Mónica
Siempre he tenido un sueño anhelado, tal vez fueron los cuentos o las novelas, pero siempre soñé con casarme con un hermoso vestido blanco, quería que fuera como el de una princesa, mi boda la quería en un hermoso castillo, no quería las músicas modernas, quería un baile como el de una princesa y un príncipe, mientras los demás nos ven como si fuéramos irreales.
Miro a Fernando quien me mira con una sonrisa, toco la delicada tela del vestido que se amolda a mi cuerpo, tiene pequeñas mariposas blancas pegadas a él, mi corto cabello es adornado por dos trenzas sostenidas por pequeñas mariposas doradas, un salón precioso con flores por todos lados, camino sobre el piso blanco, cuando llego con Fernando este se inclina en una reverencia.
—Me permites esta pieza — pregunta.
Mi sonrojo se hace notar, sin dudar tomo su mano, la canción que ame desde que era una niña se escucha atreves de bocinas adornadas por flores. Once Upon A December. Nuestros cuerpos se mecen de un lado a otro, todo parece sacado de un cuento, me acerco más a Fernando quien me mira como si fuera la flor más preciosa del universo, coloco mi cabeza sobre su pecho, puedo escuchar su corazón latir, un sonido que me encanta, es como una canción.
Un fuerte estruendo me hace apartarme de él, busco de donde viene el sonido, veo a un hombre con abrigo negro mirando a Fernando con odio, el hombre sostiene una pistola, mis ojos se abren de par en par, volteo a ver a Fernando quien mira al hombre con una sonrisa burlona, bajo mis ojos a su traje blanco ahora manchado de sangre.
Lo toco revisando si no tiene alguna herida sin embargo no la tiene, miro a ambos con el ceño fruncido, la vista de Fernando deja de posarse sobre el hombre y ahora me mira, su mirada se torna triste, sus hermosos ojos miel se apagan, se acerca depositando un beso sobre mi frente y se marcha, una mujer sale de no sé dónde, toma su mano y ambos se marchan adentrándose al mar.
Miro mi alrededor, el hombre ya no está, el salón ya no está, Fernando desapareció entre las salvajes olas que se marcan, estoy sola en una playa, intento gritar, pero mi voz no sale, quiero caminar pero caigo, bajo mi mirada y mi hermoso vestido blanco está manchado de sangre, toco mi estómago, noto que de ahí sale la sangre, empiezo a toser sangre, escucho risas de burlonas, busco pero no hay nada, me tiro mirando el grisáceo cielo, poco a poco mi vista se nubla, por un momento abro los ojos y encuentro a Fernando mirándome con desdén, me apunta con un arma.
—Fer…
—Tal vez en otra vida seamos felices.
Aprieta el gatillo, yo grito y al momento todo se vuelve borroso. Caigo de la cama, mi padre entra corriendo.
—¿Qué ocurre?
Mi respiración esta agitada, niego, ve mi cama a lo que entiende que tuve una pesadilla, mi padre empieza a limpiar las lágrimas que no sabía que salían de mis ojos, me abraza como si intentara apaciguar mi temblor.
Mi día va normal, las clases han estado un poco más relajadas, aunque sigo teniendo un sin sabor por el sueño que tuve, a que vino todo eso, al salir de la universidad como siempre Kevin me acompaño a casa.
—Te he notado rara — me mira.
—Tuve una pesadilla — murmuro.
—Que soñaste.
—No quiero hablar de eso.
Antes de que Kevin pueda decir algo más Fernando aparece en nuestro campo de visión, trato de evadirlo, no quiero verlo, no ahora que hasta en mis sueños me atormenta, antes de que pueda seguir toma mi brazo.
—Necesitamos hablar.
—Eso se escucha muy mal, iré a ver a tu padre — se despide Kevin.
Lo miro con la boca abierta, es increíble que me abandone, que mal amigo.
—Habla — me cruzo de brazos.
—Como va todo con Ana — pregunta.
Le cuento, desde la última vez del antro hablo conmigo pidiéndome una disculpa, me dijo que quería un tiempo y desde entonces nos hemos mantenido distanciadas, Fernando asiente.
—Hice lo que pude — habla mientras sus dedos acarician mis mejillas.
Lo miro embobada hasta que caigo en cuenta de tal acto, me hago para atrás, puedo imaginarme que me he puesto roja, miro a Fernando quien sonríe, achino mis ojos cuando noto que sus ojos se en tristes.
—¿Qué ocurre?
Fernando me mira con una ceja enarcada.
—Nada, por…
—Si no ocurre nada entonces díselo a tus ojos.
Por un momento sus ojos reflejan sorpresa que intenta ocultar con ese característico odio que siempre lleva consigo, mi madre siempre decía que yo tenía esa capacidad de ver el alma de las personas a través de sus ojos, es por eso que papá cuando me miente mira para otro lado.
Fernando aprovecha que estoy distraída viendo sus ojos que me roba un beso, por instinto doy un paso atrás y me tapo la boca.
—No intentes cambiar el tema así — tartamudeo.
—He tenido unos problemas en el trabajo — habla.
Ahora que lo menciona, no conozco nada de él, intento preguntar, pero él se da cuenta de eso y ríe.
—Si quieres saber sobre mí, yo también quiero saber algo sobre ti.
—Bueno podemos hacernos una serie de preguntas — propongo.
—No, eso suena aburrido, tengo una idea y si salimos el sábado, podemos hablar de temas al azar.
—Está bien.
Acepto, sería una gran mentira de mi parte decir que Fernando no me está empezando a gustar, me despido de Fernando y me voy a mi casa, cuando llego le cuento a Kevin y papá ambos se emocionan y a la vez me atacan diciéndome que no tengo bonita ropa, quedamos ir el viernes a comprar ropa de “señorita” porque mi ropa de vagabundo no es apta para una “cita”.
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Editado: 06.12.2024