Saga King's

CAPITULO 32

UN NUEVO INICIO

Ryder dejó caer la carpeta que sostenía en sus manos. No tenia cabeza para trabajar, todavía estaban frescas las imágenes de su hermano completamente destrozado. No le gustaba la manera en la que se marchó. Después de aceptar tomarse un año sabático para recomponerse de todo eses asunto, sentía que había algo que aún ocultaba y tenia miedo. Nunca antes lo había visto así, pero sabía que Panther no hablaría sobre ello, aunque el hecho de que estuviera a punto de confesarlo fue como un grito de ayuda de su parte.

Pasó una mano por su cabello recargándose en el respaldo de su sillón girándolo hacia la ventana cubierta por la delgada cortina que dejaba entrever la lluvia que caía en la ciudad. Ese era un excelente día que mostraba como se sentía. Suspiró agotado cerrando los ojos; no quería sentir aquella sensación de impotencia.l

- ¡Mierda!

Se levantó de inmediato, tomó su chaqueta del perchero y abrió de un jalón la puerta saliendo de la oficina. Samara levantó la mirada enrojecida hacia su jefe; su rostro mostraba la preocupación que sentía, se acercó a ella.

- Quiero la dirección de Burt Mckenna.

*

Burt dejó el jarrón de cristal cortado que fuera de su abuela sobre la mesa de madera que había comprado en uno de sus viajes por Islandia. Le había encantado el diseño simple y las elegantes lineas. Las sillas que alguna vez fueran un regalo eran como el complemento perfecto de esa mesa. Adoraba cada uno de los muebles que conformaban su departamento, miró con anhelo cada uno de ellos mientras pensaba en sus años de juventud mientras alimentaba en su cabeza sus deseos más grandes por convertirse en un diseñador de muebles, incluso había tomado clases con uno de los carpinteros que su padre a veces contrataba para algunas reparaciones en la mansión de la familia; pero por supuesto se había truncado ese camino ante las exigencias de su padre por hacerlo su sucesor en los negocios, no en la política, ese papel sólo le correspondía a él.

Fue hasta el grupo de sillas apiladas y tomo una por una de las patas y la colocó junto a la mesa que estaba bajo la lampara larga y baja. Acarició su forma como si fuera un objeto preciado. Lo era, después de todo el hombre que se las había obsequiado fue su primer amante. Todavía podía ver su rostro bronceado y su cabello rubio aclarado por el sol. Mike, era aquel carpintero que fue capaz de sacarlo de su caparazón y hacerle notar que sus preferencias no eran algo que debía esconder a sí mismo. Le dio la oportunidad de convertirse en una persona más segura de sí, dispuesto a no sentir vergüenza de ser lo que era.

Si, aquello le dio fuerzas para hacer todo lo que pudiera para acercarse a Panther King y lograr que se convirtiera en su amante y el amor de su vida. ¡Lo amaba! Cerró los ojos, ¡Maldición! Lo había echado todo a perder al irse dejando que sus inseguridades ganaran como siempre. Golpeó con fuerza la superficie de la mesa molesto consigo mismo, ¿Acaso nunca dejarían de ser un jodido cobarde? ¿El miedo siempre seria la causa de perder lo que quería?

Se recargó en la mesa y se inclinó adolorido. "Un maldito maricón de mierda... "Un maldito maricón de mierda... "Un cobarde... "Una niña llorona...

Mordió sus labios aguantando un sollozo.

En un segundo pensó que lo que había hecho era lo mejor, pero después movió la cabeza negando aquellas palabras que su padre hundió en su cabeza como un puñal buscando asesinar lo que realmente era, levantó la mirada llorosa dándose cuenta de que siempre había vivido con el miedo que había infundado desde pequeño y que le costaba todavía deshacerse de él. La culpa no había sido de Mike a pesar de todos sus esfuerzos por hacerle ver que no tenia la culpa de sus inseguridades.

Esas inseguridades que lo mantenían ahí, solo en un departamento hecho un lío como su estúpida cabeza.

Miró sus manos que lo sujetaban en la superficie de madera clara. Eran grandes, de dedos largos con venas gruesas visibles, con algunos vellos. Esas manos que disfrutaron tocando aquellas tablas de madera, que sintieron un cosquilleo ante la ansiedad de poder crear algo, esas manos que acariciaron la piel suave y a la vez masculina de un chocolate con leche caliente que lo llenaba hasta saciarse. Aquellas manos que lo habían tenido todo y lo había dejado deslizarse por sus dedos hasta que no quedó nada.

Aquellas manos que alguna vez tuvieron entre ella los más grandes placeres de su vida. Aquellas que moldearon los amores de su vida.

Llamaron a la puerta. Burt se sobresaltó ante la sorpresa de los golpes. Pasó una mano por su rostro sin mostrarse sorprendido de sentir un par de lágrimas sobre sus mejillas. Bajó las manos y las limpió en sus vaqueros mirando la puerta con el corazón desbocado.

Burt abrió y miró al hombre parado ante él. Por un momento el aire se fue de sus pulmones dejándolo sin aliento. Movió la cabeza buscando despejarla. Abrió la boca esperando que saliera un torrente de palabras, esas palabras que había mantenido guardadas para un momento como ese, pero no salió nada, ni una sola frase; sonrojado bajó la mirada y gruñó para sí.

Sostuvo la puerta con tanta fuerza que sus palmas se pusieron blancas. En ese momento fue consciente de que su departamento estaba hecho un lío, había pedido sus muebles de vuelta después de que su padre se fuera y llegara la mudanza. Todo estaban fuera de lugar, cajas y papeles tirados por el piso de madera. Era un caos como él mismo, cualquiera podría darse cuenta nada más viéndolo.

- ¿Podemos hablar?

Burt asintió con la cabeza sintiéndose incapaz de que saliera su voz y, a pesar de la desastrosa decoración abrió la puerta y le dejó entrar. Se hizo a un lado y miró al hombre alto entrar. Cerró la puerta y recargó la frente unos segundos en la frescura de la puerta, cerró los ojos y aguantó un suspiro lleno de una multitud de sentimientos que buscaban salir fuera de su cuerpo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.