Sana las heridas de mi corazón-Sanemi Shinazugawa x lectora

Capítulo 12

 

Cuando te recompusiste un poco saliste de la habitación a comunicar lo ocurrido.

Lo más difícil fue hablar con los niños, pero tenías que hacerlo, tenían que entender que su padre ya no regresaría con ellos… no lo haría nunca más.

Les explicaste que estaba muy cansado y tenía que dormir, que para ello lo llevarían a un lugar tranquilo pero que lo irían a visitar seguido. Genya no era tonto, entendía la situación, aun así se comportó como un hombrecito y te obedeció Cuando le pediste que se quede con su hermanita.

Josh, tu hermano, rompió en llanto de inmediato y para no ser visto por los niños se fue fuera de la casa, para cuando volvió ya estaba más calmado aunque con los ojos rojos. Ambos se abrazaron y consolaron mutuamente.

  • Hay que avisarle a todos- dijo- todos deben despedirse de él.
  • Sí, pero no sé cómo avisarles…

En ese momento oyeron un ruido en la ventana, era un cuervo picoteando, era el cuervo que siempre venía a visitar a Sanemi por las noches, él siempre le daba algo de comida le susurraba algo y se marchaba volando a quien sabe dónde. Tú te acercaste hasta el bello pájaro negro y le susurraste

  • Él está muerto, ya no vendrá a saludarte,- le diste algo de comida y acariciando su cabeza agregaste- Ve.- El ave asintió y partió.

 

 

Mucha gente acudió a su entierro, no solo la gente del pueblo, puesto que poco a poco habían conocido al peliblanco y se dieron cuenta lo buena persona que era en realidad más allá de su apariencia intimidante, sino todos los cazadores de demonios de la organización de Ubuyashiki sama. El cuervo resulto ser el mensajero de la organización y en muy poco tiempo comunico la noticia de su fallecimiento a todo el cuerpo de cazadores que no dudaron ni un segundo en acercarse a presentarle sus respetos al Pilar del viento.

Los que una vez compartieron con ustedes la alegría de su matrimonio antaño, ahora te estaban dando el sentido pésame con lágrimas en los ojos.

Tú lo soportaste todo íntegramente, recibiste a todos aquellos que te demostraban su pesar y les agradecías con una sonrisa por haberse acercado, pero al final del día cuando ya solo quedaban tú, tu hermano y tus hijos es cuando ya no soportaste más.

  • Josh ¿podrías adelantarte con los niños?
  • Si claro hermana, tomate tú tiempo.

El joven alzo a la pequeña y con la otra mano sujeto al niño y se alejaron lentamente hacia su hogar. Cuando estuvieron lo suficientemente lejos tu cuerpo no lo soporto más y caíste de rodillas en el suelo.

Lloraste. Lloraste por lo injusta que era la vida al haberse llevado al amor de tu vida, lloraste por no poder acompañarlo, lloraste porque nunca podrías volverá encontrar a una persona tan maravillosa como él.

Cuando ya no pudiste llorar más te incorporaste y le hablaste

  • Cariño, - dijiste mirando la tumba de tu amado,- los niños aún son pequeños, no puedo irme ahora… -tomaste aire y lo soltaste poco a poco antes de continuar,- Pero espérame... Ya sea el cielo o el mismísimo infierno yo te seguiré, iré contigo y pasaremos el resto de la eternidad juntos, lo prometo.

En ese instante una cálida brisa soplo en el lugar, el viento choco en tu rostro haciendo que los mechones de tu cabello revoloteen, supiste que Sanemi había oído tus palabras y sonreíste.

 

Los días pasaron uno tras otro, tuviste la dicha de ver tus hijos crecer sanos y felices, de ver a tu hermano trabajando como un hombre de bien, casándose y formando también su familia. Viste como el mundo se fue volviendo un mejor lugar para vivir y, luego de haber hecho todo el bien que pudiste, te llego la hora de partir al otro mundo.

 

Dicen que al morir el alma va hacia el cielo o el infierno dependiendo del bien o el mal que hayas hecho durante tu vida… pero cuando dos almas nacen para estar juntas esta ley se rompe. Sanemi no fue a ni uno ni otro lado, su alma espero a _____ en el limbo que esta entre ambos lados. Allí se encontraron cuando ella falleció, y cuando se vieron se abrazaron, se unieron tan fuerte que casi sus almas se funden en una sola.

Dios, al ver el amor que se profesaban esas dos almas y al ver todo el bien que habían hecho en el mundo, les concedió la posibilidad de reencarnar.

Y así sucedió.

 

 

 

 

Saliste tarde del club, ya había anochecido y estabas caminando deprisa hacia tu casa para que tu madre no te regañe, en tu afán de llegar pronto decidiste meterte por un callejón que servía de atajo, pero con tanta mala suerte que en él estaban unos tipos con mala pinta, quisiste voltearte y volver por donde habías venido pero del otro lado del callejón venían otros 2 tipos, amigos de los primeros, maldijiste tu suerte.

“Oye preciosa ¿qué hace una colegiala tan tarde por aquí? “¿Acaso nos estas invitando?” Los tipos comenzaron a acorralarte y aunque les pedias que te dejaran en paz no lo hacían, pronto uno te tomo del brazo y acerco su nauseabundo rostro al tuyo buscando besarte. Forcejeaste pero era en vano, tenían más fuerza que tú, estabas a punto de romper en llanto cuando oíste un fuerte ruido, segundos después uno de los tipos cayó al suelo inconsciente. Cuando alzaste la vista pudiste ver como un joven con uniforme de otra escuela estaba parado detrás de los matones, llevaba la camisa abierta y tenía varias cicatrices en los brazos y rostro, los estaba amedrentado a pelear para atraer su atención. Los tipos fueron se olvidaron de ti y uno tras otro fueron a golpearlo, pero todos cayeron ante la fuerza de sus puños, incluso el último que había sacado una navaja para cortarlo termino en el suelo llorando.

Tú permaneciste de rodillas observando todo puesto que del miedo tus piernas temblaban. Cuando el muchacho acabo la golpiza se acercó hasta donde estabas, pensaste que ese chico era tu salvador,  tu príncipe azul… hasta que abrió la boca.

  • Oye estúpida, ¿qué clase de niña tonta se mete sola a un callejón donde se juntan estos delincuentes en plena noche?
  • Yo…yo…- no sabías que responder- lo siento.
  • Levántate y ve a tu casa- ordeno.
  • N… no puedo…. Las piernas no me responden.
  • Tsk… - el joven se limpió la sangre de las manos por su ropa y poniéndose de cuclillas dijo,- ven, yo te cargo.
  • Pe…pero…
  • ¿Acaso quieres quedarte aquí a esperar que estos idiotas despierten?- negaste con la cabeza- eso pensé, vamos, te llevare a tu casa.




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