"Hubiera querido saber todo en ese momento y no pasar tanto tiempo sin tener idea de si aquello era real o no…"
Cuando la chica estuvo a punto de responderme, todas aquellas dudas e incógnitas que había en mi mente, llegaron los profesores y todo volvió a la normalidad y cada uno para su clase.
Antes de entrar al salón vi a Cristian con una sonrisa triunfadora mientras se llevaban a los otros tres a la dirección, él siempre saliéndose con la suya.
—Cualquier cosa que necesites llámame —dijo cuando se dio cuenta que lo estaba mirando, me guiñó un ojo y se fue hacia su clase.
El resto del día no vi a ninguno, solo hubo paz y tranquilidad para mi suerte. Aunque sí sentí miradas posadas sobre mí, con mucha intensidad, pero preferí ignorarlas.
A la tarde Nad nos había recogido a Lis y a mí. No dijo nada en el camino hasta que se detuvo frente a la casa de nuestra amiga.
—No puedo creer que vaya a decir esto, pero me alegro de que Cristian haya llegado a tiempo —admitió sincero y con tanta calma que no parecía en lo absoluto él—. Debes tener mucho cuidado, ya no es la primera vez que te pasa y al parecer por mucho que uno le advierta las cosas van a seguir haciendo lo que ellos quieran. —Y toda la calma se fue al caño, ahora estaba más que enojado y resentido. Estaba yendo de extremo a extremo, cosa nada normal en él—. Ninguna de las dos debe estar sola a partir de ahora, no me perdonaría si algo les pasa —Ahora lo notaba muy afligido y preocupado.
—¿Nad? ¿Estás bien? Has cambiado de ánimo tres veces en menos de dos segundos —pregunté preocupada por lo que le estuviera pasando a mi amigo.
Posé mi mano sobre la suya; tratando de que calmara aquellos sentimientos encontrados y explicara qué estaba pasando.
—Si, lo estoy, enana, no te preocupes solo que me molesta que las personas no entiendan que tienen que parar y dejar de molestarlas… Solo tengo miedo de que les hagan algo —Restándole importancia al asunto de su cambio de ánimo.
Por poco le creo, pero cometió un error, miró hacia otro lado mordiéndose el labio ligeramente, algo que solo hacía cuando mentía.
—¿Qué es lo que sabes Nadeem? ¿De qué rayos Cristian y tú hablan? Y no digas que nada que te conocemos a la perfección. —le regañó Lisa, leyéndome la mente, pues eso mismo estaba a punto de decir.
—De verdad que no es nada chicas, nosotros nunca nos hemos llevado bien y ustedes lo saben y el hecho de que esas personas estén detrás de ustedes solo nos pone tensos. Aunque sigo pensando que ese Cristian no es tan inocente cómo quiere hacernos creer —Hizo una pausa cómo si pensara en decir lo siguiente o no, pero ambas lo animamos a que siguiera, no nos íbamos a quedar con las ganas de saberlo todo—. Ayer fui a hablar con esa gente y les dije que no se metieran con ustedes, pensé que habían entendido, pero al parecer no y eso me enfurece porque no puedo hacer nada más para evitar que alguno de esos tipos les hagan daño.
—¿¿¡¡¡Quééé!!!?? ¿¡Estás loco!? —exclamamos ambas sorprendidas.
—Ahora sí sé que estás mal de la cabeza. ¿Cómo se te ocurre semejante locura? ¿Se te olvidó lo que pasó, lo que vi? —le reclamé enojada con él.
Puede que lo haya hecho por ayudarnos y defendernos, pero eso había sido demasiado peligroso.
—¿Tienes idea del peligro en el que te pusiste? ¡Estos tipos no son los simples matones de la escuela Nadeem! ¡Mataron a una persona! Quién sabe lo que les hizo ese chico para que lo mataran y tú vas corriendo a provocarlos. ¿Acaso quieres terminar igual que él? —Nadeem se tensó al momento que una Lis muy enojada le mencionó lo del chico asesinado.
Lo vi removerse en su asiento muy incómodo. Estaba escondiendo algo, algo que le tenía inquieto, pero ¿qué era?
—Sé que es peligroso, pero no se preocupen, ellos no me van a hacer nada. Las que me preocupan son ustedes. Yo no he hecho nada para terminar de esa forma, ese tipo de gente no se llena las manos de sangre así porque sí —Sonaba demasiado seguro para estar hablando de una banda de asesinos.
—No si, el inmortal, el intocable. Mira Nadeem te quiero lejos de esa gente. Muchas gracias por tu ayuda, pero a ninguna de nosotras nos ayudas muerto, al contrario —le advertí agarrando mi mochila y bajando de la camioneta de un salto. Lisa hizo lo mismo sin decir una sola palabra, Nadeem al parecer no quería entender.
—¡¡Chicas!! ¡Esperen! Prometo no volver a hacer algo así, pero no me hagan la ley del hielo, ¿sí? Ustedes son cómo mis hermanitas y me preocupa verlas cerca de personas así y no poder hacer nada —confesó rendido, miraba sus zapatos los cuales movía impaciente por nuestra respuesta.
—¿Nos juras que no volverás a hacer una locura de ese tipo? —preguntó Lisa acercándose a él dándole un abrazo sonriente cuando Nad asintió.
Ambos chicos estiraron sus brazos para que me uniera a aquel dulce abrazo, pero había algo que me hacía dudar. No sabía si era por todo lo que estaba viviendo últimamente o porque algo realmente estaba pasando, pero algo no me cuadraba de toda esta situación. Luego de regañarme mentalmente varias veces por dudar de mi mejor amigo me uní al abrazo recibiendo un beso en la cabeza.
—Prometo no volver a preocuparlas más, si me prometen que se van a alejar de ellos y que a pesar de lo que hizo hoy, tampoco confíen mucho en Cristian —Y ahí íbamos de nuevo.
—Nad… ¿has escuchado la frase que del odio al amor hay un solo paso? —pregunté inocentemente sacándole una risita cómplice a Lis.
—Ja-ja sueña mi niña, yo no soy protagonista de tus libros, a otro con ese cuento raro. Yo a Cristian lo quiero sí, pero al otro lado del mundo con el Kraken de por medio —Soltándonos y mirándonos con cara de asco por aquella sola idea.