Sang dans le roses noires.

Capitulo Dos

"El viento de la primavera traía consigo olores encantadores, aquellos que transportaban una historia en sí. Haciendo que divinas creaciones sintieran tan bellas emociones, eso incluía a un bello rosal que estaba cargando entre las creaciones, más la dama dormida sintió algo en especial, la historia que contaba la primera era extraña. Más entendió lo que traía consigo. Sangre y oscuridad, sentimientos que una rosa distinta era capaz de captar."

En casa de los Mignand el ambiente era preocupante, Atenea no había despertado desde que la encontraron tirada en la calle principal que se encontraba frente al taller de Madame Elie.

La sorpresa fue grande para los habitantes de Marsella pues era muy raro que aquellas "bestias" como solían llamarlas los humanos aparecieran en  la luz. Y de igual manera fue extraño para los seres de la noche aquel evento, los neófitos jamás atacaban a la luz del pues su poder y sus habilidades bajaban de manera estrepitosa y los bastaard como vampiros acabarían con ellos, era un verdadero suicido para un Neófito cazar en el día ya que su riesgo de morir era excesivamente alto. 

Y para recabar más en el extraño acontecimiento que se dio en la cuidad fue el aura emanada de la nada, hasta los mismos humanos podían sentirla a pesar de que la noche ya se había pronunciado en Francia, aquella aura se expandió por todo el lugar y, hasta algunos podían  decir que se dio en otro lugar a parte del territorio francés. Tanto los humanos como los hijos de la noche vivieron aquello. 

Pues fue por aquella aura que los hermanos Clive e Irazebeth Mignand fueran lo más rápido que estuvo a su alcance para subirse a su carroza e ir por la joven que se encontraba inconsciente en aquella sala.

Habían sentido el aura y el poder que Atenea despertó de repente en plena batalla entre humanos, neófitos y varios vampiros encubiertos que llegaron a detener la revuelta, sin embargo lo preocupante era la aura poderosa que se presentó en plena batalla, era obvio que le pertenecía a un vampiro especial, de aquellos que vivían en el reino Ingles. Había pasado un largo tiempo desde que uno de ellos había pisado la tierra, en verdad era preocupante e incluso amenazante para quienes conocían y eran cercanos para esta persona.

Un pura sangre.

En la cabeza de Clive Mignand todo trabajaba a lo que se podía, estaba en verdad preocupando por su hija, habían pocas veces en las que eran intimidado y aun peor, eran contadas las veces que este reflejaba el miedo y ahora este momento se le unía a la lista. Odiaba ver a su hija con los ojos cerrados, tenía miedo de perderla solo por un descuido suyo. Sabía que en algún momento podía perderla pero jamás pensó en que aquello se diera de manera tan rápida. 

Al igual que para la dama Mignand, era horrible ver a su sobrina de aquella manera, temía por ella... está aún era muy joven para morir sin siquiera dar batalla para la cual ya habían firmado su destino. 

—Lleva más tiempo de lo esperado en ese estado... no sería mejor darle un elixir o algo para que... 

—No —dijo rotundamente la voz patriarcal de la casa—. Atenea va a despertar Irazebeth, mientras eso  pasa ve por agua y comida para ella cuando se levante estará...

—Tengo hambre...—Susurro de manera lenta y delicada. Por fin había despertado Atenea—. ¿Papá?... ¿Tía?... ¿Qué sucedió? —Preguntó tratando de acomodarse mejor en aquel mueble de madera —Por fin estas de vuelta pequeña —Pensaron los hermanos—.

—Caíste inconsciente en medio de un ataque de neófitos.

—Pensamos que te habían atacado... ¿Te sientes mejor Atenea? —Preguntó la joven hacia su sobrina. A lo que esta respondió con un movimiento afirmativo de su cabeza—. Voy por algo alimento y te ayudo a normalizarte, hasta acá siento tu ansiedad. 

Irazebeth salió del campo de visión de padre e hija, dejando a estos dos solos, Atenea no hacía más que intentar recordar lo que paso, más el dolor era intenso cuando intentaba recordar con exactitud lo que había pasado después de que viera a los neófitos y los recuerdos de un ataque abordaran su mente. 

— ¿Qué sucedió en la plaza Atenea? ¿Por qué no estabas adentro con los demás?

—Estaba intentado escapar a las provocaciones de Dalila, cuando el disturbio comenzó, salí y vi a un joven siendo perseguido por uno de ellos, era un ser inocente que no debía acabar siendo el alimento de uno de ellos, por lo que al salir decidí probar el poder que tenemos...'

—Atenea, inocente y protectora. Aunque el propósito fuera bueno, fue demasiado arriesgado rosa, ni tú tía ni yo te hemos enseñado sobre aquel poder, por lo que la culpa cae también nosotros.

—En verdad siento haberlos preocupado... pero era un ser inocente, tú hubieras hecho lo mismo papá.

A pesar de que su hija fuera tan inocente en su edad, sabía y conocía con certeza las emociones que llevan a realizar una acción, si ella la viera sabría que su hija era en carácter idéntica a ella.

—Aun así pequeña, piensa y analiza la situación antes de actuar... ¿recuerdas algo más antes de caer inconsciente?

Por la mente de la joven pasaron los recuerdos de la calle, el neófito caminado hacia ella, siento el miedo y odio recorrerla haciendo en un abrir y cerrar de ojos lento pudo ver y sentir la sangre cambiarse, sus ojos cambiar abruptamente y sin motivo.

A priori recordó el sonido del cuerpo impactando contra un muro y el factor que acabo con su vida, una fecha que perforó su pecho y lo volvió un charco de sangre.

Al ver aquello regreso a ver quién había sido el responsable de ello, sin embargo no podía, el dolor de cabeza hizo que parará de recordar, haciendo que llevará sus manos hacia la cabeza para para con aquella molestia.

—Sólo recuerdo ver que la criatura venía hacia mí y de la nada lo vi en el muro con una flecha en su pecho —Contesto Atenea tratando de levantarse y dirigirse hacia las escaleras de la casa—. Y recuerdo sentir mucha sangre pasar por mi cuerpo... y el cambio del color de mis ojos.




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