Habiendo respondido de forma tajante, no esperó la reacción de ninguno de nosotros y se retiró de la casa. Yo le seguí y pude notar como ambos apresurábamos el paso, yo presentí algo y pude notar que él también, pues sus nervios lo delataban. — ¿Sólo quería saber qué hace aquí? —Le pregunté luego de haberlo alcanzado —vine a averiguar qué paso con el asesinato. — ¿Asesinato? Suicidio querrá decir, ¿por qué vino? Ojalá no hubiese venido —añadí. —Ya se lo he dicho, ahora dígame la verdad ¿le alegró? — ¡Claro que no! Cómo me va a alegrar la muerte de un ser humano en la que todos parecemos estar involucrados, pero tal parece que usted sólo piensa en que he sido yo, cuando lo único de lo que soy testigo es de que esta muerte ha devastado todo y a todos. La sangre salpicó y las manchas frescas aún siguen, y por lo tanto es una locura afligirse. —Afuera ha de estar el único culpable, pero usted sólo ha decidido cuestionarme a mí cuando aquí se trata de algo diferente, siempre he dicho que en sitios tan baldíos y boscosos cualquier cosa puede pasarle a la gente sin dejar rastro alguno. —Argumenté intentando defenderme. En el ambiente se podía sentir cómo resonaba el incierto y Godoy no hacía más que pasarse la mano por la frente como si nunca fuese a encontrar una explicación. De repente, se escuchó un sonido algo extraño, sonaba como una respiración bastante acelerada, transmitía agonía y miedo, parecía provenir desde afuera de la finca. Nos habíamos acercado cuidadosamente hasta que vimos a un perro con sus ojos brillantes y su cuerpo dolorido, para aquel momento nos encontrábamos tan paranoicos que cualquier contrariedad era motivo de investigación. Mientras el tiempo y todo alrededor transcurría, a mi mente sólo llegaba el querer saber qué es lo que había sucedido, y más que nadie debía de ayudar a “resolver” el caso o habría sido el único culpable. Éramos once personas, y todo parecía indicar que de las otras diez nada se podía decir; con ello, más interrogantes surgieron en mi cerebro, ¿pero por qué a mí? ¿Pudo ser posible que lo hayamos matado y entre todos nos hubiésemos ayudado a encubrirnos? ¿O el cadáver es una farsa que habíamos elaborado para alejar cualquier sospecha de nosotros? Finalmente, después de haber atravesado tanto desasosiego y haber experimentado un sinfín de emociones, no pudo darse una conclusión contundente y dicho caso cerró como un presunto suicidio.