Volvimos a intentarlo, pero no pasó mucho tiempo para que volviéramos a ser los mismos. Todo el tiempo tratando de controlarnos la vida uno al otro y haciendo tormentas en vasos de agua. Cualquier pequeña tontería era motivo de una escena de celos.
Y a pesar de eso, decidimos probar la convivencia. Preparé mi maleta tratando de no pensar en cuán pronto era para dar este gran paso. Bajé los cinco pisos que había entre mi departamento y el suyo, el cual era más amplio y cómodo para los dos.
Pasó el tiempo... la vida juntos nos ayudó a confiar más en el otro y dejar esos celos sin fundamento.
Aunque Estefanía rondaba nuestras vidas.
Nuestra primera noche juntos bajo el mismo techo fue cómica. Facundo me corrió por toda la sala jugando a la guerra de almohadas; su risa era tan contagiosa como la mía y la conexión de nuestra piel tan atrayente, única, como pocas...
-¡Guerra de almohadas! -Gritó Facu mientras arreglaba la cama uno de esos días de nuestra primera semana de convivencia.
-No maduras. ¿Verdad? -Dije aparentando enojo y escondiendo mi almohada en la espalda.
-La verdad es que lo he inten...-No terminó de responder porque le tiré la
almohada y corrí.
Me siguió y me levanto por la cintura, como carga de cemento y me llevo de nuevo a la habitación. No se dio por vencido; quería seguir jugando como dos niños. Las plumas volaron ensuciando toda la habitación hasta caer agotados a la cama:
-Te amo y nunca voy a dejar de decírtelo. -Dijo mientras me quitaba una pluma de la nariz.
-Yo también te amo y quiero que esto dure toda la eternidad. -Dije antes de dormirme.
A mitad de la madrugada me levante en medio del caos del dormitorio y con un marcador de mi escritorio dibujé todo su rostro y me volví a dormir.
-¡¡Bárbara!! -Gritó desde el baño y yo desperté riendo a carcajadas.
-Buen día Facu. - Dije metiendo la cabeza al baño.
La bromita se fue de las manos, el marcador era permanente por lo que las consecuencias permanecieron por largo tiempo.