Mi madre estaba algo confusa por tanta información junta, y más al ser algo que antes jamás se creería. Tuve que hacerle hasta una demostración de mis poderes para que se lo creyera.
Entre las risas y explicaciones, de repente, se escucha un bostezo. Todos miramos en dirección a Julia, y ella se sonrojó ligeramente.
- Lo siento, es que estoy cansada.
- Es cierto - dijo mi madre -, creo que es tarde y yo también estoy algo agotada después de todo.
- ¿Odell, puedes acompañarlas hasta los dormitorios? – preguntó Michael.
- Claro, mi señor.
Iba a levantarme yo también de la silla, pero Michael me detuvo.
- ¿Puedo hablar contigo antes?
Asentí. Él se levantó del asiento y me hizo una señal para que le siguiera. Así lo hice, y acabamos en el jardín. Aquel lugar me traía muchos recuerdos felices, y otros amargos, pero sabía que era un lugar especial.
Era de noche, y aquellas luces iluminaban tenuemente el jardín y hacía que las Yunias tuvieran un brillo especial.
- ¿Por qué estamos aquí? – pregunté.
Llegamos al centro, donde el pozo, y Michael se giró para verme. Agarró mis dos manos y clavó sus ojos en los míos.
- Quería decirte algo – dijo.
- Sí, yo también.
- ¿El qué? – se extrañó.
- He conocido a Michelle, en El limbo – sus ojos se abrieron como platos - Le he contado la verdad, y creo que se ha dado cuenta del error que cometió fiándose de ellos.
- ¿Por qué lo has hecho? No creo que ella cambie de opinión acerca de mí.
- Lo hice porque no se merecía vivir engañada – hice una pausa - ¿Qué era lo que querías decirme?
Levantó la vista del suelo y me volvió a mirar.
- Te he mentido una vez – soltó.
- ¿Qué? – aquello me parecía algo extraño.
- ¿Te acuerdas cuando te dije que Michelle era la única humana de la que me había enamorado? Te mentí.
No entendía a que venía todo aquello.
Michael dio un paso adelante y quedó a apenas unos centímetros de mí. Sus ojos no se movieron en ningún momento, y tampoco los míos.
- He comenzado a amar a otra humana, pero esta vez es diferente.
- No necesito que me des explicaciones de tu pasada vida amorosa – dije confundida.
- Escúchame, por favor – suspiró - ¿Sabes por qué me hice pasar por tu profesora? Porque tenía la necesidad de conocerte realmente, aunque estuviera fingiendo ser otra persona. Y, cuando por fin viniste, pude mostrarme tal y como soy.
- Yo… No entiendo lo que me quieres decir.
- Cuando te fuiste, algo dentro de mí se rompió. Aquí apenas pasó una semana, pero se sintieron como siglos. Ahí fue cuando realmente me di cuenta. Estoy enamorado de ti, Irene.
Mi boca se curvó en una sonrisa. En alguna parte de mí tenía la esperanza da que dijera eso, pero cuando realmente lo hizo, la felicidad que sentía no podía ser mayor.
- Sé que decírtelo así, de repente, es algo… - era la primera vez que le había visto tan inseguro y nervioso. En cierto sentido podría decirse que era divertido verle así.
- Cállate – le interrumpí.
Entonces me puse de puntillas y estampé mi boca contra la suya. Sus labios eran suaves y cálidos, todo lo contrario a Daniel. Este beso era completamente diferente: sentía una conexión que jamás había experimentado. Era… Perfecto.
Al separarnos, bastante tiempo después, me miró fijamente. Transmitía paz y felicidad a través de sus pupilas dilatadas.
- ¿Eso significa que sí? – preguntó.
- ¿A qué te refieres? – no entendía a que quería decir.
- Me refiero a que si significa que tú también…
- Sí – contesté al momento.
En ese día había experimentado más emociones de las que habría imaginado nunca, pero nada se comparaba con lo que estaba sintiendo en ese mismo momento.