- Padre Santiago. Pase por favor. Hace frio- le invitó Valmond.
- Santiago. Es muy tarde para estar fuera.
- Se que aquí estoy seguro- poniendo su huesuda mano sobre el hombro de Valmond.
- Padre, acérquese al fuego- Amely le tomo del brazo para sentarlo cerca de la chimenea.
- ¿Ha sabido de algo?- Valmond nunca usaba ese tono tan seco con el sacerdote.
Pero Amely siguió escuchando.
- No. Quien haya sido, ha recogido todas las migajas que dejó atrás.
- ¡Maldición! Oh, perdona.- se disculpó de inmediato Adelbert.
- Descuida, es poco para lo que yo he pensado.
- Han pasado ya dos lunas y no ha vuelto a aparecer. Sin nadie que lo haya visto estamos a ciegas- se quejó Valmond.
- Entonces... ¿Usted lo sabe Padre?
- Mi niña,todo el pueblo lo sabe.
Amely se sentó en el suelo a sus pies y le miró a los ojos con interés sincero.
- No hablo de eso Padre... Usted... Lo sabe cierto.
- Si. He vivido tanto en este pueblo como para conocer todos sus secretos. Y he vivido más vidas que otros, haciendo que vea más que lo que un hombre ha visto jamás.
Amely se levantó lentamente de su sitio para sostenerse de su marido.
- Se lo que estás pensando- Adelbert veía a su viejo amigo- ya he revisado el libro. Solo tiene la receta de la poción. No dice nada más.
- Pero en definitiva- agregó Valmond- es alguien que conoce el secreto. Alguien además de nosotros.
- Tengo una ligera sospecha- el sacerdote alcanzó su bastón de madera y se incorporó lentamente- pero temo que podré confirmarlo hasta dentro de dos noches.
- ¿De quién se trata?- presionó Valmond.
- Dos noches joven.
- En dos noches podría matar a alguien- insistió.
Los tres hombres miraron a Amely rápidamente.
- Es incorrecto lanzar falsas acusaciones hijo. Debo asegurarme primero.
- Esperaremos- terminó Adelbert al notar la frustración del marido de su hija.
Frustración que él mismo entendía. Quería hacer pedazos a ese animal que había lastimado a su hija. Era una amenaza constante.
- Padre Santiago, tenga mucho cuidado por favor- suplicó la joven.
- Lo tendré. Ustedes deben cuidarse- mirándolos a todos. - Debes protegerla Valmond y al hijo tuyo que lleva en su interior.
Valmond abrió los ojos sorprendido.
- ¿Cómo lo...
- Te lo he dicho hija. Los años nos dan conocimientos.
Luego de persignarlos se despidió y salió al frío del exterior.
El sacerdote caminaba lentamente arrastrando los pies. El golpe sordo de su bastón marcaba el ritmo de su caminata.
- Una fría noche para salir Padre Santiago.
Una voz grave resonó a sus espaldas pero éste no se detuvo de caminar.
- Muy cierto hijo. Debes cuidarte de no enfermar.
Los pasos de su acompañante se acoplaron a los suyos fácilmente.
El sacerdote trato de mirar de reojo a aquel extraño puesto que no identificaba del todo su voz. Pero no le fue posible,la luna alumbraba poco y la capucha no le dejaba ver el rostro.
- Debería cuidarse del lobo Padre Santiago. Necesitamos a un sacerdote como usted aquí.
- Se que el Señor me protege hijo, pero gracias por preocuparte por este viejo.
Atravesaron la pequeña plaza empedrada pasando junto al pozo.
- Pase buena noche Padre.
- Pasa buenas noches hijo. Qué Dios te acompañe.
- Estoy seguro que a Dios no le gustaria caminar conmigo Padre.
El sacerdote fue a contestar aprovechando darse la vuelta para contemplar a aquel hombre.
Pero lo único que vió fueron los ojos irradiando las llamas del infierno y unos enormes dientes que brillaron en la negrura.
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- No debimos dejarlo ir- se lamentó Amely quien de pronto sintió que le faltaba el aire.
- Va a estar bien hija- Adelbert se acomodó en un banco cerca del fuego y cerró los ojos un momento.
Amely recurrió a su marido mirándolo a los ojos.
Valmond fue testigo del temor que la invadía y el temblor en su interior.
" Por favor"
Una voz suave le suplicó a Valmond en su mente.
" Está en peligro, lo siento, siento miedo. Cómo la otra noche"
Ella envolvió con su mano el medallón que colgaba de su cuello por un cordel de cuero y lo besó.
Aquello rompió la conexión mental.
- ¿Estás segura?
- Si.
- ¿De que están hablando ustedes dos?- se quejó Adelbert que al parecer se estaba quedando dormido en la vieja silla.
- Iré a buscarlo. Quédate aquí- le beso la frente y la puso sobre el banco.
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Editado: 15.07.2018