—Ya sé —dijo Adam levantando las manos en el salón de la biblioteca tratando justificarse.
—No dije nada —sonrió William.
—Lo sé —repitió Adam —acaba de despertarse ni sé cómo se levantó.
— ¿Cómo lo hiciste? —pregunto William intrigado.
Adam dudó largamente y simplemente optó por lo más sensato: —no estoy seguro.
William levantó las cejas sorprendido pero decidió no insistir.
—¿Qué piensas hacer ahora?
—Quedármela.
—¿Por qué? —William sabía el motivo pero quería que Adam lo admitiese. Adam tenía que reconocerlo.
—¿Porque no?
—Y si no quiere —enfatizó William.
—En ese caso la dejaría ir —contestó dolido.
—¿Qué dirás a tu familia? —presionó William un poco más.
—Nada.
—¿Nada? —buscando que Adam reaccionará.
—¡Will! No comiences ya lo hemos conversado ¡ubícate!
—Tú deberías ubicarte, estás en otro planeta por las razones equivocadas—. William se enojaba frente a la negación de Adam.
—¡No es asunto tuyo! —contestó patéticamente bajo la risa burlesca de William.
—Bueno, entonces, ¡deja de involúcrame!
Frustrado Adam pasó las manos en su cabello: —La amo.
Ya dicho, lo había soltado pensó Adam enojado.
—No eres un caso tan perdido como creía. Tú sabes que el grupo se mantendrá unido si eres sincero con nosotros y con ella. Si quieres mi opinión váyanse lo más lejos que puedan, cásense y olvídense de todo.
—¿Quién es el loco ahora? Primero ella tiene que sanar y luego saber la verdad para estar conmigo.
—Puede sanar casados y lo mismo con la verdad. Nina te ama Adam, no dejes que el tiempo se vuelva el enemigo de ustedes. Lo que pasó, hecho está; lo que eres no cambiara. No lo aplaces Adam no sabes lo que el futuro los espera.
—Sería egoísta de mi parte.
—Realista Adam: o te casas o la dejas ir, es así de simple —plantó William tendiéndole su bebida favorita.
—No creas que te llame para aclararme lo que tengo que hacer —dijo Adam plantándose sobre sus posiciones— y mucho menos para ser mi testigo de bodas. Necesito que la trates —pidió Adam dudoso.
—¿La trate? ¿Cómo paciente mía? Sabes que mi carrera de psicólogo termino.
—No seas un tonto rogado insoportable, sabes que no tengo a quien más acudir.
—¿Y cómo quieres que lo haga?
—Te doy carta blanca. La mente Will, la mente —advirtió Adam bromeando antes de desaparecer en la cocina.
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A como pudo Nina se limpió el cabello y su cuerpo luchando contra el sueño, sus pesados párpados y sus bostezos constantes dificultaban sus movimientos. Cuidadosamente se enjuago todo suspirando por el bienestar que parecía aparecer mágicamente. Alcanzando su toalla se la puse alrededor suyo y con otra se secó su cabello. Cerca del espejo estudió su rostro, sus ojos de color café rojizos estaban totalmente apagados, y su tez grisácea eran el reflejo exacto de sus sentimientos internos: un desastre.
Al ver el estado de su pelo se lo trenzó sin peinárselo cuando un aroma muy familiar cosquilló su nariz, el efluvio parecía venir de la botella de perfume, la abrió y tímidamente lo olfateó. Era el olor de Adam, embriagador; impulsivamente se lo puso y lo guardó exactamente en el mismo lugar en el que lo encontró dejando la marca TECK de frente.
—Nina, ¿estás bien? Te traje un vestido.
Cautelosamente Nina abrió la puerta pasando su brazo derecho únicamente.
—Huele a mi perfume —observó Adam abriendo la puerta cuidadosamente.
Sin aliento se quedó petrificada mirando hipnotizada a Adam, sus pómulos altos y su definida y voluntaria mandíbula con una boca virilmente sensual con sus hoyuelos. Sonrojándose Nina desvió sus pensamientos enfocándose en el vestido.
—¿Te pusiste mi perfume? —pregunto Adam curioso con una sonrisa apenas disimulada.
—Solo un poco, muy poco, aquí —confesó Nina sonrojándose.
—¿A dónde? —preguntó Adam avanzando.
—Aquí —contestó tendiéndole su muñeca derecha.
Silenciosamente Adam tomó delicadamente la muñeca de Nina hasta rozarla con su nariz.
—Sí, ese es mi perfume, te queda bien. Vístete ya el almuerzo está listo y quiero presentarte a un amigo.
Cuando se marchó el labio inferior de Nina temblaba y sonriendo se puso el vestido blanco con flores coclicos rojos intensos, atando con dificultad el lazo rojo alrededor de su cintura. Ya lista se miró al espejo para apreciar su vestido, sin mirarse mucho, realmente era un vestido muy bonito. Suspirando bajó las escaleras, dirigiéndose hacia la voz de Adam con la de alguien más. Apoyada en el umbral de la puerta se quedó mirando sin saber si entrar o no mientras observaba a Adam de espaldas; él tenía una sweater de color crema que amoldaba perfectamente su impecable y muscula espalda, el color combinaba perfectamente con su pelo impecablemente cortado dándole ganas de deslizar sus dedos en su cuello y suspirando llamó la atención de Adam.
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Editado: 13.10.2019