El lugar estaba rodeado de historias y quizá una en especial me hipnotizó para terminar entre la espesura del bosque y contarte con simples palabras lo que olvidé y él me hizo recordar de una peculiar forma.
Lo que ilusamente creía saber, me cegaba y alimentaba; lo que muchos llamaban amor.
Tenía una definición muy mala de el.
La camioneta de Corin era una porquería, sin embargo, nos había sacado de grandes apuros. Ahora ocho treinta de la mañana con el sol alumbrando débilmente anunciando su calor en el resto del día.
La camioneta decidió tomarse un buen descanso al parecer.
Miré de reojo a Corin que parecía apunto de arrancarse los cabellos castaños y alborotados. Su piel brillaba con el sudor de tanto esfuerzo intentando encontrar el problema, los tatuajes extraños de sus antebrazos le aportaban un toque salvaje e intimidante. Suspiró antes de volverse hacia mí y enfocar sus ojos azules adornados por una sombra leve bajo de ellos. Siempre lucían cansados, con un brío especial, un misterio que se guardaba solo para él.
Le sonreí antes de arrojar la goma de mascar a un lado de la calle y aproximarme lentamente ante su atenta mirada. Me planté enfrente y con la misma paciencia me hice un moño, enroscando mis largas hebras oscuras, su mirada se desvió de mi rostro a mis pechos, parecía un bobo a veces y eso era lo que me había enamorado de él.
- ¿Qué? - le pregunto con diversión antes de enroscar los brazos a su cuello y ponerme de puntillas. Sus iris bailan en mi rostro un instante antes de contraer su cara en aflicción y parar los labios de forma graciosa en espera de un beso. No lo complazco hasta que gruñe y se decide a hablar.
- Los cuadros te van bien con esa camiseta - su voz ronca rompe el silencio para luego hacer una pausa y mirar mi prenda antes de continuar-. Me gustaría que fuera más transparente.
- No, no te gustaría - lo conozco y es un controlador que le gusta desviar las respuestas correctas a mis preguntas -. La camioneta...
Suspira con hastío antes de arrastrar su mirada a la camioneta, como si de un caso perdido se tratase.
- Está muerta, es definitivo - comienza una caricia en mi cintura con ambas manos, sé lo que intenta, pero esta vez no va a funcionar, quiero ir a esta excursión.
Deslizo mis manos a sus hombros desnudos y me fijo en sus abdominales un momento solo para hacerle creer que estoy cayendo en su juego. Mi mirada regresa a su cara donde una sonrisa pícara se dibuja en sus labios carnosos, ese pequeño hundimiento en su labio inferior, es un torbellino hipnótico, mi boca no tarda en interpretar una expresión más cínica antes de retirarme bruscamente y tener una distancia prudente que no me distraiga de mi objetivo.
- Marcel, por favor - pone cara de cansancio mientras desvía la mirada más allá de la calle en dirección a la casa que nos puede salvar o mejor dicho, me puede salvar, ya que Corin solo hace esto por algo que le prometí -. No me hagas decirle a Roman porque sabes que traerá a la serpiente.
Su tono de voz se esfuerza por parecer enojado, pero la dulzura con la que me habla lo delata, a pesar de tener la apariencia de chico malo, el metro ochenta y tanto, su capacidad de decirme no es algo que se le da de manera difícil. Me quedo parada mirándolo mientras rodea la camioneta y saca una camiseta gris con el logo de una banda de heavy metal. Cubre su torso delgado un tanto atlético en los lugares correctos.
Roman es su amigo al que no teníamos pensado invitar, ya que era una salida en pareja. E invitar a Roman implica que su hermana melliza hará todo esfuerzo para pegarse como goma de mascar en su suela. Con la excusa de cuidar a su hermanito, quien tiene novia y a la cual arrastrará consigo de igual manera. No se me da bien planear salidas, lo admito, pero esta sí, quería meditar un poco entre los árboles y lejos de toda la situación universitaria. Además de otros planes que me he guardado para mí. Un poco de investigación histórica.
No tenemos opción.
- ¿Qué harás? - Corin interrumpe mis pensamientos mientras mira distraído su celular. A veces me pregunto qué tanto es lo que escribe en esa cosa, sacudo la cabeza para aclarar cualquier sospecha paranoica que de pronto nos entra a los seres humanos por pura inseguridad.
Suspiro y tomo la difícil decisión antes de encontrarme marcando el número de mi madre para avisarle que estaré fuera por unos días con unos amigos, ella no sabe aún de la existencia de Corin, no fue mi decisión sino más bien sus palabras fueron algo así como temer no dar buena impresión. Y además es muy pronto.
Me doy vuelta para ver más allá en la lejanía de la calle aproximarse la camioneta negra y más lujosa de Roman, a diferencia de esta que tenemos a un lado, con la pintura desgastada.
Rápidamente localizo, a medida que se acerca más, la cabellera rubia corta y lisa de Leah, sonrió con ironía al ver que ocupa el puesto de copiloto y Mia apenas se ve atrás. Leah siempre quiere el protagónico de la obra, aunque esto implique pelear con su hermano y su novia.
Siento como el pecho duro de Corin se pega a mi espalda y sus brazos me rodean la cintura pegándose más a mí y poner su barbilla en mi hombro antes de comenzar a esparcir pequeños besos desde la base de mi mandíbula hasta mi mejilla.
- Adiós penetraciones de luna llena en el bosque - susurra en mi oído con la mayor de las decepciones.
- Eso suena enfermizo - rio abiertamente y se me une con una carcajada baja antes de darme un pequeño mordisco en la oreja tirando un poco de mi pendiente.
Lo codeo y tomo sus manos entre las mías antes de darme vuelta y estar cara a cara con su arrogancia adorable. Escucho a mi espalda como las puertas de la camioneta de Roman se cierran y me apresuro a pegarme más a él y susurrarle al oído con provocación una insinuación que se me ocurrió de la nada. Y finalizo diciéndole.