Haldenmoss
2 meses después de la invasión de Nerón...
VERA.
Otra semana más había transcurrido desde que su padre murió, desde que todo había cambiado. La gente intentaba seguir adelante, pero para unos era más complicado que para otros. Para Vera los días eran interminables.
Aquella vez, la tarde que sepultaron el cuerpo de Edward, una parte de ella se fue entre toda la tierra. Tiempo antes había pensado que sabía lo que era que le rompieran el corazón, pero ahora se daba cuenta de que estaba equivocada. Su corazón no solo estaba destrozado, sino que, aquellos pedazos que permanecían dentro de su pecho, le rasgaban el interior con sus afiladas puntas, hasta el límite de sentir que moriría por aquel inmenso dolor.
Aquellos que en ocasiones fueron dulces momentos, ahora eran la causa de sus lágrimas y pesadillas. Aun así sabía que no podía ceder ante el sufrimiento, ahora ella era lo único que le quedaba a su hermana menor. Eran los únicos dos miembros de su familia que seguían con vida. Nadie más protegería a Carmín, nadie más la cuidaría.
Vera no tenía idea de que su madre vivía, no sabía que justo ahora discutía con Nerón para evitar que diera la orden de capturar a su hija. El presidente por fin había dado con el paradero de Carmín, lo que él ignoraba es que Nara no solo tenía una hija, sino dos y que aquel día la mayor se encontraba sola en su casa.
Nerón pasó por alto todas las palabras de Nara y, aun sabiendo que la mayoría de sus theriones eran inestables, envío a Lex, el más fiel de sus seguidores y uno de los más fuertes también. Lexaban era un ex mercenario a quien el presidente rescató de morir. Aun sin su consentimiento, Nerón enlistó al tipo para ser uno de los candidatos a convertirse en un therión. El sujeto fue inyectado con ADN de pantera, obteniendo un resultado asombroso. No solo había adquirido una magnífica fuerza, sino también destreza, agilidad para cazar y un desarrollado sentido del olfato, además de visión nocturna y discreción al momento de andar.
Lex no sabía el nombre de la niña, tampoco si estaría en compañía de alguien, ni siquiera tenía idea de cómo lucía, aunque era claro que tendría rasgos similares a los de sus padres y eso le facilitaría su tarea. El encargo era sencillo, solo debía ir por la chica y llevarla con Nerón, lo que pasara después no era asunto suyo. Solo que no esperaba, que, específicamente ese día, su suministro de aquel líquido verde que lo hacía mantener su lado humano, fuera hurtado. El presidente le prometió dos cargas nuevas a su regreso, pero eso no lo tranquilizó, pues podía sentir por sus venas su parte animal expandiéndose y eso lo descontrolaría gravemente.
..........
Pasaba de medio día y Carmín aún no regresaba, debía llevar algunas raciones de pan a los refugios, muchos de los habitantes en su pueblo quedaron desamparados y todos colaboraban con lo que fuera necesario.
La casa se encontraba en silencio, desde que su padre se había marchado, la música dejó de ser frecuente en su hogar. Carmín insistía en poner alguna de las canciones que solían gustarle a Edward, pero Vera siempre se negaba. Hacer esa simple acción era de lo más difícil, pues la sumía en una enorme tristeza.
Se sentó en uno de los sillones de la sala y tomó el par de agujas de tejer que su padre le había regalado, no era una actividad que le gustara del todo, pero la ayudaba a mantener su mente entretenida, de esa forma evitaba pensar en lo miserable que se sentía y las ganas irracionales de salir corriendo, y dejarse hundir en el enorme lago.
Sus dedos se movían rápidamente y el estambre lila tomaba forma, su primera bola de aquella fibra se terminó y estaba dispuesta a cambiarla de no ser por qué la puerta trasera se abrió de repente, Vera esperaba ver a su hermana cruzar por el umbral hacia la sala, pero no era ella.
Se paró de golpe cuando vio a un sujeto enorme, iba vestido con una gran capa de color negro y bordes dorados, cubriéndolo casi por completo. Intentó llegar a la puerta delantera, pero el tipo la tomó por el cabello e hizo que se sentara de nuevo en el pequeño sillón. La chica lucía en verdad asustada, el corazón le latía rápidamente y las manos le temblaban. Se había percatado de que el hombre frente a ella, en realidad era un therión, uno demasiado grande, con ojos y garras amenazantes y un pelaje oscuro que le recordaba a la noche.
Vera intentó gritar, pero el therión fue más rápido y le cubrió la boca. Utilizó la mano libre para posarla en su cuello, dándole a entender que si intentaba alguna estupidez, le desgarraría la garganta de inmediato. La respiración de aquella bestia estaba acelerada, sus ojos tenían un brillo amenazante y todos sus movimientos eran bruscos.
Fue en ese momento en que la chica entendió que moriría. Sentía terror, pero no por el hecho de que le arrebatarían la vida, sino más bien porque sabía qué Carmín sería quien la encontraría. Justo como tiempo atrás, ambas hallaron el cuerpo de su padre y no era algo que deseaba para su hermana, no de nuevo. Con la aguja aún en la mano y sin tiempo para pensar o arrepentirse, tomó impulso y le enterró el objeto en el estómago a su agresor. El therión retrocedió un poco y tocó la sangre rojiza que brotó de la pequeña herida. Al parecer, la puñalada no le había causado gran daño, pero sí lucía estresado y en sus ojos se podía ver la perdición.
Vera pensó que sentiría sus garras destrozando su piel, pero en un movimiento rápido el sujeto le arrebató la aguja, tomó la otra que estaba en la pequeña mesa frente al sillón y empujó a la chica contra el sofá, clavando el par de objetos en su garganta. La pelirroja abrió los ojos horrorizada e instintivamente se llevó las manos al cuello. Ignoró el dolor, la desesperación y se fue relajando poco a poco, aceptando así su muerte. Tenía la breve esperanza de que pronto vería a su padre o la luz de la que todos hablaban, pero no logró ver eso, fue inundada por completa oscuridad. Se convirtió en nada.
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Editado: 15.03.2024