Antes de acomodar los últimos detalles y mientras pronunciaba en mi mente las preguntas que iba a hacer, me aseguré que mi madre durmiera. Pasé por su habitación, y la vi totalmente inconciente, roncando y con una botella de vodka al lado de la cama. — Que horror. — Pensé. Luego, subí al ático, donde ya había acomodado el tablero con unas velas encendidas a su alrededor, y me senté entrelazando mis piernas, frente a él. Medité unos segundos sobre lo que estaba por hacer. Se me vinieron, una vez más, las palabras de mi padre a la cabeza. Me hizo dudar un momento, pero esas dudas fueron suplatandas en parte, por la curiosidad, y por otro lado, por la necesidad de saber porqué ese ser asqueroso quería arrastrarme al infierno.
— Si mi madre lo juega cada sábado por noche y aún sigue viva, no debe ser tan peligroso. — Dije en voz alta, como si hubiera alguien hablando conmigo.
Respiré hondo, me concentré un momento para entrar en clima, coloqué mi dedo sobre la copa que estaba de cabeza en el tablero y dije con voz suave:
— ¿Hay algún espíritu que quiera contactar conmigo? — Sentía como los nervios jugaban con mi estómago. — Me llamo Elizabeth Burns, necesito hablar con el ser que me persigue. —
Las llamas de las velas comenzaron a danzar de forma extraña. Intenté no alarmarme, y proseguir invocando a la entidad.
— Vamos de nuevo. ¿Hay algún espíritu aquí? Necesit...— Un ruido fuerte sonó dentro del ático. El reflejo de las velas no me permitía ver bien a mi alrededor, por lo que forcé mis ojos para intentar ver de dónde provino. De repente, la copa se movió bruscamente hacía donde estaba puesto el "SI" en el tablero. Mis manos comenzaron a temblar, mi estómago se cerró de golpe, quitándome el aire. Cerré los ojos buscando calma para volver a preguntar. Y con la voz entrecortada hice la pregunta:
— ¿Qui...quién er...eres? — me costaba mantener el ritmo de la respiración normal. Estaba agitada por los nervios.
La copa comenzó a moverse por el tablero, con mi dedo sobre ella, guiándome a la respuesta: B - O - B.
— ¿Bob? ¿Cuál Bob? — Dije intentando pensar en quién podía ser.
B - O - B B - U - R - N - S.
— ¿Pero qué dem...? ¿Abuelo? — Mi abuelo materno, el cuál no conocí, se llamaba Bob Burns. Yo tenía apenas un año cuando él murió, y nunca pude ni siquiera tener una foto suya. Ya que, como era de costumbre, mi madre lo odiaba. Me sentí más relajada al saber que era él quien estaba allí. Mi padre me habló mucho de él, de lo bueno que había sido conmigo a pesar de las pocas veces que pudimos tener contacto.
— Abuelo, me alegra mucho saber que eres tú. Me hubiera encantado poder compartir más tiempo contigo. — No pude evitar que mis ojos se me llenaran de lágrimas. — Necesito saber que está pasando, porqué esa cosa quiere atraparme y qué tiene que ver mi madre en todo esto.
La copa se movió despacio, llevándome a las letras P - A - C - T - O - D - E - S - A - N - G - R - E.
— Pacto de sangre. — Dije pensativa — ¿Mi madre hizo un pacto de sangre?
La respuesta fue un "SI" rotundo.
— Pero... ¿Con quién? — Pregunté sin poder entender.
E - V - E - N - O - M.
— Maldito bicho asqueroso. — Solté con furia. — ¿Podrías decirme porqué mi madre hizo algo así?
P - O - R - O - D - I - O - A - T - U - P - A - D - R - E.
Quebré en llanto. Me sentí totalmente asqueada. Como una persona sería capaz de hacer algo así.
— ¿Por odio a mi padre? Es decir, ¿que por el odio que ella le tiene a él, me vendió a un demonio como si no fuera nada suyo?
Otra vez la copa fue directo al "SI".
— Gracias abuelo. Me despido. ¿Puedo terminar la sesión? — Pregunté mientras me secaba las lágrimas.
La copa se movió con fuerza hacia el "NO", haciéndome sobresaltar.
— ¿Por qué no? ¿Cuál es el problema? — Pregunté con temor.
A - L - M - A.
— ¿Alma? ¿Qué quieres decirme con eso abuelo? — El miedo crecía cada vez más.
M - E - L - L - E - V - A - R - E - T - U - A - L - M - A .
Patié el tablero del susto, haciendo que la copa se rompa. — Tú no eres mi abuelo, maldito ser inmundo. — Grité. Cuando vi los vidrios rotos, entré en conciencia de lo que estaba pasando.
— ¡Ay no! — Me arrodillé al lado del tablero. — No, no, no, no. La copa se hizo pedazos. Esa porquería ahora está atrapada aquí. Esto es un desastre. ¿¡Qué hice!? ¿¡Qué hice!? —
Me puse de pie, y comencé a caminar en círculos sin saber qué hacer. Intenté rezar pero no recordaba las oraciones que mi abuela me había enseñado cuando era pequeña. Decidí tomar acciones en el asunto. Junté los pedazos de la copa, los envolví en un paño y la enterré en el patio de atrás, junto al tablero. Necesitaba sacar eso de mi hogar ya mismo. Mi cuerpo entero estaba temblando. Mis manos no cordinaban los movimientos, por lo que tiré mi celular a piso como dos veces. Corrí a meterme en mi habitación, cuando escuché ruidos provenientes de la planta baja. — Que alguien me libere de esto, por favor. — Pedí tapándome los ojos.
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Editado: 26.08.2019