Capítulo 27: La voz y el rostro.

Debido a la cantidad de invitados, Demetrius ordenó traer más mucamas para servir la comida, lo que significaba que se cortaban las manos o los brazos y dejaban caer su sangre hasta llenar las copas. Al comenzar a palidecer o marearse, las llevaban a las zonas del servicio―el subnivel donde vivían las mucamas―y allí bebían grandes cantidades de jugo de remolacha con manzana.

Aunque no estuviera de acuerdo, Alucard me permitió participar del "banquete", pero sólo dos copas.

Nos sentamos en la sala de estar a conversar. Casi toda la conversación se trató de poner al día a Alucard quien apenas sabía que sus padres habían muerto a manos de los cazadores de vampiros y que un tío suyo era el nuevo dueño del castillo Farrington. Aprendí mucho sobre la vida de los vampiros reales que aún en calidad de no muertos trataban de aferrarse a la vida. Así llegó el amanecer y cuando nos disponíamos a ir a dormir llegó Sarah, una de las dos mucamas, con el periódico en sus manos.

―¡Está en primera plana! ―dijo orgulloso Demetrius tomando el periódico.

Leyó la noticia en voz alta: las pruebas de experimentos ilegales, la relación de Bazinger Labs con el brote de la enfermedad y la pobre e inocente chica que era perseguida y cuyos padres habían sido secuestrados.

―¿Pobre e inocente chica?―dije mirando a Alucard.

―¡Oye! Yo no fui quién redactó el artículo.

Demetrius nos llevó a la sala de televisión donde buscó el canal del noticiero matutino. Era la noticia principal del día. Las mucamas iban de un lado al otro asegurándose de que el sol no fuera entrar por ninguna rendija, mientras que nosotros veíamos cómo los periodistas le arrojaban más leña al fuego.

Cerca de las nueve de la mañana recibimos la llamada de Víctor Fonn. Demetrius habló con él y al colgar habló conmigo.

―Dice que quiere hacerte una entrevista grabada para la página web del periódico a sugerencia del director. Según ellos, la noticia necesita voz y rostro.

Miré a Alucard.

―Es tu decisión, Rosario.

―Muy bien, lo haré.

―Pero será según nuestros términos.

Demetrius, Helen, Alucard y yo asistimos a la cita en la sede del periódico en el centro de Ciudad Capital. Ya había visitado la ciudad cuando era niña pero sólo recordé   algunos edificios. Además en la noche no se distinguían claramente.

Víctor Fonn y el director del periódico, Héctor Nuntius, nos recibieron y llevaron a un pequeño estudio de grabación en el tercer piso. Sólo debía contar mi historia, pero no todos los detalles. La escribí y Helen la editó. Me sentía nerviosa ya que sólo la había repasado de camino al periódico.

Me senté frente a la cámara con una foto de Jhon y otra de mis padres en las manos.

―No te estreses, no estás en vivo―dijo sonriendo el director.

Le devolví la sonrisa y esperé la señal.

«Mi nombre es Rosario Altamirano, tengo 16 años de edad y soy de la ciudad de Centralia. Padezco de SHFP nivel 2, congénito, controlado. Lo que quiere decir que nunca he sido diagnosticada como paciente de alto riesgo y que puedo llevar una vida normal con medicación―.Levanté la foto de Jhon―. Él era mi hermano menor, Jhon Altamirano. Tenía SHFP nivel 4, congénito, controlado. Significa que, a pesar de su salud deteriorada y las constantes recaídas, podía vivir en su casa con su familia. Nunca fue diagnosticado como paciente peligroso. Confiamos su salud a Bazinger Labs  quienes experimentaron con él hasta causarle la muerte a la edad de 10 años. Hace unos 13 días, Bazinger irrumpió en mi casa llevándome sin el consentimiento de mis padres quienes se arriesgaron para rescatarme y ahora están en poder del laboratorio―. Levanté la foto de mis padres―. No sé qué es lo que Bazinger Laboratories quiere de mí y de mi familia. Sólo quiero asegurarles que no soy paciente de alto riesgo y quiero pedirle al doctor Cornelio Aeneid que por favor me regresé a mis padres.»