Mi nombre es Alejandro y siempre fui un niño muy apasionado por la navidad, siempre esperaba aquel momento deseado por miles de niños para abrir mis regalos y disfrutar de lo que Papa Noel tenia para mí como regalo en aquellos años. He crecido y ahora soy adulto, pero no solo he crecido como persona, sino que mi percepción sobre la navidad ha cambiado.
Caminaba por las calles y Escuchaba hablar a un hombre sobre el espíritu navideño y cómo inculcarlo en los niños, hablaba de “dar” y yo pensaba lo incongruente que es pedirles que sean generosos en una sociedad que no lo es, pedirles que celebren el nacimiento de quien hubiera sido uno de los seres más pobres y vulnerables en el planeta como lo sería el niño Jesús en un mundo capitalista.
Increíble que no tengamos la claridad para aceptar que la Navidad se ha vuelto una celebración al individualismo, desde lo económico hasta lo social y familiar, veo perfecto y muy comprensible que un mundo así tome unos días para celebrarlo, lo que nunca entenderé es el doble que pretende, aunque sea de forma sutil hacer de estos días conscientes y dadivosos, porque divertidos y vistosos sí son, pero ¿conscientes? De eso sí nada les encuentro.
Llegué a aquella tienda de juguetes llamada Eurekakids y me encontré a Juan el encargado, Juan siempre se había caracterizado por ser un tipo muy escéptico sobre la navidad. Le dije que necesitaba un juguete que era muy especial para mi hijo, Me dirigió hacia la estantería y lo encontré, también le pedí que quería algo más educativo para jose mi hijo.
Entonces Juan me mostró aquel juguete que contenía luces y números para aprender a contar del uno al diez. ¡excelente! Le dije a Juan.
Alejandro: sabes Juan esto de La Navidad ya no me cautiva
Juan: jajajaja ya somos dos, te contare una pequeña historia
Alejandro: ¡soy todo oídos!