Valmond y los Winevid salieron a talar unos pocos árboles. Debian comenzar pronto la labor.
Luego de tres días habían hecho un refugio bastante decente para que tuvieran protección.
No había sido fácil. Los vientos soplaban violentos desde las montañas y azotaban contra el pueblo.
María y su marido habían tenido la buena voluntad de compartir alimentos con sus vecinos. Adelbert por supuesto compartía el pan. Y Valmond compartió con gusto la carne que tenía guardada. Asegurando que no le sería difícil conseguir suficiente.
Amely requirió unos días más para recuperarse de las heridas. Así que siguieron quedándose en casa de su padre.
- Y ¿ Donde tienes escondía a Amely , Valmond? No la he visto en varios días.
- Está en casa de su padre. No quiero dejarla sola en casa.
- Y haces bien hijo- agrego Margareth dándole un poco de caldo y pan - una mujer joven como ella no debe pasar sola en esa cabaña tan aislada que tenéis.
- De hecho. Es para cuidarla que la he traído aquí.
-¿ Le ha pasado algo? ¿ Esta enferma? - la preocupación de su amiga era evidente.
Valmond pensó en recurrir en alguna mentirilla para desviar la atención de lo sucedido. No quería que el ojo de todos estuvieran puestos en ella por haber sido atacada por algo de lo cual no estaban seguros. ¿Un animal? O ¿ Se trataba de algún maleficio?.
Sin embargo, decir cierta parte de la verdad, le daría la oportunidad de obtener información. Saber si sus vecinos habían visto anteriormente a aquella bestia.
- Se encuentra bien. Es solo que ... El otro día, el día del incendio - comenzó observando sus reacciones- un lobo estuvo a punto de atacarle.
- ¡Dios mío! - madre e hija se persignaron al mismo tiempo - ¡ El lobo! - continuaron eufóricas.
- No ha sido... El lobo. Más bien un lobo.
- ¿ Y como puedes estar seguro? - intervino el joven Winevid.
- Ella asegura que era un lobo gris no uno oscuro como el que todos estamos acostumbrados a ver.
- ¿ Quiere decir entonces que hay más de esos? ¡ Esas malditas criaturas! - Hackett golpeó la mesa intentando disfrazar su temor en furia e indignación.
- ¿Cómo ha sucedido? ¿Le ha hecho daño? - Kerstin se acercó más a Valmond con los ojos abiertos como un borrego.
Margareth daba vueltas viendo al cielo con las manos en el pecho. Susurraba y bajaba la vista para persignarse de nuevo.
- Los animales, habían estado inquietos. Salí para ver si había algún animal cerca. Pero al acercarme al pueblo. Bueno, ya conocen el resto. Cuando volví la encontré con la puerta trancada y se había dormido con mi hacha en las manos. La he traído por qué no quiero arriesgarla de nuevo.
- Oh Dios. Es horrible.
- Haz hecho bien. Debemos cuidar de los nuestros. Y deberíamos hacernos de algunos hombres e ir en busca de las bestias.
- Si es así yo iré- levantándose Hans de su silla.
- También quiero eso. Pero en estos momentos no es conveniente.
- ¿ Pero como que no ? Tu mujer ha sido atacada por el lobo. Y vas a quedarte aquí, ¿ Cómo un cobarde? ¿ Es que no te importa Amely? - Hans sonaba realmente indignado por la respuesta de aquel sereno Valmond.
- Hans, ten más respeto. Él es el marido de Amely y él decide lo mejor para ella- intervino su madre.
- Agradezco tu interés en "Mi mujer" Hans, pero como ha dicho tu madre. Aquí soy yo quien decide lo mejor para ella - poniéndose de pie para acentuar la diferencia de estatura entre ambos, que aunque eran más altos que otros Valmond le llevaban ventaja, incluso un par de años en edad- y lo mejor es esperar que pase el invierno. No podemos dejar a nuestras familias solas.
- Has hablado bien Valmond. Siéntate muchacho y escucha.
Aquel rechazo y humillación por su padre caló hondo en Hans y más aún haberlo hecho frente a ese asqueroso cazador.
Se contenía apretando los puños pero se movió dando un golpe al banco de madera antes de salir.
- Debes disculpar a este muchacho, aveces siento que le he instruido mal. Es demasiado terco.
- Todo padre hace su trabajo lo mejor que puede Hack.
- Entonces, ¿ Esta bien si visitó mañana a tu esposa?
- Yo también quiero ir- rogó Kerstin.
- La verdad... Ella, no ha querido salir por lo ocurrido. Creo que es mejor dejarle un poco más estar en casa. Las mujeres son más débiles en esas cosas. Se asustan fácilmente.
- Pues ella no - espetó Kerstin.
- Debió ser espantoso para que ella no quiera salir. Estar sola en plena tormenta y con esa criatura rondando - volvió a persignarse rápidamente.
- Ya deja eso mujer. Y escúchame bien. De ahora en adelante no las quiero fuera a menos que tengáis que salir.
- Creo que es lo mejor que podemos hacer por ahora. Gracias por el caldo Margareth.
- Toma, llévale esto a tu mujer.
- Dile que venga a visitarnos pronto Valmond.
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Editado: 15.07.2018