Las manos me están temblando mientras le muestro el sobre a mi tía. La pobre suelta las fresas que está limpiando como si estuviesen malditas. Mira a turnos el sobre y mi rostro mientras se limpia las manos en su delantal pintado de rosa. No veo a mi prima por ningún lado, así que decido preguntar:
— ¿Y Lexi?
Mi tía camina hasta el umbral de su casa, donde irrumpí sin permiso unos segundos atrás. Se aclara la garganta antes de hablar.
—Fue al mercadillo a vender la mermelada. A ella le compran más. —Una sonrisa forzada se extiende en sus labios resecos. Apunta el sobre con un movimiento de cabeza —. ¿Y eso?
—Me lo entregó el cartero hace unos minutos. Vine aquí corriendo —digo, haciéndome consciente de pronto de lo sedienta que me dejó la caminata.
Mi tía parece echarme un vistazo completo por primera vez desde que llegué y sus ojos se entornan.
—No has comido bien, Nyx —asegura, con voz rasposa —. Siempre haces lo mismo, tu madre estaría molesta…
Sus palabras se detienen de forma abrupta y se le llenan los ojos de lágrimas al mencionar a mi mamá.
Sé que ellas eran muy unidas, sé que crecieron en una familia muy pobre, teniéndose la una a la otra. Sé que nunca podré entender lo que es perder a una hermana, porque nunca tuve una, pero, puedo compartir su dolor. Mara me da la espalda, pasándose una mano por los ojos con poca amabilidad, como si le molestase estar triste. Toma una rebanada del pan que debió hornear esa misma mañana y lo unta con mermelada directamente extraída de la cazuela. Lo pone con delicadeza sobre un plato astillado y lo deja sobre la mesa.
El sobre del palacio parece haber pasado a segundo plano. Y la ansiedad por averiguar su contenido ha dejado de causarme una presión en el pecho. Porque ahora la causante es la silenciosa preocupación de mi tía. El dolor en su mirada me hace recordar la promesa que ella y mamá tenían; si una muere la otra debe cuidar a su hija como una propia. No es que esperasen morir, no, en definitiva. Era como una broma. Una broma que se convirtió en cruel realidad. Sé que Mara piensa en eso también.
—Come, por favor.
—Pero…
Señalo con la mirada el sobre en mis manos, recordándole en silencio que estoy ahí únicamente para compartir con ella el contenido.
Su mirada reacia me lleva a sentarme a su mesa de madera vieja y devorar el pan sin decir nada. La comida se siente como una bola de papel en mi boca. Desde pequeña amaba los alimentos dulces, por un tiempo fue lo único que me gustaba comer. Hasta que aprendí que no era algo sencillo de conseguir. Aprendí que tendría una dotación limitada de cosas dulces en mi vida, porque no podíamos permitirnos postres diarios y porque en Calize, lo dulce está destinado para los afortunados.
Una vez que he terminado, mi tía se sienta a mi lado. Ambas miramos el sobre con una especie de sorpresa desconfiada, como si ante nosotros estuviera un ser mítico. Y es que nadie de nuestra zona recibe sobres con el membrete del palacio. Ni siquiera los comerciantes que acuden a dejar sus productos con frecuencia.
— ¿Deberíamos esperar a Lexi?
—No. Seguro no es nada importante —dice ella, restando importancia a la situación con un movimiento de su mano enrojecida por el colorante natural de las fresas.
—Tal vez son condolencias, por… lo de mi madre.
El semblante perdido de mi tía se recupera por unos segundos, mientras asiente con frenesí, como si ella misma necesitara convencerse. Lo cierto es que tenemos miedo. Se siente como recibir un regaño hecho a puño y letra de un profesor. Y eso que jamás recibí uno.
—Bueno, lo abriré ahora.
Rasgo el sobre, para molestia de Mara, cuyos dientes se aprietan con fuerza con el sonido del papel.
Nuestras cabezas, una al lado de la otra, se quedan fijas en dirección de las letras. Sé que ella no puede leer lo que está escrito. Y yo, que si puedo, necesito unos largos segundos para leerlo en voz alta para ella. Es hasta que Mara lo pide con cierto tono desesperado, que recuerdo que debo hacerlo. Mi voz tiembla un poco cuando leo:
Nyx Rubssen, hija única de Mags Rubssen, se solicita su presencia en el palacio este viernes por la tarde, para que haga cumplimiento de sus labores pendientes para con el futuro rey de Calize.
-J. Lanish
Así que no eran condolencias ni noticias sobre mi madre sino que ahora tengo misteriosas labores pendientes en el palacio…
Mara me mira de hito en hito y le devuelvo una mirada confundida.
— ¿Eso qué significa?
Me encojo de hombros, porque yo tampoco tengo la respuesta a su pregunta.
—No tengo idea, ¿qué labores pendientes puedo tener yo para con el futuro rey?
— ¡¿Qué?¡ ¿De qué están hablando? —pregunta Lexi con voz inusualmente emocionada.
Recién llegada de su jornada como comerciante luce como una aparición con esa exultante alegría ante nuestros rostros confundidos. Sus cabellos, igual de oscuros que los míos y los de nuestras madres, están despeinados por el viento.
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Editado: 05.05.2024