Sangre Eterna

Capítulo 2: El encuentro

Luna se despertó esa mañana con el recuerdo vivo del sueño aún adherido a su mente. La imagen de aquel hombre, de su piel pálida y sus ojos oscuros, seguía latente en su conciencia. Durante el desayuno, se esforzó por no pensar en ello. Preparó un café, tostadas y se sentó frente a la ventana de la cocina. Afuera, la niebla aún cubría el pueblo como un velo fantasmal. A lo lejos, podía ver el bosque al borde del que vivía, los árboles altos y enmarañados que, a esa hora del día, parecían más sombríos que nunca.

No podía quitarse de la cabeza la sensación de que algo en ese sueño había sido real. El tacto frío en su piel, el aire cargado de una electricidad casi tangible, y sobre todo, la presencia del hombre. Jamás había sentido algo tan vívido en un sueño, y eso la perturbaba profundamente. Luna se frotó los ojos, intentando despejarse.

—Solo fue un sueño —se dijo a sí misma, aunque las palabras sonaban huecas. Sus ojos volvieron al bosque, un lugar que normalmente encontraba reconfortante pero que ahora le parecía lleno de secretos.

Después de un par de horas de intentar distraerse en vano, decidió salir. La idea de quedarse encerrada en casa solo la haría pensar más en la extraña experiencia. Se abrigó con su chaqueta de lana y salió rumbo al pueblo.

El café de Gray Hollow, llamado La Pequeña Niebla, era el lugar donde la mayoría de los habitantes del pueblo se reunían. Siempre olía a café recién hecho y a pasteles de manzana, y el bullicio de las conversaciones cotidianas solía ser el telón de fondo. Luna caminó por las calles, saludando a algunos vecinos que paseaban. El aire frío le rosaba las mejillas, y la bruma seguía pegada al suelo como si fuera una alfombra blanca. Todo el pueblo parecía suspendido en una atmósfera de calma y letargo.

—Buenos días, Luna —la saludó la señora Baker, una anciana de cabello blanco que vivía dos casas más abajo. Como siempre, estaba paseando a su pequeño perro, Toby.

—Buenos días, señora Baker —respondió Luna con una sonrisa suave. Toby ladró emocionado y ella se inclinó para acariciarlo un momento. —¿Cómo está todo?

—Oh, ya sabes. Las mismas historias, las mismas caras. El invierno está llegando rápido este año, ¿no crees? —La anciana tembló ligeramente bajo su abrigo y miró el cielo cubierto.

—Sí, parece que se adelantó —Luna asintió. —Cuídese del frío, señora Baker.

—Tú también, querida. No te quedes mucho tiempo afuera, este aire no es bueno para las chicas jóvenes —dijo con una sonrisa cariñosa antes de continuar su camino.

Luna siguió hacia el café. Al llegar, empujó la puerta de cristal que sonó con un tintineo metálico al abrirse. El lugar estaba bastante concurrido para una mañana de otoño. El calor de la chimenea en una esquina hacía contraste con el frío que había afuera. Tomó asiento en una mesa cerca de la ventana, su lugar favorito, desde donde podía ver el ir y venir del pueblo.

—¿Lo de siempre, Luna? —preguntó Jenny, la camarera habitual, una chica alegre con pecas y una sonrisa perpetua.

—Sí, por favor. Un café con leche y un muffin de arándanos —respondió ella con una sonrisa. Jenny desapareció entre las mesas, mientras Luna observaba a su alrededor.

Fue en ese momento que lo vio.

Cruzando el umbral del café, apareció un hombre envuelto en un largo abrigo negro, su cabello oscuro y ligeramente desordenado cayendo sobre su frente. Era alto, delgado, y había algo en su andar que parecía fuera de lugar en el pequeño pueblo. Su mirada recorrió el local brevemente, hasta que sus ojos se encontraron con los de Luna. Un escalofrío recorrió su espalda.

Era él. No cabía duda.

Era el hombre del sueño.

Luna se quedó inmóvil, su mente intentando procesar lo que estaba viendo. ¿Cómo era posible que la figura de su sueño estuviera ahí, frente a ella, tan real como cualquier otra persona en el café?

El hombre parecía notar su reacción, porque se quedó quieto por un momento, como si evaluara la situación. Luego, caminó lentamente hacia una mesa en la esquina opuesta, donde el café se encontraba menos iluminado. Luna no pudo apartar la vista de él. Era como si su mera presencia la envolviera, una sensación de desconcierto y atracción al mismo tiempo.

Luna intentó calmarse. "No puede ser él. Solo es una coincidencia", pensó. Pero el parecido era innegable. Su piel pálida, su porte elegante, esos ojos oscuros que ahora estaban fijamente clavados en ella desde el otro extremo del café. Intentó concentrarse en otra cosa, pero no pudo evitar mirar en su dirección de nuevo. Él seguía observándola.

Cuando Jenny volvió con su café, Luna intentó actuar con normalidad.

—Gracias —dijo mientras tomaba la taza con manos temblorosas.

—¿Estás bien? Pareces un poco pálida hoy —comentó Jenny, mirándola con una mezcla de curiosidad y preocupación.

—Sí… solo no dormí bien anoche. Nada importante.

Jenny sonrió comprensiva antes de girarse para atender otra mesa, pero Luna apenas pudo darle las gracias. Su atención seguía completamente enfocada en el hombre al otro lado del café.

Tomó un sorbo de su café y decidió que no podía seguir en ese estado. Si no hacía algo, esa extraña tensión que había en el aire la consumiría. De repente, con una firmeza que no supo de dónde provenía, decidió enfrentarlo.

Se levantó de su asiento, respirando hondo mientras sus pasos la llevaban hacia la mesa del hombre. Mientras se acercaba, él la miró con interés, como si hubiera estado esperando que se atreviera a acercarse.

Cuando llegó a la mesa, se quedó de pie por un segundo, sintiendo que todos en el café podían escuchar el latido acelerado de su corazón. No sabía qué decir. Su boca se movió, pero no salió palabra alguna.

—Por favor, siéntate —dijo el hombre, su voz era baja, suave, pero con una especie de autoridad que no se podía ignorar. Tenía un acento que Luna no pudo identificar, pero que hacía que cada palabra sonara elegante y peligrosa a la vez.



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En el texto hay: ficcion, vampiro

Editado: 06.10.2024

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