TIENDA DE PROVISIONES.
Silvercity (Momentos antes de la muerte del payaso)
Egan estaba asombrado por la cantidad de comida enlatada que aún había en aquellos estantes. En muchos pueblos la gente sufría por el hambre y la falta de medicamentos, y aquel lugar estaba repleto de ellos. Muchas de las ocasiones en las que visitó Silvercity deseó poder tomar todas las provisiones posibles y repartirlas entre aquellos que no recibían apoyo de la Ciudad Central, pero siempre estaba bajo la supervisión de Lex o del mismo Nerón, por lo que no podía darse el lujo de hacer algo.
Ahora andaba por los largos pasillos, recolectando las latas en mejores condiciones y escuchando cómo Oliver caminaba sin ganas tras de él. Al rubio tampoco le emocionaba estar acompañado del castaño. No parecían congeniar y estaba claro que ninguno haría esfuerzos por cambiarlo. Mientras tanto, su hermano y Winston se encargaban de conseguir la gasolina; Egan hubiese preferido ir con cualquiera de ellos dos, incluso con el anciano, pero Deo había salido con la estúpida excusa de que su hermano menor conocía el lugar mejor que nadie. En el fondo tenía la sospecha de que el therión solo lo hacía para molestarlo o para que se llevase mejor con Oliver, lo cual resultaba igual de irritante.
Comenzaba a inquietarse; no tenía idea de si colaborar con el grupo de la pelirroja, en realidad sería útil, prácticamente los estaba conduciendo a una muerte segura, pero tampoco tenía intención de disuadirlos. La vida de su padre estaba en juego y era consciente de que debía cumplir con su misión, de alguna u otra forma. Aunque, por otro lado, no le molestaba del todo compartir espacio con Carmín, la chica le provocaba extraños sentimientos y aunque él se portaba como un idiota para disiparlos, estos parecían seguir ahí. Cosa que lo estaba volviendo loco.
Egan nunca creyó relevante entablar una relación sentimental, no porque quisiera hacerse el interesante o jugar con las chicas; sino más bien porque su libertad y la de su familia eran una idea más tentadora y no podía tener distracciones si quería lograr su objetivo y librarse de las garras de Nerón. Pero por ahora molestar a la pelirroja hacía más divertido el viaje y sabía que al mismo tiempo le jodía los sesos a Oliver, lo que era mucho mejor.
Estaba casi seguro de que el castaño tenía una incómoda obsesión por Carmín. Pues nunca le quitaba los ojos de encima, persiguiéndola como un gatito, tratando de llamar su atención o buscando una excusa para hablar con ella. Cosa que a Egan le parecía extraño y desagradable, pero bueno, si ni siquiera podía entender los pensamientos en su cabeza, no intentaría averiguar los de alguien más.
A cada segundo se sentía más irritado, recordar a Helmut y su sonrisa burlona lo hacían sentir patético. Estaba furioso por haber sido tan impulsivo y asesinarlo al instante. Aquel hombre merecía un castigo peor y él lo había echado a perder.
―Escuchaste eso―dijo Oliver sacándolo de sus pensamientos, pero Egan lo ignoró y siguió caminando―Alguien nos está siguiendo ―susurró esta vez
―No hay nadie aquí Oliver, ahora cierra la boca―respondió el rubio con tono serio
―Ya sé que tu cerebro no funciona muy bien, pero no por eso debes ser un estúpido a cada momento―contestó Oliver dejando de caminar
―¿Tanto te gustó tener mi puño en tu cara que ahora suplicas por más? ―dijo volteando hacia el chico
―En serio Egan, deja de ser un idiota―hablo nuevamente el castaño acercándose a él
―Y tú un miedoso―dijo el rubio mirándolo fijamente
―¿En serio crees que al ser así le gustarás más a la gente?―preguntó Oliver intentando sonar desafiante, pero su voz tembló en la última palabra
―A la gente no, pero algunas chicas sí―respondió Egan burlonamente, mientras le guiñaba un ojo―¿Y a qué viene el comentario?―preguntó el de ojos grises alzando una ceja―¿Acaso estás celoso?
―No de ti―dijo Oliver y se dio media vuelta dispuesto a salir de la tienda, pero se detuvo en seco cuando vio a un sujeto de traje negro y un largo sombrero. El hombre sujetaba una enorme hacha y los veía de forma amenazante.
―Te dije que alguien nos seguía―reprochó Oliver observando a Egan
―Cállate―contestó y jalo al castaño hacia otro pasillo.
Al instante, el tipo del hacha comenzó a perseguirlos; la entrada estaba a solo unos metros, pero el hombre lanzó los estantes y rompió las vitrinas para impedir que los chicos pasaran. Ambos corrían intentando buscar una salida, pero el lugar se les estaba acabando y era claro que tendrían que pelear. El hombre finalmente se posó frente a ellos y sonrió de forma aterradora; Egan sacó su daga y Oliver lo imitó, mientras intentaba no desvanecerse del temor, pues su rostro había adquirido un tono verdoso y respiraba de forma acelerada.
Por un breve momento la idea de dejarlo a su suerte cruzó por la cabeza de Egan, pero sabía que los demás lo culparían y no quería lidiar con sus fastidiosos reclamos, además, él nunca huía de las peleas, si tenía que morir lo haría, aunque internamente suplicaba que no fuera en ese instante y mucho menos al lado de Oliver. El rubio intentó acercarse al sujeto, pero este fue más rápido y lanzó el primer hachazo; por suerte, alcanzó a esquivarlo y retrocedió nuevamente.
―Vete, yo lo distraeré―le dijo al castaño, quien pareció debatirlo unos instantes, pero finalmente se negó
―Y dejarte a ti como el héroe, no gracias
El hombre del traje pareció perder la paciencia y se acercó nuevamente a ellos. Ambos luchaban por sobrevivir a su arma, pero pronto quedaron acorralados. Para cuando el hombre estaba a punto de partir a Egan en dos, apareció Deo y lo lanzó lejos. El tipo tenía intenciones de pararse, pero el rubio no perdió tiempo y le enterró su daga caballeresca en el cuello, matándolo al instante.
―¿De dónde salió este loco?―preguntó Winston viendo la vestimenta del sujeto que yacía en el suelo
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Editado: 15.03.2024