeando del dolor.
—No. Pero no es necesario ser listo para saber que es una forma de demostrar debilidad y dejar que otros se aprovechen de esa falla que tiene —me respondió al mismo tiempo que de entre los labios de Rhysand sobresalió un grito lleno de dolor, y segundos después su cuerpo cayó al suelo son un ala ya que es la que sostengo en mi mano como un maldito trofeo—. ¡Eres un maldito monstruo!
—Yo por eso te pregunte lo que pasaba si un murciélago perdía un ala, Charlotte.
—No es justo que utilices esas cosas en mi contra, no es un juego justo, Aubery.
—Se supone que todo en nuestras vidas debe de ser justo, pero cuando crees tener todo llega alguien más y te lo quita como si fuera un maldito dulce que ya no te sabe bien.
—¡Te odio! ¡Te odio!
Deje caer el ala al suelo antes de llevar su cuerpo hasta uno de los muros detrás de ella, tomándola por el cuello y levantándola hasta que sus pies comenzaron a soltarme patadas al aire mientras mi mano se cerraba más y más alrededor de su cuello sin titubeos. Si tuviera que mirla dos veces más directamente a los ojos y ver como estos se comienzan a llenar de lágrimas por culpa de ambos podría llegar a experimentar el sentimiento de culpa, pero no es así.
Darleen intento romperme la mano para liberarse, pero se está quedando sin tiempo, se queda sin recursos y sin una luna llena cerca es como un pequeño cachorro que necesita mucha sangre para ser capaz de terminar conmigo y sin Shadow a su lado para mi es mucho más fácil corromperla y hacerla pagar por todos esos años que me exilio a la tierra de nada, a la oscuridad y a errar por sus pecados y sus malos pasos. Bueno, nuestros pecados y nuestras heridas.
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Editado: 02.09.2022