Saga Elemental I: El Legado

Stella

 

— ¿Cómo que es especial? —pregunté confusa.

—Porque es sagrada al igual que la tuya y los tres jóvenes que estaban contigo en el cementerio y que en este momento se encuentran en el calabozo del Instituto.

—Están en un calabozo —repetí más para mí misma que para él.

—Richard quiere eliminarlos porque sabe que ustedes son el Legado.

—Hay una cosa que no entiendo ¿por qué ellos no utilizan sus poderes para liberarse de ese calabozo?

—Porque no pueden, el calabazo está hecho de un material que no deja entrar más que el aire suficiente para respirar… creo que fue construido precisamente para que nadie pudiera utilizar sus poderes.

— ¿Y qué vamos hacer ahora?

—Pedirle ayuda a los Sp…

— ¿Qué?

—Los Sp son los que tienen sangre sagrada y que fueron convertidos en bestias… por cierto, Jonathan mató a una de ellas el otro día.

— ¿Te refieres a la bestia blanca? Ella nos atacó primero.

—Si hubieras prestado más atención, te hubieras dado cuenta que no les atacaba a ustedes realmente, sino a las demás bestias que sí querían atacarlos.

—Entonces fue por eso que Jonathan se sintió fatal después de matarla… porque era una sangre sagrada —todo comenzaba a tener sentido—. ¿Y dónde podemos encontrar a las Sp?

—Nadie las encuentra, ellas nos encuentran a nosotros cuando las necesitamos.

— ¡Las necesitamos ahora! —grité, pero no apareció nadie.

—Solo debemos caminar hasta perdernos, entonces ellas aparecerán.

Varias horas después me dolían los pies, y aún no había señales de nadie más que de Eric y la mía. Estaba cansada y solo deseaba echarme sobre el suelo y dormir.

—No te detengas —me avisó Eric.

— ¿No crees que ya sea suficiente?

Eric negó con la cabeza y siguió caminando.

Al cabo de lo que parecieron ser cuatro largas horas de caminata entre las espesas malezas, mi cuerpo se sentía completamente extenuado debido al gran esfuerzo físico que había tenido que soportar para poder mantenerme en pie, o peor aún que mis pesados párpados no se cerraran súbitamente. Mis extremidades apenas obedecían mis órdenes, lo que había causado que me cayera varias veces.

—No entiendo por qué mi cuerpo se siente tan cansado… he pasado algunas noches enteras entrenando y aun así no me cansaba tanto de esta manera —me quejé débilmente.

Eric me miró de reojo y a juzgar por la forma en la que su pelaje se erizó notablemente, supe que algo no andaba bien.

— ¿Qué sucede?

— ¿En qué momento del camino empezaste a sentir ese cansancio repentino?

—Pues… no lo recuerdo bien —respondí al tiempo que me dejaba caer, mis piernas ya no aguantaban mi propio peso, y lo único que pude hacer fue hacer un gran esfuerzo para que no se me cerraran los ojos.

—Algo no está bien —recapacitó Eric—. La tierra aquí es diferente —dijo, al fin dándose cuenta demasiado tarde de lo negruzca y algo pantanosa que era esa zona.

—Hay mucha sangre —chillé débilmente, respirando con cierta dificultad. Lo que hacía que resoplara involuntariamente.

—Aquí no hay… —Eric se tensó aún más de lo que ya estaba, y luego miró hacia el suelo—. ¿Estás diciéndome que el suelo se ve de esa forma, porque está empapado por sangre?

Se veía algo afligido.

—Una sangre diferente tal vez —observé.

Desde donde me encontraba tumbada, solo podía ver hacia arriba y a Erick que se había detenido junto a mí. De manera que miré al cielo a través del pequeño círculo (a varios metros de altura sobre mí) en el que todavía no había sido tapado por los gajos de los árboles. Vi a una nube pasar perezosamente por el cielo grisáceo. Y me pregunté si ya estaba anocheciendo.

—Definitivamente esto no es sangre —afirmó Eric, después de olfatear el suelo—. Pero sí, percibo el olor a sangre en el aire —hizo una pausa—. ¿Puedes levantarte?

Negué con la cabeza sintiendo un ligero mareo.

—Descansemos aquí entonces.

Eso fue lo último que escuché antes de quedar inconsciente. Nunca me había sentido tan cansada como para no poder levantarme. Cuando por fin pude abrir nuevamente los ojos, divisé un gran bulto a mi lado y necesité varios segundos para darme cuenta de que ese bulto se trataba de Eric, que estaba hecho un ovillo. Parecía un perro muy grande.

Cuando mi corazón volvió a normalizarse nuevamente debido al susto que me había llevado con Eric, me puse de pie lentamente, y sujetándome con una piedra que había aparecido suavemente a mis espaldas como si presintiera que necesitaba ayuda. Trastabillé un segundo y luego mis piernas pudieron soportar mi propio peso. Caminé un poco, esta vez sin ayuda de la roca, y me sentí extraña, era esa tierra. Estaba segura de ello.

Me incliné y apoyé una mano en el suelo…, y lo que sentí a continuación me dejó sin habla, era como si me estuviera conectando a un hilo invisible de energía que a su vez, estaba conectada con otros hilos de energía, como en una red virtual en donde todas las computadoras están conectadas por un enlace. Este enlace era especial, podía sentir distintas emociones fluyendo a través del canal invisible que había en esa tierra.



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En el texto hay: suspenso, poderes, acción

Editado: 17.07.2022

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