Erick se sumergió en las profundas aguas frías como el hielo y después de buscar la posición adecuada emergió. Escurriendo el agua de su cara con una mano y estirando su vista hacia lo alto a la espera del otro gran salto. Renacer había retrocedido, cerró los ojos y partió en una carrera veloz hasta saltar, con los ojos puestos en cada segundo de aquella exitante escena llena de adrenalina. La briza chocaba con furia contra su cuerpo y a sangre la sentía en cada tejido de su rostro, como si en algún momento fuesen a reventar sus poros y emanar desde allí hasta dejarla sin el vital líquido dentro de su cuerpo. Sintió cosquilleos en su estómago y eso la hizo reír, mudando entonces ambos brazos hasta abajo de su cabeza, preparándose para por fin chocar con el agua que parecía ansiosa por recibirla en sus fauces.
Frío, humedad, un zumbido, burbujas, desorientación repentina y la sensación de estar siendo balanceada; eso sintió Renacer al estar dentro del agua. Buscó la posición adecuada y emergió también, observando después hacia la base de la cual habían saltado, estaba a 20 metros de altura, arrojarse desde allí había sido un gran reto.
—Voy adelante —habló Erick en voz alta para que pudiera escucharlo. Al instante Renacer giró su cuerpo para observarlo nadar hacia la roca que se encontraba a 25 metros de distancia.
Renacer hizo su mayor esfuerzo por ser rápida, pero era evidente que su acompañante era más hábil en aquel deporte; aún así no se dio por vencida y siguió intentándolo. Erick al darse cuenta de las brazadas de la joven en un furioso intento por alcanzarlo se detuvo a mitad del trayecto para esperarla.
—El agua está más fría que nunca —se quejó ella.
Las gotas de lluvia empezaban a caer y las aguas del mar continuaban sacudiéndose. No era el mejor momento para hacer aquello, pero eso era lo que menos podría detener a Renacer. Ahora resultaba que cada momento cerca de aquel joven para ella era una maravilla, así su entorno estuviera sumido en rayos y centellas. Siguió dando brazadas escupiendo luego el agua salada que entraba por su boca.
—Estamos cerca —gritó Erick, escurriendo el agua de lluvia que mojaba su rostro y dificultaba su visión.
Como se esperaba, él fue el primero en subir a la roca y darle una mano para ayudarla a subir también cuándo ésta llegó. La lluvia era menos intensa, pero no por eso dejaba de estar presente, mientras tanto ambos jadeaban por el cansancio.
Minutos después la lluvia paró, la briza continuaba y las aguas se habían calmado aunque el cielo continuaba cubierto por nubes grises. Erick mantenía su torso desnudo, pálido como un vampiro y el cabello mojado y revuelto, se mantenía con los ojos hacia el océano y las rodillas abrazadas, en calma total. Por su parte, Renacer tenía las piernas cruzadas como quien planea meditar, pero eso era lo que menos pensaba hacer, mientras Erick miraba a otra parte, perdido en su propia memoria, ella le observaba.
—Tus padres deben estar orgullosos de tener un hijo como tú —dijo ella en plan de buscar algún tipo de conversación—. Yo lo estaría si fuera ellos —pronunció lo último con un nudo en la garganta al recordar a los suyos.
Hubo un intenso silencio antes que Erick volteara a verla y sonriera sin muchas ganas.
—Sí —respondió como si estuviera ocultando algo—. Hago lo que quiero, lo cual por suerte también es lo que ellos siempre quisieron para mi.
Renacer asintió en modo de entendimiento, mirándose los dedos de las manos.
—¿Qué más hay de ti? —quiso saber ella en un intento torpe de eliminar el cruel silencio—. ¿Cómo fue tu infancia? Hubo otro profundo silencio antes que éste respondiera:
—Normal —dijo sin entusiasmo—, ni muy buena ni muy mala.
—¿No muy buena? —repitió ella intentando persuadirlo. Pero no tuvo respuesta a cambio. Eso le frustraba. Se puso de pie, observando las aguas mansas—. Está bien. Creo que estoy siendo un tanto fastidiosa al querer saber algo de la persona que anda siguiéndome a todas partes. Nos veremos luego —zanjó, disponiéndose a saltar al agua, pero antes de intentarlo sintió el brazo de Erick rodeando su cintura.
—No te vallas —pidió él con el mismo tono neutral de siempre, sin soltarla. Renacer sintió que se atragantaba con su propia saliva nuevamente, giró sobre su propio eje para tener contacto visual con él. Entonces se separaron un poco.
—Mi padre está bastante orgulloso, o al menos eso es lo que me dice. Mi madrastra también.
—¿Y tu mamá? —disparó Renacer, sin dejar de mirarlo a los ojos, éste miraba a otra parte, pero al escuchar aquella pregunta la miró fijamente.
—Ella no está —dijo retorciéndose en lo más profundo de su mente, como un chiquillo abandonado—. Se fue, me dejó —tragó saliva con fuerza—, hace algunos años —se removió un poco, sintiéndose incómodo—. Lo siento —se disculpó, apartando de ella el brazo que había rodeado su cintura— no se me da muy bien hablar acerca de mi pasado.
—No hay problema —respondió ella en un atisbo de comprensión—. Supongo que vale la pena tener paciencia y esperar el momento en que estés preparado para contarme eso que a nadie cuentas.
—Gracias —dijo él por primera vez, sonriendo con timidez—. Espero que no te aburras durante la espera.