Grace llevaba ya 24 horas despierta y estaba muy cansada. El médico le dijo que le harían unas pruebas pero no pensó que serían tantas.
Ahora estaba a la espera de los resultados y en el fondo estaba algo preocupada. Pero, ¿por qué?
Ella deseó morirse desde el incidente, sí, incidente, no fue un accidente, no fue casualidad, y ahora que tuvo la oportunidad no la supo aprovechar. Se pasó un mes en el limbo pensando que estaba muerta, necesitó un mes para darse cuenta de que eso no era el cielo. Ella no quería volver pero una fuerza la trajo a la vida, algo que no supo de dónde salió, aunque sí supo que de ella no fue.
Llevaba esas 24 horas despierta sin saber por qué no era capaz de dormirse a pesar de que estaba cansada, sobretodo después del día que había tenido. Una cabezadita no le vendría nada mal. Y lo intentó, pero le fue imposible así que simplemente se puso a leer.
Cogió el libro entre manos y acarició las páginas rugosas. Volvió a releer el título y sonrió al darse cuenta de que su tía se había acordado de cuál era su libro favorito.
Le petit prince
Su madre se lo compró de pequeña y lo leían cada noche. Siendo la mujer francesa, le era fácil entender y hacerle entender a su hija. Una lágrima se deslizó por el rostro de la adolescente al recordar cómo Helen la tapaba cada noche con la manta después de acabar de leer, cómo le daba un beso en la frente y le decía que la quería.
-Je t'aime maman.
Se llevó el libro a la nariz y aspiró profundamente para sentir ese olo tan distinguido que mantenía. Suspiró hondo hasta que un ruido la llevó a mirar hacia la ventana. Un miedo se instaló en su pecho al pensar en que tal vez era un ladrón o un asesino, tal vez un violador. Aunque descartó esa idea al ver como un chico que llevaba una máscara sobre la boca y la nariz iba ascendiendo desde el borde bajo de la ventana hasta quedar justo frente a ella. Recordó que su médico le dijo que estarían pintando las paredes de fuera del hospital y, al ver que el chico la estaba mirando, ella le sonrió.
El muchacho, que no debía tener más de 25 años, se quitó la máscara con la mano derecha y le devolvió la sonrisa mientras revolvía su pelo, el cual se había quedado hacia arriba por culpa de la goma.
-James-se presentó ante Grace-. Estaré subiendo y bajando por aquí cerca, prometo hacer el menor ruido posible.
La chica, que había dejado el libro en su regazo, le estudió sin vergüenza alguna. Su cabello, el cual le llegaba hasta los hombros, estaba despeinado y era de un color rojo intenso. Mientras, sus ojos, los cuales apenas podía ver a esa distancia, eran de color marrón clarito. El color de sus mejillas combinaban con el color de su pelo por culpa del sol que se cernía sobre su cabeza. Una camiseta blanca, sorprendentemente blanca, se amoldaba a su cuerpo de una forma que causaba un cosquilleo por todo el cuerpo a Grace y un mono desabrochado y atado descansaba en su cintura.
Él, a su vez, también la estudió. Un moño castaño descansaba en la cima de su cabeza y unos ojos color miel le observaban sin pudor. Llevaba la típica bata azul cielo y una manta tapaba sus pies. Un libro, el cual reconoció inmediatamente, estaba abierto sobre la cama y sonrió al recordar las veces que lo había leído. Supuso que la chica no debía tener más de veinte años, se veía más joven, teniendo en cuenta que él tenía 21. Su piel era pálida como el papel, aunque no de un color enfermizo y de vez en cuando fruncía el ceño. Él no supo qué significaba eso, solo que ella se veía adorable así.
Se sentía estudiado pero no le importó ya que él hacía lo mismo.
-Grace-le contestó de vuelta-. No te preocupes, acabo de salir de un coma, he tenido suficiente silencio-ella se rio y al ver que la chica bromeaba también la acompañó mediante una carcajada.
-Espero que no te importe que me vaya paseando por tu ventana-ella le seguía mirando directamente y un movimiento de cabeza de derecha a izquierda le hizo entender que más bien le gustaba su compañía-. Bien-dijo mientras se agachó a coger la brocha-, voy a ponerme a ello.
-Espera-Grace levantó una mano para pararle-. ¿Puedo acercarme?-preguntó sin vergüenza alguna. Él levantó una ceja al no entener exactamente su pregunta-. Es decir, me gusta el olor de la pintura.
Él soltó una carcajada y un simple ''claro'' salió de su boca antes de ponerse a pintar la pared de ese blanco brillante bajo el sol.
Grace se levantó de la cama con el libro en la mano y, arrastrando el tripie para colgar el suero , se sentó en la silla que estaba cerca de la ventana. Cerró los ojos al sentir la suave brisa que hacía tiempo no sentía y el olor de la pintura entró por sus fosas nasales. Junto con el olor de la gasolina, eran dos de sus olores favoritos. Los otros eran el gel de ducha de vainilla que tenía en su casa y el de la menta que desprendía el pelo de Brad.
Abrió los ojos y se encontró con James mirándola con una sonrisa en la cara. Ella se sonrojó y metió su nariz en el libro. El chico soltó una risita y siguió con su trabajo.