—Esa es mi niña! —Helena esta alegre por mi logro, chocamos nuestras copas de vino y nos fundimos en un abrazo.
Hace dos horas que volvió de su viaje a Nápoles, los Facchini están siendo un grano en el culo, pero controlable, por lo que no corrió sangre. Apenas se enteró de que Dante De Agostini firmo los papeles se emocionó tanto, que quiso celebrar con unas copas, nada más. Yo ya estaba preparada para asistir al club, Mike se ofreció pasarme buscar, me negué, prefería ir en mi auto así podría irme cuando quisiera.
Estaciono a una calle del club, camino bajo la atenta mirada de todos los hombres que babosean con mi andar, ignoro la cola de gente y voy directo a la puerta, donde el gorila me deja pasar cuando le digo mi nombre. Adentro es un mundo de música, baile, alcohol, humo y sudor.
Camino a la barra, busco a mi aliado por todos lados, pero la poca visión no me deja ver nada. Le pido al bartender que me prepare el trago más fuerte que conozca, acepta con una sonrisa y deposito el dinero en la barra. Me quedo parada allí siendo observada por hombres y mujeres de todas las edades, hasta que me entregan mi bebida y la tomo de un tirón. Me quema la garganta, me gusta esa sensación, mi cabeza vuela a Matt y pienso que podría haberlo invitado.
Lo único que no me gustaban de las discotecas europeas es la música, Latinoamérica habia conquistado mi corazón con sus bailes y música, allí sí que se armaba la verdadera fiesta. No es que me desagradase el pop y la electrónica, me gustaba, pero el reguetón sacaba mi verdadera fiera. Recuerdo a una mexicana decirme "Si quieres conquistar a un hombre muéstrale ese perreo" No le entendí esa última palabra, me llevo a rastras a la pista y me hizo mover el trasero como nunca antes.
—Hasta que te encuentro—siento su presencia acorralarme contra la barra, me doy la vuelta quedando pecho contra pecho. —Estas de muerte—me susurra en el oído.
—Tu no estas nada mal—digo cuando lo miro de pies a cabeza.
Me lleva a la zona vip, a una de las mesas más concretamente que está llena de gente, entre ellos su hermano que al verme alza su copa y me regala una sonrisa.
—Consume lo que quieras, yo invito—me guiña un ojo, me presenta con las personas.
—Tu eres la guapa que lo dejo destruido— una rubia prácticamente me salta encima, me da un beso en la mejilla. —Soy Alice, su hermana y es un gusto conocerte aliada— no se parece tanto a él, además su actitud destila azúcar y colores, no estaba acostumbrada a esa clase de inocencia.
Su nombre me recuerda a mi pasado, eso me choca un poco. Cuando miro la mesa entiendo a qué se refería "Consume lo que quieras", está repleta de botellas y bolsas con droga. Joder. Habia dejado ese pasado, me costó salir, no volvería a caer. Para liderar una mafia debes estar fresca y libre, la droga lo único que hace es volverte dependiente, es una mierda.
Dejo de lado los problemas del pasado concentrándome en disfrutar el ahora, tomo una botella de tequila y le doy un trago largo. Agarro la mano de Mike para llevarlo a la pista, bailamos pegados, estoy de espaldas a él y me recorre todo el cuerpo con sus manos. Muevo mis caderas al ritmo de la música, su toque no me produce nada, no me enciende, no es el fuego que necesito. Soy más que fuego, necesito un infierno para prenderme. Seguimos bailando un buen rato hasta que me intenta besar, lo detengo.
—No cualquiera puede probar estos labios—me estrecha aún más contra su cuerpo, su pecho sube y baja. —Lo siento amor—lo dejo solo en la pista, no es bueno meterse con los aliados.
Si llega alguno a salir con el corazón roto todo podría romperse. Así que prefiero no arriesgarme con el guapo forzudo. Tomo asiento al lado de Dante, que me ofrece un trago de Whisky, hablamos sobre futuros planes de trabajo y sobre su tonto hermano. Existía una gran diferencia entre los dos, Dante es educación, seriedad y tranquilidad, mientras que Mike es violencia, inmadurez y promiscuidad. Alice era ella, creció alejada de las cosas fuertes que te enseña la mafia, la protegieron tanto y solo le dieron vía libre a algunas cosas, ella es inocencia pura aun.
La rubia aparece a mi lado invitándome a bailar, acepto gustosa, nos movemos saltando y echando a cualquier hombre que quiere arruinar nuestro momento. La noche pasa entre bebidas y bailes, cuando me doy cuenta son las cuatro y los pies me duelen. Aviso a los presentes que me voy, Alice me pide mi número. Lo pienso, realmente no sé si estoy preparada para entablar amistades con mujeres, pero para no quedar mal se lo paso. No tenía cara de ser una mala chica. Además, estaba sola en Italia, no conocía a nadie.
Cierro la puerta de mi auto, apoyo la cabeza en el volante y observo lo que traía conmigo. Una bolsita con ese polvo que tanto me encanto en su momento. Si aprendía a no depender de ella, tal vez pueda tomarla de vez en cuando...No, arranco el auto y tiro el polvo por la ventana, se pierde en el aire. Una vez más vencí a mi impulso de idiotez.
La casa está sumida en un silencio atormentador, la cabeza y pies me duelen, me saco los zapatos tirándolos en algún lugar de la sala. Voy a la cocina en busca de algo para saciar mi sed, saco el agua y me sirvo un vaso. Escucho una voz, me sobresalto soltando el vaso que cae rompiéndose y cuando intento dar un paso un pedazo se me incrusta en el pie. Joder. Helena prende la luz del lugar mirándome alarmada, se acerca para ayudarme. Es un pedazo de vidrio, no un arma mortal. Me saca el pedazo incrustado, me limpia y me da un beso en la frente.
—¿Está todo bien no? —se a lo que se refiere, aun se quedó con ese sabor amargo de la otra vez. La culpa no deja de carcomerla. Asiento en su dirección y le doy un abrazo tranquilizador.
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Editado: 22.09.2020