—Es una linda mujer, y un bello niño, sería una lástima que algo les sucediera.
—Pierdes tu tiempo, no me harás caer, ningún cambiante atenta contra la vida de una madre y un cachorro.
— ¿Estás dispuesto a arriesgarte? Creo que no, dime el nombre del cliente que recurrió a tus servicios y los dejaré cruzar la frontera.
Conversación entre Derek Miller y Patrick McGraw.
Inmóvil, estático, su cuerpo no respondía, de pronto no tenía forma de accionar, el sujeto que tenía en frente era igual al de su sueño, ese que lo había llamado hermano.
Tenía el cabello de un marrón oscuro, largo hasta el cuello, sus ojos eran un reflejo de los suyos, su piel era un tono más bronceado, como si estuviera expuesto constantemente a la luz del sol.
Llevaba un tapado negro que le llegaba a los tobillos, un suéter verde oscuro de cuello alto y pantalones de montaña negros, un objeto plateado llamó su atención, un dije con forma de luna atravesado por garras, parecía de metal.
—Hermano —dijo el extraño con emoción, avanzó un paso, Eleine retrocedió.
Caleb intentó calmarla, de reojo vio que ella estaba tensa detrás.
— ¿Quién eres tú? —preguntó, continuó protegiendo a la mujer que se aferraba a su brazo.
—Soy yo, Seth, tu hermano —descendió el barranco—. ¿No me recuerdas?
Sólo en un sueño.
—No, no sé quién eres.
—Shane...
Ese nombre era extraño, Caleb frunció el ceño al escucharlo, era ajeno, un nombre cualquiera, no se sentía identificado.
—Yo soy Caleb.
Seth se acercó, Caleb tensó su postura, y aunque la atención de aquel extraño estaba centrada en él, sintió la necesidad de poner a salvo a Eleine, se alejó pero aquel insistió en avanzar mirándolo fijo, en sus ojos azules vio alegría, una sonrisa se dibujó en su rostro.
—Tú eres Shane Meyer, mi hermano.
Un grito ahogado sonó a sus espaldas, fue en ese entonces que tuvo un mal presentimiento.
— ¿Eres Seth Meyer? —Eleine preguntó con seriedad, su mano abandonó su brazo, retrocedió alejándose, Seth fue a responder pero ella no le dejó tiempo—. Eso significa que tú...
Caleb volteó en su dirección, sus ojos marrones se empañaron, al verlos de esa forma todo a su alrededor dejó de tener importancia, el tiempo se detuvo, sintió tristeza y miedo, eso fue un golpe al corazón, Caleb intentó acercarse pero ella insistió en mantener una fría distancia.
—Eres uno de ellos —concluyó con brutal dureza— ¡Eres un maldito lobo!
—No, Eleine, déjame explicarte.
Intentó tomar su mano, era una acción casi instintiva para él intentar calmar el miedo, pero esta vez ella no se lo permitió, eso le hizo sentirse peor.
Estaba descubierto, vulnerable, la estaba perdiendo.
— ¡Aléjate de mí! —ella gritó y luego corrió.
La desesperación se esparció como fuego en su interior, impulsando sus latidos alimentados por el pánico, no quería que se alejara, Caleb fue tras ella corriendo a través de las piedras del barranco, Seth quiso detenerlo pero él lo empujó lejos.
—No sería adecuado ir tras ella. —Seth lo agarró del hombro pero él se alejó.
—Déjame —le ordenó mirándolo con dureza.
El hombre le obedeció, al verse libre Caleb fue tras ella.
— ¡Eleine! ¡Eleine! ¡Espera por favor!
Alcanzó a tomarla por el brazo pero ella se giró y le arañó, le dio un rodillazo directo a las costillas y consiguió zafarse, por poco perdió el aliento, tuvo que detenerse pues el dolor fue intenso, Eleine llegó hasta la camioneta y abrió la puerta, cuando Caleb estuvo cerca ella apareció apuntando con un arma.
— ¡Espera!
Odio puro en sus ojos de chocolate, la misma mujer que evitó su muerte ahora mismo amenazaba con quitarle la vida, vaya ironía, Caleb no sabía qué hacer.
— ¡Aléjate! —Gritó con lágrimas en los ojos— ¡No te acerques o te juro que voy a disparar!
Caleb levantó las manos al aire y retrocedió.
—Eleine, por favor, déjame explicar...
— ¿Explicar qué? —interrumpió—. Me mentiste desde el principio —agregó entre dientes—. Eres uno de ellos, un maldito lobo despreciable.
El dolor podía sentirse en sus palabras y eso hizo crecer su desesperación, porque ella estaba actuando tal y como había anticipado, con miedo, ella le temía y eso le desgarraba por dentro.
—No soy igual que ellos, Eleine...
—No digas más, no quiero escucharte. —Bajó el arma—. Confié en ti porque creí que eras humano.
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Editado: 09.12.2018