Sangre sucia.

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              Renacer secó el sudor de su frente con el antebrazo, exhalando, casi muerta de calor usó una mano como abanico aún a sabiendas que era algo inútil. Siguió caminando por el sendero del bosque dentro de las tierras de su familia que, cabe resaltar, son bastante amplias, las cuales limitan con la playa y el mar si se avanza varios kilómetros. Pero no es a donde iba, pues, se dirigía a uno de los charcos profundos de agua cristalina que se encuentran en el bosque, excelentes para refrescar el alma y la memoria.

              Después de un trayecto bastante agotador, entre musgos y arbustos llegó al fin, algo jadeante, como un cachorro después de correr varias manzanas. Casi religiosamente, con delicadeza, quitó cada prenda de su ropa hasta quedar completamente desnuda sin miedo a ser vista, nadie caminaría por estas tierras sin pedir permiso previo. Entonces avanzó hacia el medio de aquel charco seductor y se dejó acariciar por sus frías aguas transparentes que ahora la cubren hasta el cuello. Se sumerge y emerge luego, con calma, su cabello empapado se adhiere a su cabeza y lados de la cara mientras canta algo en voz baja:

—Las aves de negro color vuelan fuera de este bosque con temor. Huyen de aquello que puede ocasionarles algún dolor. Huyen sin mirar hacia atrás, sin ver, sin saber, que aquello que les asustó no era menos que un buen ser. Oh… Oh… Las aves de negro color vuelan fuera de este bosque con temor...

              Sigue cantando, con los ojos cerrados, y sintiendo que se refrescaba hasta el último hueso al sumergirse de nuevo y quedar con el agua sobre su cabeza, sin pensar en cosas complicadas, sólo dejándose llevar por el rumor del agua que tapaba sus oídos, obsequiándole a la vez el lejano murmullo de los árboles que afuera se mecen con el viento. Permaneció de ese modo varios segundos, escuchando también el latir de su propio corazón en aquella negrura, flotando, envuelta por partículas de hidrógeno y oxígeno que como benevolentes manos acariciaban su cuerpo. Cuando sintió la necesidad de respirar nuevamente emergió del agua, escuchando el silencio siendo pelliscado por el cantar de algunas aves, abrió sus ojos, volviendo a la realidad ligeramente encandilada y constatando que todo iba marchando normal. Pero algo la sacó de su estado de relajación; no la asustó, pero sí la alarmó un poco, podría jurar que fueron pasos de alguien acercándose. Miró a todos lados, pero todo quedó en completo silencio, hasta el más mínimo grillo decidió enmudecerse. E              ntonces advirtió el peligro inmediatamente, así que decidió salir del agua, secarse con la toalla que diligentemente sacó del morral que había traído consigo y posteriormente había dejado sobre el suelo cerca del pozo, procediendo a ponerse primero que todo la parte baja de la ropa interior de color blanco. Se inclinó para coger la parte superior de sus paños menores y cuando vuelve a enderezar su cuerpo la impresión por aquello que vio la hizo perder la fuerza en la mano, por ende la prenda cayó nuevamente al suelo. Menuda sorpresa, no estaba sola allí, en medio del espeso bosque.

 



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En el texto hay: miedo, secuestro, sangre

Editado: 28.04.2020

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