Saga King's

CAPÍTULO 20

ALGUNAS VECES...

Se enderezó al ver el sitio en donde el taxi se estacionó. Arregló su camisa, su chaqueta y peino su cabello con los dedos antes de pagar y bajar del vehículo. Se quedó ahí de pie, titubeó un rato antes de ir hasta la puerta. Por suerte una mujer cargando un perro pequeño, le abrió la puerta con caballerosidad manteniéndose erguido a pesar de todavía estar en estado etílico. La mujer le sonrió coqueta después de mirarlo con atención, él inclinó la cabeza a modo de saludo y la dejó pasar antes de entrar al vacío vestíbulo, miró hacia las escaleras en espiral y subió tranquilamente mientras buscaba la manera de calmar lo agitado de su corazón.

Cuando llegó a la puerta que buscaba se recargó en el umbral. Esas malditas escaleras le habían cansado, no sabia si era por su estado o por la falta de ejercicio; tenia varios días que no pisaba el gimnasio, el trabajo estaba apoderándose poco a poco de su vida. Alzó un puño y golpeó firmemente la puerta.

Inclinó la cabeza odiando sentirse mareado. No le gustaba tomar demasiado, la noche anterior no había podido parar, se sintió extraño entre tanta gente, no entendía porque, a él siempre le había gustado salir y divertirse rodearse de amigos y disfrutar de un par de cervezas, pero la noche anterior al parecer algún demonio se había apoderado de él. No lograba recordar muy bien lo que había pasado, pero por el rostro de Panther y lo que le dijo volvió a meter la pata muy hasta el fondo, ahora con su hermana a la que adoraba por ser la única chica entre los idiotas King.

La puerta se abrió. El rostro pálido lo miró con grandes ojos. Ryder parpadeó notando que no llevaba esos horribles lentes y lo primero que llegó a su mente fue lo hermosos que le aparecieron sus ojos oliva.

- ¿Q-qué hace aquí?

- No lo sé - respondió levantando los hombros -, creo que tenia ganas de verte.

- No es buena idea - susurró ella intentando cerrar nuevamente la puerta.

- No, no lo hagas - detuvo la acción sosteniendo con firmeza la puerta -, no quiero molestarte. Lo que quiero es pedirte una disculpa, el viernes no pude hacerlo me echaron de aquí antes de poder hablar contigo.

- Esta bien - asintió manteniendo la puerta como escudo -, acepto sus disculpas.

- Así no - dio un paso hacia ella -, no es la mejor manera de hacerlo. ¿Puedo pasar? Necesitó hablar contigo.

- Usted y yo no tenemos que decirnos - replicó Lena levantando su pequeña barbilla -, nunca hemos hablado más a allá del trabajo.

- Lo que quiero decir es que necesitó hablar contigo acerca de lo que pasó la semana pasada... - pasó una mano por su rostro -. No quiero que tengas una opinión terrible de mí, yo no soy como aquel hombre que te atacó sin razón, yo...

- Esta bien - asintió moviéndose para dejarlo pasar.

Ryder entró balanceándose. ¡Maldición! Aún estaba borracho, no sabía si era buena idea estar ahí con ella, quizá debió haber ido primero a su casa y asearse, tal vez nunca debió hacer caso a sus locuras y estar ahí buscando la manera de estar una vez más al lado de su secretaria.

- ¿Quiere un poco de agua? ¿Un café? - preguntó mirándolo moverse hacia su sala.

Ryder rió casi arrojándose a uno de los sillones, se recargó en el respaldo notando lo cómodo que estaba ese sillón en particular, al menos eso sentía ya que nunca se había sentado en los otros sillones anteriormente.

- Necesitó más que un café - dijo burlón -. Un café está bien.

Lena asintió y se apartó de él nerviosa. ¿Qué hacia él ahí? El aroma del alcohol que había ingerido era evidente, movió la cabeza mientras sacaba una taza de la alacena y sostenía la jarra de café aún conectada a la cafetera. Ese día era la primera vez en un lunes que se levantaba un poco mas tarde que de costumbre. En ese momento se dio cuenta de que eran las nueve de la mañana del lunes y Ryder King no estaba en su oficina.

Buscó el tarro de azúcar y le agregó un par de cucharadas, miró a su jefe recostado en el sillón con los ojos cerrados, la barba rubia crecida y la boca abierta. Parecía estar dormido. Pasó un mechón color miel tras su oreja y caminó hasta en donde él estaba.

Dejó la taza en la mesita frente a él y ajustó su bata sencilla de algodón sobre su pijama sencillo. Buscó con la mirada sin recordar muy bien en donde había dejado sus lentes, la noche anterior había leído hasta tarde y tenia tanto sueño que se fue casi sonámbula a su habitación.

- Lo siento - dijo de pronto Ryder King levantando un brazo hacia ella -, me senté sobre tus lentes.

Lena vio los lentes que le tendía, se veían bien, alargó su mano para tomarlos; la mano masculina cubrió la suya y la jaló hacia él haciéndola perder el equilibrio cayendo sobre él. Lena jadeo por la sorpresa, su cuerpo quedó sobre sus largas piernas, ambos se miraron casi sin respirar. Ryder la obligó a recostarse y se inclinó hasta ella paseando su mira por el rostro acalorado de la joven. ¡Era tan bella! Casi se escapó un suspiro de sus labios y antes de que el mismo se diera cuenta posó sus labios sobre los de ella. En ese momento solo quería probarla, llenarse de su sabor, sentir que era parte de ella.

Lena abrió los labios buscando la manera de recibir un poco de oxigeno, él se introdujo en ella. Su lengua acarició la húmeda cavidad, la sintió estremecerse y al mismo tiempo su cuerpo se tenso. Miró sus manos temblar antes de que se hundieran en su cabello, Ryder se aferró a ella y acercó su cuerpo más hasta que sintió sus delicados miembros pegados a los suyos.

Apartó sus labios agitado, bajó su mirada hacia ella y observó casi hechizado el rostro aturdido de la joven mujer. ¡Dios, era tan hermosa! Parecía un ángel y de pronto se sintió que no la merecía.

Parpadeó apartándose de ella. Pasó una mano por su cabello y se sentó a su lado. Ninguno dijo nada, el silencio se hizo denso y por primera vez en su vida él se sintió incómodo junto a una mujer. Era extraño porque nunca en su vida le había pasado algo como eso, desde que era un niño nunca tuvo problemas con estar cerca del sexo opuesto, sabia muy bien que era un King y los hombres de su familia nunca habían tenido problemas en ese aspecto. Recargó sus codos en las piernas y se inclinó cubriendo su rostro todavía acalorado por la cercanía de Lena.




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