UN FIN LLENO DE SORPRESAS
Alguien llamaba a su puerta con insistencia. Lena abrió los ojos perdiendo un poco el equilibrio en el agua todavía tibia de la bañera. Se sostuvo con ambas manos en cada una de las orillas de la tina y se incorporó sobresaltada.
loa golpes en la puerta no cesaban y ella se levantó buscando con la mirada su bata de baño.
Salió de la tina quedándose quieta sobre el tapete mullido. Sostuvo frente a su cuerpo la bata violeta y se la puso apurada. Tenia que abrir la puerta o esa persona que estaba tras ella seria capaz de tirarla.
No se tomó el tiempo para ponerse las zapatillas, fue de puntillas hasta detenerse frente a la puerta. Se asomó por la mirilla, el color de su rostro desapareció. Se recargó en la puerta y cuando su frente golpeó la fría madera una voz la llamó casi alarmado.
-¡Yelena! - golpeó con más fuerza -, ¿Estas ahí? ¡Necesitamos hablar!
- No - musitó moviendo la cabeza -, ¡No quiero hablar contigo!
- ¡Por Dios Yelena! - Elevó la voz -, Tatiana me llamó...
- ¡No tenia derecho! - Gimió cerrando los ojos cuando sintió que sus ojos ardían con lágrimas no derramadas -, ¡No debió haberlo hecho David!
- Ella esta preocupada por ti.
- ¡No! - golpeó la puerta molesta por la irrupción de su amiga en eso -, ¡Estoy bien! ¡No te necesito, no te necesito...
Hubo un largo silencio tras la puerta.
- Tatiana me contó lo que pasó ayer - dijo en un tono mucho más tranquilo -, teme que por su culpa hayas recaído.
- No, no voy a hacerlo - respondió con un suspiro.
- Yelena, por favor, me gustaría poder verte - le pidió con ese tono que ella conocía demasiado bien, el tono que siempre usaba para hacerla bajar la guardia -; me sentiré mejor al verte personalmente. No sólo oírte tras la puerta.
Lena se aferró a su bata de baño cerrándola apropiadamente, movió su cabeza hacia atrás levantando la firme barbilla, llevó una mano hasta la perilla de la puerta, está tembló un poco antes de girarla y abrir la puerta hasta que la cadenilla de la puerta lo permitió. Se asomó encontrándose con el rostro atractivo y los ojos castaños de su antiguo doctor tras los lentes, no dijo nada sólo le dejo mirarla. Él quería ver personalmente si estaba bien, ella le daría ese gusto antes de cerrar la puerta evitando más contacto con él.
- Te ves muy mejorada Yelena.
La joven parpadeó sin mostrar ninguna expresión en su rostro.
- Creo que Tatiana ha exagerado un poco - comentó con una sonrisa torcida -, te veo mucho mejor de lo que Tatiana me ha dicho por teléfono. Lamento que todo haya sido una falsa alarma, pero me preocupó que no me recibieras con la puerta abierta...
- No estoy visible doctor Gregory.
- Si, bueno..., p-parece que no vine en un buen momento - balbuceó el psiquiatra tomando un poco de color en sus mejillas pálidas.
Lena siguió mirándolo sin expresión, mientras por dentro se aguantaba las ganas de cerrar la puerta en sus narices.
- Gracias por venir - dijo la joven empezando a cerrar.
-¡Espera!
El zapato masculino se interpuso en la acción. Lena se aferró a la puerta sintiendo como su brazo empezaba a temblar.
- Lo siento Yelena - dijo acercando su atractivo rostro al hueco en donde ella continuaba sin poder moverse -. Nunca fue mi intención que pasara eso..., yo... intenté evitarlo por todos los medios.
- Lo sé - musitó la joven apenas moviendo los labios.
- Sé que no es el momento para hablar acerca de ello - levantó una mano y antes de poderla tocar la recargó en la puerta -; pero, creo que en algún momento tenia que decirlo.
- Muy bien, ya lo has hecho - asintió Lena y volvió a empujar la puerta para cerrarla.
- Yelena, por favor - irrumpió esta vez con la mano -, si necesitas hablar...
- Gracias por tu interés...
Cerró esta vez la puerta y se recargó en ella bajando la cabeza, dejando que su cabello húmedo ocultara parcialmente su rostro.
No dejó que su cuerpo cayera hasta el piso. No podía dejar que nuevamente se derrumbara por el pasado. ¿Acaso no había sido eso lo que David Gregory le inculcó mientras la trató en la clínica? Levantó las manos yi apartó el cabello peinándolo sobre su cráneo hacia atrás. Su rostro limpio de maquillaje y libre de accesorios miró la sencilla decoración de su pequeña sala.
Sus ojos brillaron al darse cuenta de que nada de lo sucedido le había ..., quizá era un anuncio de que al fin estaba curando su alma y su propio cuerpo.
Sabia que aún tenia que hacer mucho para curarse completamente. Apenas estaba dando los primeros pasos a pesar de que no veía a ningún medico desde hacia casi tres años.
Sus ojos color oliva miraron hacia un punto en la habitación. Sucesos pasados llegaron hasta ella como un torrente.
Esa noche no podía ser la mejor en los últimos años de su carrera. Su padre estaba muy enfermo, antes de pisar el escenario le había casi rogado que cancelara la presentación de esa noche, pero su padre insistió en que saliera y le mostrara a ese público que había pagado una pequeña fortuna por verla bailar que ella era digna hija de Aleksander Kazt Ella casi salió a la fuerza, no sin antes de que le prometiera que estaría tras bambalinas mirando su baile.
Quería verlo, sentir que todavía lo podía tener cerca de ella.
Esa noche bailó para su padre y mentor. No miró hacia la audiencia, sus sentidos estaban puestos en su padre, en ese hombre débil, sentado en la silla de ruedas que no despegaba sus ojos grises de ella.
Al final, una ovación de pie. Los aplausos duraron varios minutos, el teatro parecía temblar ante la demostración de placer del público. Lena se inclinó en una reverencia graciosa, y al mismo tiempo elegante, sus ojos fueron hacia su padre y entonces, al mismo tiempo se creo un alboroto con las personas que estaban a un lado de su padre. Tatiana, que era una de las bailarinas se inclinó hacia él y de inmediato sus ojos se fueron hasta su amiga que se mantenía paralizada en el centro de escenario.