Fernando
Son la cinco de la mañana, todos nos estamos alistando, en una hora se hará la entrega en una vieja fábrica, preparo mi arma, cambiaron los planes, ahora seré yo quien reciba la merca, no estoy nervioso, he vivido esto por años, me han disparado y he salido ileso, entendí muy tarde que por más que quieras morir la vida se empeñara en mantenerte con vida.
Meto mi arma en la parte trasera de mi pantalón, me acomodo mi chaqueta, empiezo acomodarme unas navajas por partes de mi cuerpo que sean fáciles de sacar.
—Seguro que quieres hacer esto — pregunta el heredero — te daré la oportunidad de vivir y ser alguien en esta vida.
Me giro hastiado de su terquedad, no lo entiendo, otra persona no le importaría que un peón como yo muriera.
—Qué más da si me muero — hablo con desdén — ya soy alguien en esta vida.
—¿Así? Pues bueno los García, los, Montero, un empresario, un vendedor, dime tu dónde te nombras, eres un don nadie, un anónimo.
Su comentario me da gracia, me rio y el frunce el ceño.
—Soy Fernando Castañeda Guevara, un asesino que mata por placer y dinero, no soy nombrado porque no he querido, prefiero mantenerme en las sombras.
Paso por su lado antes que me empiece a dar dolor de cabeza, subo a la furgoneta, pinocho me da una mirada de reproche.
—Más te vale que no mueras o yo mismo me encargare de irme contigo y hacerte la vida miserable en el infierno — susurra.
Sonrió — Mas te vale ser un buen guardaespaldas — susurro y el asiente con una sonrisa.
Suben los demás dando marcha, cuando llegamos nos bajamos, es un lugar prácticamente baldío, no hay nada más que árboles, a lo lejos se alcanza a ver la fábrica, se escucha el mar desde aquí no debemos estar tan lejos, me encaminó a la fábrica ya que seré el único en entrar.
Espero a que, entre el jefe, no me sorprendo cuando entra el don y el jefe, el jefe me mira con el ceño fruncido y el don una sonrisa burlona.
—El…él y el jefe hizo un trato, querían acabar con los García.
Me congelo al escuchar esa voz, tanto el jefe como yo nos volteamos hacia la entrada principal, encontrándome con esos ojos tan hermosos, su mirada es de perdón, miro al don que saca un puro.
—Ya escucharon a la puta, es un traidor mátenlo.
En cuestión de segundos tengo más de cincuenta hombres rodeándome, el jefe me mira, por primera vez en la vida veo miedo en él. Sin piedad alguna, saco la navaja y peleo con aquel que me de batalla, el jefe me sigue, pinocho uniéndose a nosotros, damos batalla cuerpo a cuerpo, pasa en cámara lenta.
El jefe con dos, una bala llega atravesándole el pecho, cae al suelo dándome una última mirada, aprovechan mi distracción para mandarme al suelo, antes de que pueda dar batalla veo el cuerpo del pinocho caer al suelo, la sangre me hierve, mi cerebro deja de funcionar por segundos en los que aprovechan para golpearme y patearme, llegan dos hombres tomándome de los brazos y llevándome al don quien está sentado.
—Mátame antes de que sea tarde — lo amenazo y el ríe.
Su estúpido hijo y alma está a su lado.
—No escuchaste, mi hijo quiere que seas su perra — me cachetea — solo te queremos amansar.
Sonrió, bueno decían que era un maldito demonio pues vamos a demostrarles que no soy cualquier demonio, si no el rey.
Jorge
Sonríe de manera sádica, un escalofrío recorre mi espina dorsal, Fernando se abalanza sobre el hombre que le sostiene el brazo izquierdo, en cuestión de segundo le propina una patada en el pecho y le corta el cuello, el otro hombre trata de tomarlo más el diablo no se lo permite y le rompe el brazo matándolo de un tiro en la cabeza.
Veo como lucha contra mis hombres derribándolos uno por uno, ahora sus palabras y su apodo empiezan a tomar sentido. Saco mi arma y le apunto, este camina a mí con esa maldita sonrisa, sus ojos llamean de ira, busco a mi padre quien ya me ha abandonado, me arrebata el arma.
—Entonces…soy un don nadie ¿no?
—Más te vale que te largues o mis hombres acabaran contigo — intento sonar seguro.
—¿Quiénes? Los hombres que yacen muertos o vendrán más — arquea una ceja.
—Sabes que tenemos un ejecito afuera, sin mi ayuda morirás.
—Pobre inútil, estas que te meas encima.
Palmea mi hombro pasando por mi lado, me giro, él se detiene.
—¿Quién los mato?
Se a quien se refiere, mas no voy a decir nada, se gira y me mira a la espera que hable, ahora soy yo quien pasa por su lado.
—Por qué mejor no le preguntas a la puta que te vendió.
Solo basta con decir eso para que me propine un golpe que me manda al suelo.
—Más respeto para la señorita — sonríe — ella tiene permitido mandarme al maldito infierno, el inútil de tu padre no.
Sale de la fábrica, tomo un arma de uno de los hombres muertos y salgo detrás de él.
Alma
—¡Suéltame! — intento zafarme del agarre del don.
—Cállate y continúa avanzando.
—Ya cumplí con mi parte del trato ahora déjame.
Antes de que alguno pueda decir algo más escuchamos un tiro a lo lejos, me agacho, siempre odie el sonido de los disparos, me giro para encontrarme con esos hermosos ojos color miel, su sonrisa sádica hacen que me arrepienta de mi decisión, pero sé que si no lo hacia el cargaría con la culpa de algo que no puede controlar.
—Por qué huyes como un cobarde — grita.
—No me hace gracia hablar con niños estúpidos — le responde el don.
Fernando alza su arma y apunta a nuestra dirección, mis ojos se llenan de lágrimas, sé que le falle y merezco morir, nuestras miradas se encuentran, solo veo decepción en esos hermosos ojos suyos, sonrió y asiento.
—La traición se paga con muerte — habla, cierro los ojos.
Escucho al don reír, supongo porque sabe que saldrá ileso, escucho el disparó, pero no llega a impactarme, abro los ojos, busco señales de sangre, pero no encuentro, miro al piso, me llevo las manos a la boca, el cuerpo del don yace en el suelo con un tiro en la cabeza, eso solo significa una cosa “guerra” miro al diablo quien me mira con una sonrisa.
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Editado: 06.12.2024