─¡Julieta! ¿Tú de nuevo por aquí? ¡Qué encantadora sorpresa! ─exclamó con falsa sorpresa y en ese momento decidí no dar un dedo a torcer.
─Ya decía que unos chicos tan “educados” solo podían ser amigos tuyos ─hice comillas con mis dedos mientras les plantaba una gran sonrisa a los tres chicos.
─Levántate de nuestra mesa ─repitió nuevamente el atractivo chico de pelo castaño.
─¿Por qué? ─sonreí desafiante
─Porque es nuestra mesa ─me respondió el rubio claramente irritado.
─¿Cómo te llamas? ─le pregunté provocando tres miradas confusas.
─Came-eron ─tartamudeó sin entender nada.
─Came-eron ─bajé la mirada y durante unos segundos fingí que buscaba algo sobre la mesa, al finalizar levanté la mirada y dije ─aquí no pone tu nombre, supongo que porque no es tu mesa... bueno, ya os podéis ir, la comida me espera ¿Sabéis?
Cameron estaba sonrojado no sé si de rabia o vergüenza, Jace me miraba mal y el chico de pelo castaño riéndose.
─¿De qué te ríes idiota? ─le preguntó cameron irritado.
─Pues Camarón tiene tan pocas neuronas que lo único que sabe es ser idiota ─. Reí.
─¡Ouch! eso tuvo que doler ─exclamó el moreno llevándose una mano al pecho fingidamente ─Esta chica me cae bien, sentémonos .
Todos se sentaron y yo me dispuse a terminar la tarea interrumpida por ellos: Comer.
─¿Cómo te llamas? ─me preguntó coquetamente el chico de pelo castaño y ojos verdes .
─Julieta ─dijo burlonamente Jace antes de que yo pudiera responder.
─Julieth, idiota me llamo Julieth, se que tienes pocas neuronas pero pensé que eso podrías captarlo.
─ Oh, Julieta, hermosa Julieta, deberíamos escaparnos juntos y no volver jamás ─recitó divertido el moreno.
─Oh Romeo, estúpido Romeo, vete a la mierda, oh, ¡perdón! se me olvidaba que andas con ella ─dije esto último mirando a Jace y casi todos se rieron, Jace claramente no lo hizo.
─¿Cómo sabías que me llamaba Romeo? ─preguntó el moreno.
─¿Romeo? Claro, y yo soy rubia.
─Deberías dejar de dejar de creer tan poco en los demás, muñeca.
─Uno, no me llames muñeca si no quieres quedarte sin descendientes; dos, no te puedes llamar Romeo y tres... no hay tres ─enumeré irritada y los “neandertales" frente a mi comenzaron a reír.
Los miré mal mientras pensaba cómo hacían para reír sin verse mal. eso sí que era una injusticia en toda regla.
─No me llamo Romeo, soy Lucas, muñeca ─ . Dijo entre risas y recibió una colleja de mi parte
─Oye, eso dolió ─. Se quejó y tras eso el timbre sonó.
─La siguiente no será ahí, adiós neandertales ─me despedí y con la bandeja en mis manos tropecé haciendo que mi café a medio terminar acabará en la cabeza de Jace.
En ese momento se hizo un gran silencio en toda la sala.
─¿Ups? ─lo miré inocentemente.
─Corre ─dijo Lucas y eso hice.
«¿Por qué serás tan torpe Julieth? » pensé
«No lo sé querida conciencia, no lo sé» me respondí a mi misma mientras corría como si me fuera la vida en ello.
Después de correr y perder a Jace por los pasillos, decidí ir al baño, así que comencé a buscarlo por los pasillos. justo cuando iba a entrar me paré en la puerta y rodé los ojos ante la tarjeta rosa que había en la puerta, demasiado típico para mi gusto.
Al entrar de todo lo que esperaba encontrarme, encontré algo que nadie se hubiera podido imaginar. Lucas y un pelirrojo se estaban besando.
Sin poder apartar la vista de tal escena, comencé a caminar de espaldas hacia la puerta y tropezando con un escalón que había en la puerta acabé en el suelo. Lucas rápidamente se separó del chico y me miró sorprendido.
─Yo... ya me iba ─salí corriendo.
En medio de mi carrera me paré a tomar aire y vi que él me estaba alcanzando así que continué corriendo hasta lograr entrar a mi clase. Todos me miraban como si fuera la más loca del mundo y en ese momento noté que no era mi clase.
─Esta no es mi clase ─afirmé avergonzada y cerré la puerta.
Respiré profundamente y entré en la clase de al lado.
─Señorita... ─una joven profesora me miró.
─Julieth.
─Señorita Julieth llega tarde ¿Cual es el motivo de su retraso?
─¡Aleluya! ─miré el techo.
─¿Disculpe?
─Es la primera que sabe decir mi nombre.
─Vale... ¿Por qué llega tarde? ─frunció el ceño.
─Si le dijera que me estaban persiguiendo ¿Me creería?
─No.
─A vale, pues me perdí ─sonreí inocentemente.
─Siéntese y olvidemos el incidente, eso sí, la próxima vez intente no perderse ─sonrió con burla.
─Sí.
Me senté junto a Jace y al mismo tiempo dijimos:
─Te mataré.
─Lo siento.