Sangre sucia.

19

               Varios días después Erick recorre el bosque con la esperanza y el intento fallido de encontrar a la mujer que quería ver. Caminó el instituto después de escaparse de la base militar durante algunas horas, por ella valía la pena romper cualquier regla.                                                                                               

                Se acercó a las mesas del comedor, pero no la vio, siguió buscando por los pasillos y por suerte se la encontró de frente, sólo que ella al verle lo esquivó, doblando la primera esquina desviándose de su ruta planeada. Por supuesto, aquello le lastimó más de lo pensado. 

—Renacer —la llamó—. Renacer, espera. 

                A Renacer le dolía aquello, pero necesitaba tiempo. Aún sabiendo que estaba siendo egoísta debía estar sola para rectificar las cosas, aquel golpe en la cara de Erick nunca fue necesario, pero el feroz sentimiento de impotencia y rabia por la gran mentira de él le habían hecho estallar en una explosión de enojo y palabrotas. Secó sus lágrimas y mantuvo su frente en alto, sin detenerse en ningún momento mientras avanzaba por el pasillo elegido y el militar la seguía con la intención de explicarse. Necesitaba la oportunidad de justificarse. 

—Señor Navas —habló una voz femenina a su espalda. Él se volvió sobre sus pies para mirar el origen de aquellas palabras. 

—Directora Jackson —respondió él como saludo, sin intención de ser especialmente cortés, volteándo nerviosamente durante un segundo al otro lado para ver a Renacer desaparecer y después volver la vista a la directora. 

—No es apropiado que continúe dentro de éste instituto si su intención no es hacer algo útil —reclamó la señora con la actitud de una serpiente antes de atacar—. Y ya deje en paz a esa joven. Si tanto le agrada, evite contagiarla. 

Aquello si fue la peor bofetada que se llevó sin necesidad de contacto físico. Se mantuvo en silencio, con la mirada baja, sintiéndose quebrado por dentro. 

—Ahora si me disculpa, debo encargarme de otros deberes que, al fin y al cabo comprenden el mantener a salvo a los estudiantes de este lugar —habló con tono mordaz—. Le agradezco que se marche de una vez. 

Dicho aquello dio media vuelta y le dejó allí, plantado y con la fuerte sensación de sentirse sucio, inútil, letal.

~ ~ ~ 

                 Varios días y varias noches Renacer lloraba sobre su almohada. Necesitaba asimilarlo todo, necesitaba comprender los motivos. Necesitaba abrazarlo y decirle que no estaría sólo nunca más, pero la otra mitad de su conciencia le gritaba que hacer aquello no era lo más correcto. 

                 Su mano fue objeto de nuevas suturas y ahora había mejorado bastante, entonces, después de momentos de crisis emocionales, ya con más calma decidió contactar por primera vez vía telefónica a Erick. Necesitaba estar con él, ahora comenzaba a ver las cosas desde otra perspectiva, secó sus lágrimas. Ya entendía por qué él le repetía que tener contacto físico no era la manera más correcta de llevar la relación, desde siempre estuvo protegiéndola. 

                 El teléfono sonó un par de veces, la tercera vez, a la cuarta vez atendió Erick. 

—Erick —titubeó ella, sintiendo que se atragantaba con su propia saliva—. Necesito verte —fue lo primero que dijo—. No será en el bosque. Me gustaría un lugar más público.

Escuchó la apagada respuesta de él. 

—Lamento estar quitándote tiempo —rectificó ella—. Comprendo lo difícil que es para ti salir de allí sin un motivo militar. Pero de verdad, necesito hablarte —volvió el silencio, mientras escuchaba la voz al otro lado de la línea telefónica—. Está bien. Entiendo, bueno... no hay otra manera. Adiós. Que te valla bien, Erick —dijo ésto último con voz quebrada. 

                Rompió a llorar y en ese preciso instante Martha irrumpió en la habitación. Por supuesto que al verla así, toda rota en llanto corrió a abrazarla, teniendo paciencia mientras la escuchaba desahogarse. 

—Ya no llores más, traigo noticias que iluminarán tu día —informó meciéndola entre sus brazos, sentada en la cama. Renacer secó sus lágrimas—. Desde hace dos semanas he estado llevando a cabo un experimento —le dijo—, utilizando las muestras de sangre que tomé de ti la semana pasada —pausó— y con muestras de sangre que obtuve de Erick. 

               Renacer levantó la mirada al instante, viendo a su hermana a los ojos. 

—¿Has estado viendo a Erick? 

—Sí. Ahora escucha —pidió con seriedad profecional—. No estoy totalmente segura, pero, según las reacciones que he observado en el laboratorio todos éstos días, me deja pensar que el problema de Erick tiene solución —consideró—. De algún modo lo busqué y le expliqué del resultado negativo que dio la prueba del otro día. Al principio no parecía querer convencerse, pero insistí como pude y accedió después. Ahora todo parece apuntar a que tenemos una gran cosa entre manos, Renacer —habló con entusiasmo contenido—. Y eso lo debemos hablar con Erick y con su persona de confianza, su tutor desde hace mucho tiempo. El general Mc.Person.



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En el texto hay: miedo, secuestro, sangre

Editado: 28.04.2020

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