Sangre Mestiza i: el inicio de la travesía || L1

17. CIRO

Había pasado una tarde estupenda a pesar de su negativa de ir e insistencia por seguir evitando a sus vecinos, y todo gracias a su madre. Le había, literalmente, obligado a salir con ellos, pero por el momento no se arrepentía de nada. Una vez al año no hace daño, dicen por ahí, y ya había quemado esa oportunidad. No volverá a repetirse, en definitiva. Despertó temprano, más de lo acostumbrado y de muy buen humor, pero no lo iba a demostrar en frente de sus padres, menos de su madre.

—Hola nena —saludó Félix con cariño— ¿Cómo amaneciste?

Su eufórico y muy alegre recibimiento puso en alerta a Naomi, al parecer su salida del día anterior los emocionó demasiado. Ya se estaban haciendo ideas, muchas y erradas ideas.

—Bien, igual que siempre —contestó en el tono más neutral que pudo— ¿Por qué debería ser diferente?

—Nada en particular —esbozó una amplia sonrisa de satisfacción— ¿Quieres desayunar?

—Claro… —susurró mirando a su padre con sospecha.

Ayudó a su madre a servir el desayuno, comieron con calma y conversando de temas triviales. Pero como era esperarse, ella no iba a dejar pasar su oportunidad de presumir, menos después de haber logrado su objetivo, o el primero de ellos.

—¿Qué tal el partido? —preguntó emocionada.

—Normal, creo —respondió con indiferencia—, medio aprendí algo.

—¿Eso es todo? —su decepción fue evidente.

—¿Qué esperabas? Solo fue un simple juego —se excusó.

—No lo sé, que volvieran a reunirse para otro juego, que te invitaran a salir, o… —comentó, haciendo una pausa— Una cita con alguno de ellos, ¿Qué tal Luke? Parece interesado.

Con un suspiro de frustración, Naomi miró suplicante el techo esperando ver una especie de señal divina o algo parecido.

—Papá, ¿Son ideas mías o mamá me está buscando novio? —interrogó mirando atenta a su padre, quien trataba de mirar al lado opuesto y no demostrar que estaba a punto de estallar en risas.

—¿En serio? —respondió de forma casual— Yo no me di cuenta de nada.

—¿Tú también? —indagó ofendida— ¿Dónde quedó eso de no tener novio hasta los cuarenta?

—¿Cuarenta? —dijo entre risas— ¿No eran treinta y cinco? Que conste que tú misma aumentaste la edad.

—¿Te está sobornando para que sigas su juego? —Naomi exigió saber— Me quiere vender, deberías defenderme, soy tu única, tierna y linda hijita.

—Bueno, única sí, linda tal vez, pero tierna… —explicaba Nilsa con actitud dudosa— A veces das miedo, eso no tiene nada de tierno.

—Eso no es cierto, es una calumnia —replicó de forma teatral—, haré huelga. ¡Hoy no hago nada!

Se levantó de su asiento de forma dramática y actitud rebelde, y sin mirar atrás se fue caminando gloriosamente a su habitación.

—¿Quieres quedarte sin tu colección de libros? —gritó Nilsa amenazante pero divertida.

—¡Hoy hago todo! —gritó Naomi en respuesta— Eso es injusto.

—¡Calla y empieza con el aseo, la escoba te espera!

Y los dos estallaron en risas, tanto Nilsa como Félix disfrutaban hacerle «bullying» a su propia hija. Era una manera de reforzar los lazos de confianza, que ella supiera que siempre puede confiar en sus padres.

Terminó de asear la casa temprano, se sentía llena de energías y lista para seguir liberándola. Solo le faltaba su habitación y allí en su privacidad, podría hacer el espectáculo que quisiera. Abrió las ventanas y las cortinas para dejar entrar el aire fresco, encendió su estéreo y puso su playlist a todo volumen. Al son de When i was your man de Bruno Mars empezó ordenando los libros por orden alfabético, continuó con la limpieza del polvo y toda la suciedad acumulada.

Bailaba con descontrol agitando su cabello y usando la misma escoba como pareja de baile, de vez en cuando hacía las coreografías que se sabía según la canción escuchada, cantaba a todo pulmón casi a gritos y brincaba sobre su cama como si del trampolín se tratara. Era algo que hacía siempre durante el aseo, una forma de distraerse sin verlo como una obligación.

Sonó una de sus canciones favoritas, Hair de Little Mix, y con gran entusiasmo recreaba la coreografía que había visto. A media canción en pleno clímax, su mirada se desvió por segundos al panorama fuera de su ventana, quedando muy sorprendida con ese solo vistazo. Apoyado en el marco de su ventana de forma tan casual, estaba Jeimmy observándola atento con una enorme y tierna sonrisa en su rostro. De inmediato, sus movimientos se detuvieron casi trastabillando hasta quedar sentada en su cama. Muchas preguntas se cruzaron por su cabeza en ese momento: ¿Desde cuándo estaba allí? ¿Cuánto ha visto?

Jeimmy reía con emoción y aunque a esa distancia no podía escucharlo, le pareció la sonrisa más dulce que había visto. El brillo que denotaba en sus ojos era indescriptible, siendo la primera vez que lo notara en su vecino y simplemente le encantó. Con lentitud, levantó su dedo pulgar mientras asentía con gracia, dando el visto bueno a lo que había observado. Con un suave sonrojo en sus mejillas, Naomi respondió con una radiante sonrisa embobada con su gesto.

—¿Interrumpo? —Nilsa entró a su habitación sobresaltándola— ¿Qué haces niña?




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