"Claro me dicen exagerada, pero ¿cómo rayos quieren que reaccione cuando un loco entra a la casa lleno de sangre y gritándome? ¿Con un beso? Aunque no hubiera sido mala idea…"
—¡No lo volveré a preguntar! ¿¿¡¡Quién rayos eres!!?? —me preguntó ¿enojado? ¿Quién rayos se creía este tipo?
—¿Se puede saber por qué hay tanto ruido aquí? —cuestionó la señora Eli bajando las escaleras—. Kylian, mi niño, regresaste. ¿Cómo te fue esta vez? —Abrazándolo y dándole un tierno beso en la mejilla.
—Bien… ¿Pero ¿qué hace esta aquí? —Correspondiendo a su muestra de cariño para luego señalarme, aún con enojo.
—¡Kylian! ¡Yo no te enseñé de esa forma! —Lo regaño, dándole un pequeño golpe en la cabeza—. Ella es mi invitada y deberías tratarla bien, así que mucho cuidado con cómo la tratas —Creo que este chico había roto todos los niveles de enojo y desconcierto, inventando incluso unos nuevos.
—¿Cómo que tu invitada ya se te olvidó que… —Ella solo puso una mano en su boca haciendo que se callara al instante y trague en seco, intentando no reír.
—No hay más discusión. Ahora vete a bañar y a cambiar —le ordenó y este a regañadientes la obedeció—. Perdónalo, aún le cuesta creer en las personas y más si son desconocidos. Es una buena persona solo que ha pasado por malos momentos, que le robaron la confianza en todos —Me sonrió y se fue arrastrando aquel animal que había traído el tal Kylian.
Yo por otro lado me quedé recogiendo todas las flechas para meterlas en su estuche. Subí a mi habitación y guardé todo, en especial aquellos papeles que nadie más podía ver y más ahora con el chico ese, que mucha confianza no me daba.
Al bajar a la cocina ya no había rastro de aquel animal o bueno no como lo recordaba unos minutos atrás.
—Por tu cara de disgusto se podría decir que nunca has comido carne —dijo la señora, al notar mi presencia mientras guardaba las bolsas llenas de carne en la heladera.
—Si, pero no —Me miró con cara de no entender—. Si he comido, pero nunca he visto a un animal muerto y mucho menos he visto cómo lo cortan en pedacitos todo lleno de sangre. Es… algo… ¿traumante? —me expliqué un poco nerviosa y con asco, por supuesto.
—Con el tiempo te acostumbraras. Kylian suele traer uno cada vez que vuelve de su salida por el bosque.
Ella como siempre no paraba, estaba de un lado a otro limpiando la sangre, que solo me provocaba mareos, a la par que cocinaba y recogía la cocina. La ayudé en lo que pude, aunque no fuera mucho por culpa de mis mareos.
—Ya estoy listo. ¿En qué necesitas ayuda? —Justo cuando empezaba a olvidar su existencia apareció.
—Bien, mi niño, ¿me traes los barriles que ya deben estar listos? —Él solo asintió y bajó hasta aquella habitación para comenzar a traerlos uno por uno como si solo fueran pequeños calderos llenos de agua fresca.
Sin que ella le dijera nada, aquel chico abrió una de las puertas de arriba del mueble de la cocina, esas que son inalcanzables, y comenzó a sacar botellas de cristal, una tras otra hasta llenar cada espacio en blanco de la cocina. Luego con un cucharón empezó a llenar las botellas con el líquido, cosa que imité, llevándome una mala cara por su parte. Al llenarlas todas, aún quedaba líquido en las cestas por lo que las volvió a llevar a bajo mientras nosotras agarramos algunas botellas y las guardábamos en unas pequeñas canastas junto a unos paquetes de carne.
—¿Ustedes no se piensan presentar? ¿O eso también tengo que hacerlo yo? —Su tono era el de una madre muy enojada y decepcionada porque su hijo no había hecho lo que le prometió. Ninguno de los dos habló—. Bien… Mi niña, él es Kylian, para las personas del pueblo, mi nietecito. Kylian, ella es…
—Alex —Me adelanté a decir, no quería que supiera mi nombre, no el real, por lo que le dije lo primero que se me vino a la cabeza, sacándome una mueca de tristeza y dolor.
La señora solo me miró con una ceja levantada, negó levemente mientras curvaba sus labios hacia abajo.
—La trajo mi padre, también la persiguen, por lo que se quedará con nosotros hasta nuevo aviso —Terminó de presentarme.
Ese chico ni se movió, solo se quedó mirándome fijamente, casi en posición de ataque por cualquier movimiento en falso que yo pudiera hacer. Yo en cambio junté mis labios con fuerza en un mal intento de sonreír, hasta que encontré un punto en el techo, mucho más importante que estar mirando al malhumorado enfrente de mí.
—Espera, espera, ¿qué? —pregunté al darme cuenta de lo que estaba pasando— ¿Él es igual que ustedes?
—Si algo así. No te preocupes, podrá ser muy gruñón, pero no hace daño —bromeó la señora sacándole otra mala cara al chico.
—¿Se puede saber que eres? Digo, recién me enteré de que no solo son vampiros y lobos —pregunté curiosa, cosa de la que me arrepentí al ver su cara de horror y fastidio.
—No —dijo seco.
—Oh entiendo… eso explica varias cosas… —Le sonreí con algo de malicia y si, tal vez un poco de burla. Él solo me miró confundido—. Qué está bien que seas un ogro o algo parecido, digo Shrek es uno y a todos les gusta —Sonreí intentando aguantar la risa al ver su cara de desconcierto y molestia.
Por otro lado, la señora Eli al ver la cara roja de su "nieto" comenzó a reírse contagiándome. Pude ver pequeñas lagrimitas salir de los ojos de la señora, mientras que los labios del chico estaban siendo tan apretados que apenas se veían. Estaba a punto de replicarme cuando sentimos un fuerte golpe sordo en la puerta de atrás de la casa. Con cuidado fuimos hasta ella y el señor ogro abrió la puerta agarrando una espada de no sé dónde.
Frente a la puerta había un lobo enorme, herido. Chillaba de dolor. Su pelaje era gris oscuro. Sus ojos llenos de lágrimas lograron conectarse con los míos. Vi como la espada estaba a punto de ser clavada en él. Sus ojos me suplicaban ayuda y ahí lo entendí, no era su mismo pelaje, pero era él. Sin dudarlo empujé al salvaje lejos de mi amigo para tratar de arrastrarlo dentro de la casa.