Efectivamente pude conseguir un aliado y, aunque en su cara no lograba percibir un sólo rasgo de una persona torturadora, inferí que las personas más inocentes pueden tener las mentas más retorcidas, pues un gran ejemplo de ello siempre había sido yo. — ¿Qué vamos a hacer para acabar con esa basura? —Le dije mientras noté cómo nuestras miradas se oscurecían paulatinamente al imaginar aquella sangre escurrir por nuestras manos —No lo sé, pero será un placer —respondió fríamente. — ¡Hoy es el gran día! —Añadí mientras afilaba mi arma con el único motivo de ver mi rostro reflejado en ella. Y a pesar de que ambos nos preparamos extremadamente bien, pues mi aliado no había tardado en ordenar todo lo necesario para la ejecución de aquel asesinato al que yo siempre preferí llamar “deshacerse de la basura”, el plan no salió como yo quise desde un principio. Había salido mucho mejor, sin embargo, no dejaba de sentirme algo ineficaz, pues mi falta de destreza y de fuerza para dominar a mí “presa” salieron a flote durante nuestro crimen. Todo había concluido y seguía sin entender el por qué me aterraba y sorprendía tanto aquella circunstancia vivida, pues el mismo investigador me hizo ser así, aquel había sido su turno para pagar todas las trágicas acciones que inescrupulosamente cometió. — ¿Crees que soy un psicópata? —Me preguntaba divagando nuevamente en mi cabeza —Es mejor que creas lo que quieras —respondí en voz alta Tenía claro que, si flaqueaba en algún instante, podía ocurrir algún descuido y con ello, desencadenarse una serie de errores garrafales que me desfavorecerían. Sólo quería ver gotas de sangre, pero me falta más estímulo. ¡No hay vida humana sin misterio! Me encontraba buscando y esperando justicia y no quería más que ver al hombre que cruelmente me había causado tanto daño, pagar y qué mejor que haberlo hecho con mi justicia. Sin embargo, la paranoia atacó de nuevo y por algún motivo empecé a tener la sensación de que todo aquello ciertamente era falso… Me repetía a mí mismo que a veces se debía actuar como bestias salvajes, sin precedentes y con mis ojos marcados bajos las cejas pobladas que tanto me caracterizaban, miré a través de la ventana y la tensión no hacía más que obligarme a fruncir mi ceño con determinación, no veía nada y al parecer en efecto, todo empezó a parecer una simple farsa.