Cuando nos dimos la vuelta y nos adentramos en el bosque, todos estábamos en silencio como si estuviéramos guardando luto. Lo que estábamos haciendo era una fuga y probablemente el temor de ser descubiertos estaba más que presente en cada uno de nosotros, aun así seguimos andando lentamente con cada paso, cada vez más pesado.
Las imágenes de las bestias atacándonos el primer día que había venido aquí invadieron mi cabeza, llenándome de dudas e inseguridad de lo que estábamos haciendo. Sabía que no podía echarme atrás porque ya había aceptado el plan, y aunque cada hueso de mi cuerpo gritara que volviera, no podía dar un paso a retroceso.
El sudor corría por mi frente mientras corría hacia el cementerio, reprimiendo un llanto de angustia. Al mirar hacia los demás chicos, supe que a ellos también les estaba costando las consecuencias de haber tomado una decisión prematura.
Incluso Jonathan que todo el tiempo desde que lo conocí se había mantenido sombrío y misterioso, se veía atareado en una nube de pensamientos que le ensombrecía los ojos.
Y Elizabeth que siempre tenía ese espíritu tan alegre y extrovertido, se veía claramente intranquila como si estuviera a punto de salirse de su piel.
Stella era la única de los cuatro que mantenía la actitud decidida. Al menos eso era lo que se veía a simple vista, pero por dentro tal vez se estaba muriendo del miedo al igual que todos.
Cuando llegamos al cementerio, nos detuvimos a tomar aire.
— ¿Dónde está Eric? —oí a Elizabeth, preguntar abruptamente por el efecto de la carrera.
—No lo sé —Stella comenzó a buscarlo con la mirada.
—Allí está —contestó Jonathan, indicando con la cabeza detrás de mí.
Me di la vuelta y definitivamente estaba allí, con el aliento helado. Nos vio unos segundos y luego se acercó a Stella, su mirada era diferente. Caminaba con la cabeza agachada como si se sintiera culpable. No tardé mucho en darme cuenta de lo que estaba pasando.
—Stella, dime que no es lo que estoy pensando —dije aterrada.
—No serías capaz… —susurró ésta.
Cuando Eric levantó la cabeza y aulló, se llenó de bestias a nuestro alrededor.
— ¡Traidor! —le gritó Elizabeth.
Las bestias continuaron avanzando hacia nosotros. Lo único que podíamos hacer en ese momento era colocarnos espalda con espalda formando un círculo.
Eran demasiados y todos nos estaban mostrando los dientes, era una amenaza silenciosa de que todo había llegado a su fin. Que terminaríamos muertos entre sus afiladas garras.
La sonrisa burlona de un hombre satisfecho se oyó fuerte y clara. Miré por todos lados, pero no vi a ninguna persona a parte de nosotros cuatro.
— ¿Creyeron que lograrían escaparse así nomás? —La voz claramente molesta, era la del director que estaba escondido en alguna parte ¿pero dónde?—. ¿Es que acaso pensaron que sería fácil?
— ¿Cómo pudiste hacernos esto? ¡Confié en ti! —le gritó Stella a Eric, en su rostro se veía una mezcla de enfado y decepción.
— ¿Qué creías? Que les ayudaría a escapar, pero si él los ha estado engañando todo el tiempo —se mofó de nosotros el director.
Desde las sombras, lo único que pude ver fueron dos luces rojas que después de verlas atentamente, me di cuenta que eran sus ojos los que brillaban de esa forma tan diabólica.
—Usted es nuestro director, no se supone que intente matarnos de esta manera —protestó Elizabeth.
—Pero si no los pienso matar… solo lastimarlos un poco, para que comprendan que nadie puede salir de este Instituto sin mi autorización.
A continuación, Eric dio un paso adelante y las bestias comenzaron a cerrar aún más el círculo a nuestro alrededor.
—Espere —pidió Elizabeth—. Primero díganos por qué.
—Porque de lo contrario volverán a intentar huir. Es por eso que necesitan un escarmiento.
—Solo queríamos saber lo que nadie nos ha querido responder —declaró Jonathan.
—Y según tú ¿qué es lo que querían saber exactamente?
— ¿Por qué estamos aquí?
—Si se los dijera, tendría que matarlos y ustedes son de suma importancia para complementar mis planes.
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Editado: 17.07.2022