En Números 19, Dios ordena un ritual de purificación utilizando una novilla rojiza sin defectos. La novilla debe ser sacrificada fuera del campamento y quemada por completo. Luego, se recogen las cenizas y se mezclan con agua para crear un agua de purificación. Quienes estén impuros por tocar un cadáver deben rociarse con esta agua en el tercer y séptimo día, y lavar sus ropas. Aquellos que no se purifiquen correctamente contaminarán el santuario y serán excluidos de la comunidad. También se establecen reglas para la purificación de quienes estén en contacto con un cadáver o una carpa donde ocurrió una muerte. Esta ley es perpetua y aquellos que rocíen el agua de purificación deben lavar sus ropas, mientras que cualquier persona o cosa que toque a alguien impuro quedará impura hasta el anochecer.