Renacer estaba al borde de la explosión por el enojo que le provocaba el estar allí, intentando componer una licuadora que al parecer tenía el aspa atascada. Lo removió un par de veces y enchufó el artefacto, pero no daba respuestas, la mujer resopló. Cansada, pero no se rindió, era bastante terca y las ganas de tomarse un batido licuado por ese objeto eran tan grandes y fastidiosas que valía la pena intentarlo. Siguió removiendo el aspa una y otra vez en la gran sala de la cocina de su hogar, pero por desgracia había olvidado desconectar el aparato, por lo cual, en un movimiento violento el objeto reaccionó y de varias vueltas lastimó la mano derecha de la pelinegra. Ésta jadeó por el dolor, maldijo entre dientes sacando la mano al instante y colocando la otra mano encima para detener el sangrado. Se quejó un poco, con el ceño fruncido y los dientes apretados.
Horas más tarde en el hospital del pueblo una amable enfermera le coció las heridas de los dedos y el dorso. Por suerte ésta última no fue profunda y no hubo ninguna vena rota, pero sus dedos sí estaban lastimados. Una venda cubrió la mano y el doctor firmó un par de papeles posterior al sello húmedo sobre los medicamentos indicados para el tratamiento de aquello.
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Un día después Renacer, sentada ante la mesa de aquel comedor universitario, perdida en sus pensamientos y los ojos puestos en ningún lugar en particular, pasó los dedos con suavidad sobre sus labios en un acto inconsciente.
—¿Recordando el beso de tu amorcito? —preguntó Ahima con una iluminada sonrisa teñida en su rostro de aspecto noble.
—Yo… eh… ammm —se interrumpió—. Bueno… sí. No. —se contradijo. Ahima sonrió y Renacer sacudió la cabeza—. Creo que voy a enloquecer —admitió—. Otra queja y exploto —dijo suspirando después—. Algo me oculta y lo sé, es extraño. Lo más insólito es que me gusta su manera de ser.
—Quizá simplemente es tímido y reservado —objetó la morena—. Debes tener paciencia si ese es el caso. Tal vez la cultura en la que creció es conservadora. Eso significa que no pretende usarte para luego desecharte como si fueras basura.
—Como sea, querida —respondió la mujer de cabello de corte bajo en la parte trasera y largo en las puntas delanteras—. Creo que tengo otras cosas en las cuales pensar. Martha se graduará dentro de poco, debo preparar un regalo para ella y planificar una tarde especial; por supuesto, estás invitada.
Renacer acomodó algunos cuadernos dentro de su morral de color negro y después de colocarlo a su espalda, tomó en brazos otros libros y un par de carpetas.
—A mi aún me falta por terminar la carrera —prosiguió, levantándose de su asiento mientras Ahima la miraba y a la vez se comía un tequeño como un conejo comiendo zanahorias—. Hasta los momentos, mi deber es entregar éstas asistencias y mis respectivas calificaciones en la sala de registros del instituto. Hasta luego, Ahima.
—Espero que tu mano mejore—. Deseó la morena de cabello rizado con comida en la boca.
Renacer Williams caminaba apresuradamente por los pasillos del instituto después de quitarse las vendas de la mano debido al fastidio que sentía con ellas puestas. Supuso que las cicatrices quedarían allí por siempre, ahora sólo eran marcas feas de grietas rojas unidas por gruesos hilos sanitarios de color negro. Llegó a la sala anterior a la que le correspondía llevar a cabo el registro de notas, al lado estaba el centro de coordinación y del otro lado la sala de dirección. Cruzó la primera puerta y justo antes de entrar a la cual planeaba llegar en fin, frenó en seco al escuchar la platica nada amistosa que sostenía la directora y un militar con uniforme de varios reconocimientos pegados a un lado de su hombro, era un hombre mayor pero de fisionomía ruda.
—Le informo, comandante Mc.Person —habló la directora acomodando sus discretas gafas de aumento que cargaba puestas—. Mi hijo está interno en esa base militar. Es un buen muchacho, desde luego. Es por eso que me parece una injusticia que el favorito de usted esté allí también —se quejó—. Es indebido. Es injusto que siga con ellos, ejerciendo aún cuando sus condiciones no son las apropiadas.
—Lamento que se haya filtrado información, directora Jackson —replicó él con tono invencible—. No obstante creo que su asunto es únicamente preocuparse por que su hijo esté bien dentro de la base, prestando su servicio y no que el oficial Navas aún esté activo.
Renacer arrugó el entrecejo, sin entender nada de aquéllo, se preguntó de qué estarían hablando exactamente, cuáles eran esas "condiciones” a las cuales se refería la directora con tanto afán.
—Por supuesto que me incumbe la permanencia de ese joven en esas instalaciones militares —replicó ella con enojo evidente pero voz baja, posiblemente aquello era bastante delicado como para dejarse escuchar por alguien más aparte de ellos—. Me importa mucho que mi hijo no termine contagiado de la enfermedad que tiene ese joven.
Renacer tragó saliva, sorprendida y atenta a lo que del otro lado de la pared se hablaba. <<¿Una enfermedad?>> se preguntó en su fuero interno. Varias cosas chocaron contra sus pensamientos formando ideas raras.
—El oficial Navas está siendo tratado con el mejor doctor del Estado y si pudiera decirse, del país ¿me entiende usted? —inquirió tajante el militar de alto rango—. Su padre es un empresario multimillonario residente en la capital de esta nación y desde que se supo de la enfermedad que padece su hijo empleó mucho dinero en las medicinas adecuadas para contrarrestar ese virus. Erick Navas no ha pasado ni pasará a la siguiente fase, está muy lejos de hacerlo. Por lo tanto no se le debería calificar como un peligro para la sociedad.
—Cualquier persona que tenga VIH califica como un peligro para la sociedad —refutó la señora ya bastante enojada sin pretender perder la pelea—. Debería rectificar lo que está haciendo usted, oficial. No espere a que llegue el momento de ver contagiado a medio comando. Además, recuerde que mantener a ese joven enfermo entre personas que por regla deberían permanecer sanos, sería una falta de respeto y una infracción bastante grave ante las normas jurídicas, ¿entiende el punto o le doy una demostración?