Sangre

Capítulo 9: El pacto de sangre

Al día siguiente, la reunión de grupo. Estaba emocionada por hablar con Alucard pero mis planes se vieron truncados por la llegada de tres nuevos integrantes al grupo. Cuando llega alguien nuevo, nos sentamos en círculo para presentarnos y compartir nuestras experiencias. Para mí no había ningún inconveniente, excepto que uno de los nuevos era Alucard. No deseaba contar frente a él los abusos de los cuales había sido víctima desde hacía un año. Aunque ya lo hubiera presenciado.

―Hola, mi nombre es Rosario―dije con voz temblorosa.

―Hola, Rosario―respondieron en coro.

―Desde hace poco más de un año he sido víctima de acoso escolar…

Miré a Alucard quien había fijado toda su atención en mí. Me sentía desnuda delante de él al tener que confesarme débil. Y mientras yo avanzaba con mi relato, su rostro iba pasando a una expresión de sorpresa. Al terminar, él estaba perplejo y yo quería desaparecer.

―¿Tú qué opinas al respecto, Alucard?―le preguntó Luciano.

Alucard se mostró mucho más sereno antes de dirigirse hacia mí:

―Pienso que, aunque Rosario posee una gran fuerza física de la cual no parece percatarse, su espíritu es débil. Creo que se debe a algún suceso muy doloroso―. Hizo una pausa―. Creo que el dolor te llevó a cruzar una delgada línea que te quebrantó aún más.

Mis ojos se llenaron de lágrimas.

«¿Por qué dijo eso? ¿Qué sabe de mí?»

―Pero tienes todo el poder de superar cualquier inconveniente―continuó―. Nadie tiene porque hacerte daño, ni siquiera tú misma.

―Gracias―le dije para que no hablara más.

Antes de dar por terminada la reunión, Luciano y Alucard repartieron algunos pasabocas que habían preparado. Ya me sentía mejor y me acerqué a él para tratar de conversar un poco.

―Parece que te la llevas muy bien con Luciano―le dije acercándome, aprovechando un momento en que estuvo solo.

 

―Sí. La semana pasada hablé con él luego que tú y los demás se marcharan. Le conté que estaba en esta ciudad en busca de una nueva vida. Me hospedó en su casa y me ayudó entrar en L & M donde estoy trabajando con él.

―¿Y en qué trabajas?

―Ayudo a descargar la mercancía de los camiones y a acomodarla en la bodega.

Hasta entonces tenía entendido que Alucard provenía de una familia influyente del viejo continente. ¿Por qué hacía todo eso?

―¿Por qué haces todo eso? Como si quisieras encajar en esta sociedad.

―Rosario, estuve encerrado por dos siglos, lejos de todo. Y ahora me encuentro en una tierra diferente, en una época diferente. ¿No crees que merezco al menos iniciar una vida nueva?

―Entiendo.

Necesitaba continuar con la conversación, pues Alucard tiene la mala costumbre de callar si no se le habla más. 

―¿Conque eres nuestro nuevo consejero?

―Sí, así es. Me pidió que le ayudara con el grupo como una condición. También me enseña sobre lo nuevo que este mundo tiene. Lo que más me ha llamado la atención es el computador.

―Creí que nos contarías tu historia de cómo te acosaban los cazadores de vampiros.

―Tal vez debí hacerlo. Pero la historia no tiene un buen final.

Reímos por lo bajo para no llamar mucho la atención.

―Eso que dijiste… ¿Qué es lo que sabes de mí? ¿Qué te contó Luciano?―le pregunté.

―No fue Luciano. Cuando bebí tu sangre pude sentir lo que tú.

―¿Qué acaso lees la mente?

―No. Pero contigo quisiera poder hacerlo. A veces me gustaría saber qué es lo que estás pensando.

«No creo que quieras saberlo.»

―¿Y qué es lo que pudiste sentir?

―Dolor. Tristeza. Soledad. Pudor. Excitación.

―Ah… Bueno―comencé a tartamudear―. ¿Sólo eso? Bien.

―Felicidad.

―¿Eh?

―Por cierto, Luciano sólo me dijo sobre ti, que tuviera cuidado de no lastimarte o me las vería con él.

―Luciano es un gran chico―dije mirando hacia el líder del grupo, quien conversaba con los chicos nuevos―. Es muy amable, servicial, inteligente. Y siempre está feliz.

No noté que el ánimo de Alucard se había ensombrecido dándole la espalda a todos.

―Ya veo. Te gusta Luciano.

―No. Mi historia con Luciano no deja espacio para una relación amorosa. Quizás si lo hubiese conocido en otras circunstancias… ¿Estás celoso?

―¿Y qué si lo estuviera?

―¡Alucard! Ven un momento―le gritó Luciano desde el otro extremo del salón. Mi padre llegó en ese instante y tuve que irme.

 

 *                        *                      *



#46857 en Novela romántica
#12125 en Joven Adulto

En el texto hay: vampiros, juvenil, romantica

Editado: 29.06.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.