Sangre Seca

PARONIRIA

1

 

Eran las 02: 13 de la madrugada cuando se escuchó un estruendoso impacto sobre la casa. Eva se despertó sobresaltada y se apresuró a salir de la cama, se encontró con Poppy  en el pasillo, también la había despertado aquel ruido.

 

—¿Qué demonios fue eso? —preguntó Poppy asustada.

 

—No lo sé —dijo su madre preocupada— fue como si algo se estrellara contra la casa.

 

El ruido volvió a escucharse. Se apresuraron a bajar las escaleras y escucharon un mugido que venía del porche.

 

—La vaca ha vuelto —aseguró Poppy.

 

—¡Lo que me faltaba! —exclamó Eva llegando al final de la escalera.

 

Comenzó a escucharse en ese momento un estruendoso galope fuera de la casa. Eva abrió la puerta y se asomaron al porche. El repiquetear de pezuñas se hizo mucho más fuerte. Madre e hija quedaron boquiabiertas ante lo que veían. Efectivamente, la vaca estaba fuera de la casa golpeando su cuerpo contra las barandillas de la escalera del pórtico, que ya estaban casi deshechas. Y frente a la casa comenzaba a pasar una gran estampida de vacas, cerdos y gallinas, cientos de ellos. Corrían a toda prisa, mugiendo, gruñendo y cacareando incesantemente, mientras arrasaban con todo a su paso.

 

—¡¿Pero qué mierda sucede?! ¡¿De dónde salieron todos estos animales?! —preguntó Poppy asustada.

 

—¡No lo sé! —gritó Eva —¡Dios mío, van a derrumbar la casa! —Los animales comenzaron a estrellarse contra el porche y las mujeres retrocedieron hacia el interior de la casa.

 

—¡¿Qué haremos, mamá?! ¡Son demasiados! —exclamó Poppy horrorizada.

 

Los gemelos habían despertado. Noel se apresuró a bajar las escaleras, Liam los observaba desde la planta alta, con Boris en brazos.

 

—¡Mami! ¡¿Qué sucede?! —preguntó Noel  al borde del llanto, al llegar junto a su madre.

 

—Todo estará bien, cariño —aseguró Eva, cerró la puerta y abrazó a su hijo. Poppy se dirigió a la ventana y observaba a los animales que corrían sin detenerse. Eva acompañó a Noel hasta la escalera —. Ve a tu habitación, Noel, es más seguro allí.

 

—Tengo miedo, mami —dijo el niño y se abrazó fuertemente a su madre.

 

—Lo sé, solo espera al final de la escalera junto a tu hermano —el niño comenzó a subir y Eva se dirigió a la ventana junto a Poppy.

 

Poco tiempo después la gran estampida comenzó a hacerse más pequeña y silenciosa. Cuando apenas eran unos pocos animales y la vista hacia el horizonte se hacía más clara, vieron frente a la casa a la señora Monroe, justo en donde estaban esos arbustos y árboles por los que habían aparecido los conejos la noche en que Barnett murió. Estaba en la oscuridad observando hacia la casa.

 

—¡Ahí está esa maldita vieja loca! ¿Puedes verla? Preguntó Poppy a su madre, quien trataba de encontrar a la loca de los gatos entre la vegetación.

 

—¡Mierda! ¡¿Qué diablos hace aquí?! —diviso Eva a la loca de los gatos y enfureció por su presencia.

 

—¿Qué demonios trae amarrado a esa cadena? —preguntó la joven, tratando de divisar aquello que la señora Monroe sostenía con tanta fuerza —¿es un perro?... Porque si es eso, es un enorme perro.

 

—No lo sé, pero lo averiguaremos —dijo Eva y se dirigió hacia la puerta —. ¡Voy a sacarla de aquí a patadas! —abrió la puerta y se paró en lo que quedaba de la galería exterior, su hija la detuvo tomándola del brazo.

 

—¡Espera, mamá! ¡Ese perro se ve peligroso! Mejor llamemos a la policía.

 

—¡¿Qué está haciendo aquí, maldita vieja chiflada!? —gritó Eva furiosa desde el final del porche —¡lárguese de aquí!

 

La señora Monroe seguía observándolas en silencio, se aferraba muy fuerte a esa cadena. Aquello que las mujeres en la casa creían un perro, no lo era, era el mismo Isaías quien estaba furioso por la presencia de aquella familia en su territorio.

 

Luego de los insultos, Eva comenzó a arrojarles restos de madera, que era lo único que quedaba de aquella pequeña escalera de acceso a la casa. La señora Monroe dio media vuelta y se llevó por la fuerza a su hijo.

 

Poppy se quedó en silencio observando el desastre. Los animales se habían ido y solo podía escucharse el llanto de Noel dentro de la casa.

 

—No lo entiendo —indicó Eva muy afligida—. ¿Qué sucedió?... ¡¿Qué demonios pasa aquí?! —gritó indignada, al borde de las lágrimas.

 

 

2

 

Cuando despertó, Eva llamó a la policía para denunciar los destrozos en su propiedad y poder encontrar al dueño de esa enorme cantidad de animales. Apenas colgó el tubo Poppy bajaba las escaleras a paso cansado, ojerosa y bostezando.

 

—Buenos días, mamá.

 

—Buenos días, cielo. Iré a echar un vistazo a los destrozos allí afuera, la policía está en camino —comentó Eva, mientras giraba el picaporte.

 

—¿Para que vendrá la policía? —preguntó la muchacha llegando al recibidor.

 

—Alguien tiene que pagar por los daños, encontraré al dueño de esos bichos —dijo y abrió la puerta.

 

Quedo pasmada, mirando a su alrededor. Todo estaba allí en perfectas condiciones. Ni siquiera un rasguño en la pintura de las escaleras. Se alejó del porche y observó el suelo del lugar, no había una sola huella extraña allí, solo las hechas por su propio automóvil.

 

—No… no lo comprendo —susurró la mujer tomándose la cabeza entre las manos y observando su entorno—. No lo comprendo.

 

Su hija se acercó a ella igual de estupefacta.

 

—¡Esto es imposible! —aseguró Poppy —. No podemos estar tan locas ¿o sí?

 

—¡No estamos locas!... ¡esto no puede estar pasando! —dijo Eva tratando de mantener la calma—. Esos animales estuvieron aquí… yo los vi… tú los viste ¿no es así?

 

—Así es… los vi… eran cientos de ellos, pero ¿qué le diremos a la policía? —cuestionó Poppy sin dejar de buscar huellas en el suelo.



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En el texto hay: terror

Editado: 17.08.2023

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