Seguía viéndolo, lo escuchaba reír a lo lejos y el frío de su mirada la atormentaba. No podía sacarse de la cabeza aquel rostro, su expresión y la sensación que le produjeron sus palabras. Su mente aún vagaba en la oscuridad de la inconsciencia, pero lograba escuchar leves murmullos provenir de algún lado, solo que no alcanzaba a entender quién y qué era lo que decía.
Poco a poco su mente fue aclarándose, y con lentitud fue recobrando la consciencia. Su visión estaba borrosa y la brillante luz del atardecer la cegaba, aumentando el fuerte dolor en su cabeza. Los murmullos aumentaron de volumen, pero seguía sin identificar aquella voz.
—… Tranquila, estarás bien.
Ojos cafés claros, labios rosados y carnosos, cabello negro y liso. Con expresión preocupada, un rostro desconocido y masculino se erguía sobre ella. Asustada, abrió los ojos de inmediato encontrándose de frente con su vecino, el chico amargado y atractivo de enfrente.
—¡Waw! —exclamó sorprendida, levantándose de la hojarasca para, a duras penas, poder arrastrase hacia atrás lejos del muchacho— ¿Qué… quién? Yo… ¡Auch!
Balbuceaba, su respiración se aceleró al igual que su corazón. El dolor en su cabeza se hizo más fuerte, dándose cuenta que sangraba al tocar su herida. Entonces lo recordó, la visión y después el suelo acercándose a gran velocidad.
—Tranquila, no te voy a hacer daño —vio atónita como su mano se acercaba a su rostro, por lo que por instinto cerró los ojos sin saber que esperar—. Puedes abrir los ojos.
Al hacerlo, notó algo frio en su frente. Había colocado gasa y algún menjurje en su herida. Inspeccionó el resto de su cuerpo, le dolía casi todo, sus brazos y manos tenían raspones ya curados y desinfectados, su ropa estaba sucia y algo rota. Su mirada se posó sobre aquel chico, quien la observaba curioso esperando alguna reacción de ella.
—¿Tú eres…?
—Jeimmy, tu vecino —una sonrisa ladeada la dejó sin habla.
Era aquel chico amargado, de expresión ruda y siempre de mal humor, pero al tenerlo de cerca podía notar otras cosas las cuales no iban con el concepto que se estaba haciendo de él. La piel blanca de su rostro estaba adornada por pequeñas y suaves pecas, dándole un toque dulce y tal vez tierno.
—¿Vecino? —indagó confundida— ¿De enfrente?
—Sí, nos hemos visto un par de veces —contestó en tono juguetón.
Le hubiese encantado seguirle el juego, pero aquella situación solo la preocupó demasiado. «¿Me vio?» pensó aterrada. Miraba exaltada todo a su alrededor, esperando encontrar algún indicio del momento de su llegada.
—¿En qué momento llegaste? —preguntó preocupada— ¿Qué pasó?
—Esperaba que tú misma me contestaras eso —respondió arqueando una ceja, produciendo un terror frío recorrer los nervios de Naomi—, caminaba por aquí y vi justo el momento en que caías de ese árbol, ¿Qué hacías allá arriba?
El alivio y la tranquilidad llegó por fin, había estado preocupada y sopesando la posibilidad de tener que volver a mudarse. Una de las cosas que sus padres le repetían casi todo el tiempo era eso, nunca jamás dejar que nadie vea lo que es capaz de hacer. «La gente diferente muchas veces es rechazada, no por lo que hagan sino por el simple hecho de no ser como los demás» le había dicho su madre una vez.
—¡Ahmm! Me gusta escalar —se excusó, sin poder inventar otra cosa.
—¿Escalar? ¿Arboles? —la confusión se dibujaba en su rostro— ¿No deberías tener algún equipo para eso? ¿Cómo llegaste tan arriba?
—Muchas preguntas, ¿no crees? —dijo Naomi, analizando más de cerca sus heridas.
—Curiosidad —contestó con gesto indiferente—, tú eres Naomi, ¿cierto?
—¿Cómo sabes mi nombre? —preguntó con desconfianza.
—¿Es malo saber tu nombre? —hizo una mueca sarcástica.
Desvió su mirada a la parte de arriba de aquel árbol, pensado en que tuvo mucha suerte que él llegara en el momento justo, porque de no ser por eso, habría muerto debido a la gran altura que separaba aquellas ramas con el suelo. Apenada, reconoció que ese amargado y huraño chico le había salvado la vida, y ella solo había actuado como una loca sin modales.
—Lo siento —suspiró, calmando sus impulsos—, agradezco tu ayuda, es solo que me sorprendió que aparecieras de la nada sin siquiera conocerte y, pues… Naomi, me llamo Naomi Nosborn.
Con una sonrisa de disculpa, tendió con amabilidad su maltrecha mano en son de paz.
—De acuerdo, disculpa aceptada —una radiante sonrisa asomó en su rostro, estrechando de igual forma su mano—. Por cierto, deberíamos irnos, está oscureciendo.
—Claro, pero antes… —comentó con expresión suplicante— Si mis papás preguntan, me caí de la bicicleta.
—¡Perdón! ¿Por qué debería mentir? —preguntó Jeimmy en tono burlón.
—Por favor, si la caída no me mató lo harán ellos si se enteran —hizo un puchero, el mismo que le hacía a su padre para ganar discusiones— ¿Podrías?
—Mmmm… —Jeimmy la miraba entre divertido y tierno— está bien. Pero que sea solo esta vez, no volveré a mentir por ti, ¿entendido?
—Fuerte y claro —sonrió de vuelta.
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Editado: 29.10.2024