Saga Elemental 2: El Pergamino

STELLA

 

 

Cuando abrí los ojos, estaba recostada sobre una enorme piedra a la orilla de una isla. Parpadeé un par de veces para aclarar mi vista y tras intentar ponerme de pie un par veces, pude lograrlo.

Sentía el cuerpo cansado, tal vez el cansancio o el ligero mareo que tenía se debía a las largas horas que estuve en el mar. Había algo sin embargo, que me hacía cuestionar cómo es que logré sobrevivir cuando en realidad tendría que estar ahogada. Estaba segura que la última explosión había sido tan fuerte que me había dejado inconsciente. Y ahora estoy en una isla desconocida, sola, no tengo ni la menor idea de donde están mis amigos o si lograron sobrevivir.

El paisaje aquí es un poco sombrío y silencioso, muy silencioso.

Camino despacio entre los árboles, mi estómago gruñe a medida que voy avanzando. Me siento sobre una roca y trato de encontrar con la vista un árbol con frutas. A la distancia localizo un árbol de una fruta desconocida, camino hasta allí y trepo con cuidado hasta alcanzar un par del tamaño de mis puños. Se parecen a higos, están algo oscuros y no son tan sabrosos como imaginé, de igual forma me las comí sin dudar.

Después de caminar un poco más mi estómago arde, duele tanto que caigo de rodillas al suelo sujetando con fuerza mi vientre. El dolor es tan insoportable que no puedo evitar gritar. Las lágrimas corren por mis mejillas, nunca antes había sentido un dolor tan horrible como este.

Lo último que recuerdo antes de perder la consciencia, fueron un par de gruñidos, luego todo se volvió oscuro a mí alrededor y el dolor había desaparecido.

La oscuridad me rodeaba y en ella me encontré parada en la inmensidad. Caminé de un lado a otro, intentando hallar una salida, grité un par de veces, pero el eco se perdía en la distancia. Me acuclillé intentando respirar con normalidad, esta oscuridad no me gustaba para nada.

—Stella Maris, el cuarto legado —oí una voz sobre mi cabeza. Miré hacia arriba y un lazo de luz apareció varios metros sobre mí. Dentro de la luz varias esferas minúsculas de un intenso brillo comenzaron a distinguirse, poco a poco, esos pequeños círculos empezaron a tomar formas como pequeñas figuras humanas luminosas que flotaban dentro del lazo de luz.

—Debes encontrar el Liderato —dijo una de las figuras con voz femenina.

— ¿El Liderato? —esa palabra se me hacía familiar, pero no recordaba con claridad dónde la había oído.

—El emperador está cada vez más cerca —dijo otra voz—. No debes dejar que los atrape.

Las luces comenzaron a titilar frenéticamente. Una pequeña figura miró hacia un lado y por la expresión de asombro y miedo que se reflejó en su rostro, dirigí la vista hacia el mismo lugar. Mis ojos se abrieron al ver una enorme sombra que destellaba una luz rojiza que se acercaba lentamente hacia nosotros.

— ¿Qué es esa cosa? —pregunté incrédula.

—Es el Negrolum —dijo otra voz temblorosa.

Las luces frente a mí comenzaron a desvanecerse, todas con temor, dejándome sumergida en medio de la oscuridad nuevamente. Observé hacia mi costado al Negrolum una vez más, notándolo parado justo frente a mí, di entonces un salto hacia atrás cayéndome sentada en el frío y duro suelo. Levanté mí vista hacia la imponente figura escalofriante sin poder evitar soltar un respingo por el sobresalto.

Abrí mis ojos sobresaltada, aquella criatura no era humana y aquellos fríos ojos no reflejaban nada más que ansias de muerte y destrucción.

Respiré con lentitud tratando de acompasar los ritmos acelerados de mi corazón. Una vez calmada, observé de un lado a otro, estudiando el entorno que me rodeaba y me sorprendí al encontrarme dentro de una enfermería, se parecía a la que había en el instituto. La sala era más grande y la única camilla ocupada era donde me encontraba sentada.

Solté un largo suspiro antes de bajarme y notar que estaba vestida con un camisón blanco. Mirara por donde mirara, no encontraba mi ropa por ninguna parte.

Pisé descalza sobre las frías baldosas hasta llegar a la puerta y abrirla con cuidado de no hacer ruido. Después de verificar que no hubiera nadie en el pasillo, salí de forma rápida a encontrar algo de ropa. Si ese instituto se parecía al que habíamos destruido, quería decir que también tenía un depósito de ropa. Subí las escaleras de dos en dos hasta dar con la puerta que buscaba. El letrero blanco con letras negras lo decía todo.



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En el texto hay: aventura, misterio, acción

Editado: 20.11.2020

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