Dos meses atrás…
Castillo de Drácula, Transilvania.
Eran tres hombres los invitados al Castillo del Príncipe, solo en ellos recaía la confianza que Vlad había depositado hace tantos siglos. Los problemas que Orlock había causado durante los siglos en los que había pisado la Tierra habían provocado el caos entre las naciones Europeas involucrando así a las almas inocentes que en realidad no tenían nada que ver con él.
Elisabeth Seibert era una de ellos.
Después de lo acontecido con ella, se habían prometido no hablar nunca de aquel día en que los “héroes” —como les llamó Stoker— vencieron a Drácula y murió la muchacha que Orlock había perseguido durante dieciocho años. Su espera de tres siglos por el eclipse de la luna sangrienta fue en vano.
Mikhail caminó hacia la sala principal en la que habían sido citados Nicolav, Donovan y él. Aún recordaba el día en que Sarah estuvo a punto de matar a su mejor amigo, pero gracias a Vlad él pudo intervenir.
—Debes seguir a Nicolav hasta Beckov y observar sus pasos, no lo pierdas de vista —había dicho Vlad durante una reunión—. Cualquier anormalidad, debes reportármela enseguida —Mikhail asintió.
Ahora tenía a su amigo junto a él, caminando a lado de su hermano menor. Aquel día había supuesto un gran triunfo para Orlock, el ya no tener a los hermanos Malinov significaba una gran ventaja para conseguir sus planes.
Durante meses estuvo observando con cautela los movimientos de Nicolav, y a veces vigilaba a Donovan, sabiendo que el rubio pocos problemas causaría después de la enemistad que habían forjado los hermanos y que, por consiguiente, los mantendría separados, pero eso cambió cuando la muchacha damphyr apareció en Eslovaquia.
Donovan le había comentado sus sospechas sobre Orlock y Charles Tydén, algo los unía. Al enterarse, Vlad le confió la tarea de advertirle a la chica y así lo hizo: por medio de un sueño Donovan le dio varios indicios sobre el viaje que estaría por emprender muy pronto, lamentablemente no fue suficiente y tuvieron que esperar a que ella estuviera en Beckov para poder actuar y protegerla.
Mikhail sonrió al recordar el “incidente” con la maleta de Sarah. Tan pronto como el avión aterrizó, se dispuso a estar ahí y recoger la maleta, asegurándose que Charles haría lo posible por recuperarla y poder hablar con él. Fingir ser el director del aeropuerto había sido sencillo, y solo podía seguir esa farsa mientras observaba los ojos de Charles —de los cuales emanaba un extraño brillo escarlata en el iris, «la señal de la posesión», se dijo al darse cuenta—, y después le dirigió una mirada rápida a Sarah, su aura, esa aura era tan pura, pero el color le hizo sostener el hecho de las sospechas de Donovan: Sarah Tydén era una damphyr y por lo tanto estaba en peligro.
—¿Saben lo que deben hacer? —dijo Vlad mirando el paisaje Carpatiano. Su largo cabello cano combinaba a la perfección con su arrugado rostro y penetrantes ojos azules—. El eclipse sucederá pronto..., es preciso que mis instrucciones sean respetadas.
No escuchó la respuesta de sus invitados, lo que consideró como un asentimiento. Se sabía perfectamente que él imponía el respeto ante sus seguidores y que cualquiera que estuviera a su lado debía ser leal en todo lo que dijera, al fin y al cabo se encontraban ahí unidos por un solo objetivo.
—Sarah Tydén, hija de Gernot irá a París —dijo Nicolav dando un paso al frente—. Me he encargado de ello —desvió la mirada.
Ese gesto bastó para saber que Nicolav seguía teniendo sentimientos hacia aquella chica. Mikhail sonrió al darse cuenta, después de todo, conocía perfectamente el sentimiento, hubo una vez en la cual él también se había enamorado y perdido aquello que tanto anhelaba, una mujer cuyo nombre era Mirena.
—¿Qué hay de Elena? —volvió a decir el anciano.
—Mi hermano irá en su búsqueda.
Donovan asintió.
—Perfecto —sonrió el anciano—. Mikhail —se giró y observó al hombre de largo cabello castaño, de ojos verdes y mentón fuerte—, tú irás a Viena —asintió—. Ahora vayan, y sigan el plan.
Al dar la orden, los tres hombres asintieron y después de dar una reverencia se retiraron, permitiéndole el paso a Quincey que observaba todo desde el umbral de la puerta.
Mikhail intercambió con él una mirada rápida y se dirigió a la entrada del castillo, donde Donovan tomó un Mercedes negro que le esperaba y se marchó de los dominios del Príncipe sin mediar palabra. Aparentemente las rivalidades entre los hermanos terminaron aquel día en el que Sarah se atrevió a alejarse de Nicolav, teniendo que sacrificar al amor y estacar su corazón.
—Nicolav… —dijo Mikhail tomándole del hombro. El vampiro se giró y lo observó—, no vayas a hacer alguna estupidez.
—¿A qué te refieres con eso? —preguntó algo exaltado con la petición de su amigo.
—Sarah. No dejes que tus sentimientos te cieguen, ya lo sabes —desvió la vista hacia el castillo que se alzaba detrás de ellos—, sí Vlad te ha permitido continuar es porque la necesitamos viva, no porque haya perdonado tu error.
—¿Mi error? —alzó una ceja—. ¿Protegerla ha sido un error?
—Protegerla no, enamorarte… —suspiró—, Sarah no es Elisabeth, Nicolav, recuérdalo.
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Editado: 27.06.2022